Los tres strikes en el amor

No conozco a nadie al que en algún momento de su vida no le hayan roto el corazón. En comparación con otros dolores que puede sentir el ser humano, el que produce el desamor es uno de los más triviales y, al mismo tiempo, de los más intensos. No quiero menospreciar el poder destructivo de las desilusiones románticas, pero si somos sinceros, la gran mayoría nos las provocamos nosotros mismos.

¿Por qué nos enamoramos de personas que sabemos que nos van a lastimar? / Foto: Thinkstock
¿Por qué nos enamoramos de personas que sabemos que nos van a lastimar? / Foto: Thinkstock

Hace unas semanas fui a comer con mis amigos Natalia y Luis, y éste último aprovechó para desahogarse y platicarnos el más reciente de sus tropiezos afectivos. Resulta ser que Luis salía con un tipo llamado Gerardo, quien parecía ser el hombre de su vida. Se divertían mucho y tenían cientos de afinidades entre sí. Sin embargo, había algo raro en su pareja.

—De repente desaparecía —nos explicó.

—Yo creo que necesitaba su espacio —opinó Natalia.

—No creo. Siempre pensé que había alguien más —respondió Luis.

Nos contó que un día se armó de valor y enfrentó a Gerardo tras su más reciente acto de escapismo. Éste le dio mil explicaciones incoherentes que provocaron que Luis, finalmente, expusiera sus sospechas. Al preguntarle si había alguien más, Gerardo admitió que sí, se trataba de su exnovio, mismo que lo había estado acosando. Prometió que no volvería a suceder. Está por demás decir que ocurrió nuevamente.

—Quedamos de ir a un bar —nos contó Luis— y Gerardo me dejó plantado. Le mandé mensajes, marqué a su casa y nada. Me preocupé mucho pensando que algo le pudo haber ocurrido.

—¿Nunca contestó? —preguntó Natalia.

—No —respondió él.

—¿Hasta cuándo? —dije yo.

—Hace una semana —dijo mi amigo lleno de frustración.

Esta vez la explicación de Gerardo fue más intensa y elaborada; le confesó que tenía novio. Atónito, Luis siguió escuchando el discurso que afirmaba que esta vez había terminado con él definitivamente y le pedía a mi amigo una última oportunidad. Luis se la dio.

Parecía que el incidente se había arreglado. Gerardo y Luis empezaron a pasar mucho tiempo juntos e, incluso, llegó un momento en el que se presentaron a sus familias. Mi amigo se sentía feliz de haber podido darle la vuelta a esa situación tan incómoda y, al final, de conseguir al hombre que quería. Pero, como había anticipado al inicio, esta historia no tiene un final feliz. De un día para otro Gerardo borró a Luis de todas sus redes sociales y no volvió a contestarle el teléfono. Así de repentino y así de inesperado. Solamente le mandó un mensaje de texto que decía que era mejor que no se siguieran viendo.

Esa tarde Luis, Natalia y yo hicimos conjeturas de todos tipos. Creamos escenarios y los llenamos de hipótesis, porque cuando a uno le rompen el corazón, lo único que quiere es una explicación. Al final, nuestro ego es el más herido y solo queremos saber que el fracaso no fue culpa nuestra y que no hay nada malo con nosotros. Lo que le ocurrió a Luis le pudo pasar a cualquiera, no es una cuestión de género ni de todas sus posibles combinaciones y, lo más importante es que se pudo haber evitado.

Durante mis años de soltería me regí bajo una ley que tiene sus orígenes en el béisbol: la regla de los tres srtikes. Cuando la persona con la que salimos se equivoca y hace algo que nos molesta o lastima, debemos notificárselo de inmediato. Es posible que se trate de un accidente y que el asunto se pueda arreglar. En caso de volver a ocurrir y que el comportamiento nocivo no se corrija, entonces ése es un strike. Al tercero debemos ser fuertes, dejar esa relación por la paz e intentarlo con alguien más.

Conforme el tiempo pasa en una relación, sobre todo al inicio, se crean lazos que más tarde es muy difícil abandonar. Nos acercamos y enamoramos de la otra persona, dejando pasar sus errores y defectos. Si estos ocurren de una manera recurrente y no parece haber una disposición por corregirlos, entonces estamos en camino hacia un corazón roto. El principio de una relación, al menos de una duradera, tiene que ser sencillo, debe de fluir y no darnos más problemas de los que ya tenemos.

La pregunta es entonces, ¿por qué nos enamoramos de las personas que sabemos nos van a lastimar? ¿Es masoquismo o realmente nos da miedo encontrar el verdadero amor?

Twitter: @AnjoNava

Quizás te interese:
Juntos pero no revueltos
El secreto de la fidelidad
Al rescate de la declaración

Sigue las Crónicas del Mejor Amigo todos los martes.