La evolución hacia la soledad

La evolución hacia la soledad / Foto: Thinkstock
La evolución hacia la soledad / Foto: Thinkstock

Quizá es porque nunca fui un estudiante apasionado o que en la universidad cursé una carrera que nunca ejercí, pero el caso es que pasé más tiempo recorriendo el campus y sus diversas cafeterías que los salones. Por su parte, mi amiga Mónica hacía todo lo contrario: se sentaba en la primera fila del salón, llenaba cuadernos enteros de notas, y peleaba las materias como si de ello dependiera la libertad de un hijo en la cárcel.

A pesar de ser tan diferentes, nos hicimos muy buenos amigos cuando coincidimos en el mismo despacho, mientras ambos hacíamos nuestras prácticas profesionales. Nos sentábamos hombro con hombro en una larga mesa que hospedaba un par de arcaicas computadoras. En las mañanas nos refugiábamos cerca de la cafetera para mitigar las heladas que se sentían en esa zona de la ciudad, al tiempo que compartíamos cualquier cantidad de anécdotas.

Yo le contaba de mi novia, con la que en esa época debería de haber tenido cuatro años de relación, y ella me contaba del exnovio que dejó con el corazón roto en el bachillerato, antes de dedicarse cien por ciento a sus estudios. Al igual que nuestros hábitos académicos, en el trabajo yo hacía lo posible por distraerla y ella, educada y firme, me mandaba a volar.

Confieso que Mónica me ayudó a sembrar una cierta disciplina en mi rutina y yo le enseñé a doblar un poco el rigor de la suya; que pudiera ver que la vida no era solo estudio y trabajo. No obstante, mi influencia solo surtió efecto durante ese invierno, porque después ella obtuvo una beca para hacer una maestría fuera del país. Perdimos el contacto por varios años, salvo uno que otro correo electrónico que nos enviábamos para desearnos feliz Navidad.

Mónica nunca volvió, pero con la popularización de las redes sociales, al menos, pudimos ponernos al corriente un poco de nuestras vidas, y en el caso de la suya, ésta se convirtió en la escuela. Siempre encontró un posgrado, una nueva beca, un programa en alguna universidad del mundo que tenía que estudiar. Obtuvo una segunda licenciatura, una maestría, un doctorado y cuatros diplomados.

Una tarde una llamada suya me tomó por sorpresa.

—¿Cómo estás corazón? —dijo Mónica del otro lado de la línea—. Estoy en México, tenemos que vernos.

Unos días después hicimos justamente eso.

—Pasaron como diez años desde nuestras prácticas profesionales— le dije en el restaurante donde me citó.

—¡Uff! Ni me digas —respondió—. Ya estamos viejos.

Cada quien actualizó su respectiva historia hasta que, sin querer, toqué un tema sensible para ella.

—¿Y el amor? —pregunté.

—¿Qué con él?

—¿Cuál es tu situación?

—Nula, alguien como yo no tiene tiempo ni interés para esas cosas.

Me quedé callado esperando que elaborara sobre su afirmación pero no lo hizo.

—¿A qué te refieres? ¿No crees en el amor? —le pregunté.

No es que no crea, es que no lo quiero. Mira, me he pasado toda mi vida tratando de superarme, de sobrepasar lo que alcanzaron mis padres. Tengo una necesidad intrínseca de evolucionar, de ser el mejor ser humano que puedo ser. Quizá esté mal que yo lo diga, pero creo que lo he logrado hasta ahora.

—Y yo no podría estar más orgulloso de ti —dije.

—Gracias. No espero que exista nadie con quien pueda compartir todo eso. No habría punto de comparación.

Me quedé pensando unos segundos y le expliqué lo que creía de su caso.

—No estoy de acuerdo. El amor no está peleado con el desarrollo personal. Es más, la pareja se vuelve un motor adicional que nos ayuda a seguirnos preparando, a luchar por los ideales en común y, sobre todo, por los propios. No tiene que haber estudiado lo mismo que tú para ser un buen candidato, solo entender por qué lo estás haciendo.

Y en ese momento me di cuenta por qué su teoría estaba errada. Mi amiga había conseguido todo lo que se había propuesto, e incluso un poco más, pero, ¿de qué le servía?

—Creo que tienes un nuevo reto de vida —dije.

—¿Ah si? ¿Cuál?

Encontrar con quién compartir lo que has logrado.

Twitter: @anjonava

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