Cómo arreglar un corazón roto

Cómo arreglar un corazón roto / Foto: Thinkstock
Cómo arreglar un corazón roto / Foto: Thinkstock

Decimos que amamos con el corazón, aunque en realidad este órgano tenga una función un poco más vital, como bombear sangre al resto del cuerpo. No obstante, desde tiempos inmemoriales, ha estado ligado con esta emoción tan intensa para el ser humano.

Hay quienes creen que su origen se remite a la sensación física que se experimenta al perder a un ser amado, ya sea un familiar, pareja, mascota, amante, amigo, conocido o cualquier tipo de relación posible. En muchos casos un ‘corazón roto’ está acompañado de síntomas como un gran dolor en el pecho.

Por lo general, creemos que el tiempo solventará estas vicisitudes y que nos pondrá en el camino a una persona con la facultad de hacernos olvidar, que eliminará el dolor, y rehabilitara el órgano atrofiado. Sí, probablemente el tiempo tenga a varios candidatos esperando su turno para formar con ellos una pareja, pero si el corazón no está en óptimas condiciones para volver a amar, estos solo se sumarán a una lista de fracasos.

Tuve curiosidad de conocer qué proporción de las personas que conozco están frente a esta situación, así que saqué una pequeña muestra, que para nada es significativa, pero que me dio una idea al respecto. Aleatoriamente seleccioné a los primeros diez contactos que me aparecieron en Facebook —insisto, esta prueba no es científica en ninguna forma—, y analicé su estado amoroso.

Encontré que seis estaban en relaciones estables (tres matrimonios y tres noviazgos), un sujeto era soltero por elección y tres porque no habían encontrado una pareja satisfactoria. De esos últimos, dos tenían el corazón roto y, peor aún, no lo sabían.

Son millones las causas por las que un corazón se puede fracturar: abandono, separación, muerte, divorcio, abuso, confusión, ignorancia o traición. De igual forma, la herida pudo ocurrir ayer o años atrás, tener varios responsables o uno nada más. Existen cientos de suposiciones y de posibles conjeturas; investigaciones que hacer y cajas de Pandora por descubrir, pero en mi opinión, solo hay una posible reparación.

Hubo un tiempo, hace ya muchos años, que en mi lugar de trabajo tenía pegada en la mampara una fotografía. En ella aparecía Rashard Lewis —un jugador de basquetbol que admiraba en ese entonces— vestido de traje y sentado en la banca sin poder jugar durante un partido. Lewis había sufrido algún tipo de lesión y estaba en proceso de recuperación. En el retrato se podía ver un rostro lleno de frustración y coraje, de ganas de estar en la duela y ayudar a ganar a su equipo.

Siempre he pensado que los deportes hacen excelentes analogías de vida. Puse el recorte allí, donde lo pudiera ver con frecuencia, porque pasaba por un momento parecido. Esa foto me ayudó a entender que yo también me había lastimado después de padecer una ruptura amorosa, misma que me tenía sentado en la banca del romance. Mi autoestima estaba hecha pedazos, y hasta que no trabajara en ella y la fortaleciera, no iba a poder regresar al juego.

Fui con un psicólogo y me di cuenta que llevaba arrastrando años de otras lesiones por no haberme dado el tiempo de rehabilitarlas. No tengo mayores argumentos más que algunos empíricos que he coleccionado a lo largo de mi vida, pero estoy casi seguro que la mayoría de los corazones rotos se pueden reparar de la misma forma: encontrar la debilidad dentro de nosotros, ésa que nos hace cojear en cada relación de la que somos parte, y sanarla antes de empezar una nueva.

Siguiendo con la metáfora, suponiendo que esta entraña es la que hospeda nuestra capacidad de amar, al fin y al cabo debemos tratarla como otro músculo; para que vuelva a funcionar hay que rehabilitarlo y fortalecerlo. Quien no se ama a sí mismo, no puede amar a nadie más.

Twitter: @anjonava

Mira también:

El pavo frío, la receta del abandono

¿Somos o nos hacen celosos?

3 strikes del amor