¿Somos o nos hacen celosos?

Carole Jahme, experta en psicología evolutiva, menciona al menos ocho variantes de celos de pareja —celos patológicos, celos eróticos, celos mórbidos, paranoia conyugal, el celoso monomaniático, celos psicóticos, no psicóticos y celos obsesivos—, y afirma que esta conducta se puede ver en todas las sociedades humanas, así como en ciertos primates del reino animal.

Para ser celoso se necesita un pretexto / Foto: Thinkstock
Para ser celoso se necesita un pretexto / Foto: Thinkstock

Aunque los celos pueden llegar a ser un problema muy serio dentro de una relación e, incluso, terminar en algún tipo de abuso o incidente violento, por lo general, dada su condición de universalidad, son aceptados y tolerados en la sociedad. Los celos destructivos, en cambio, provienen de conductas obsesivas, son considerados patologías, requieren de un tratamiento y la visita constante a un especialista.

Sin embargo, hay personas que a pesar de no tener rasgos obsesivos y psicópatas se ven envueltos en situaciones que les detonan sentirse inseguros y celosos de sus parejas. Mi amiga Eugenia es una de ellas. Hace unos días me contaba de su nueva relación, una que acaba de empezar y carece de cualquier tipo de formalidad.

Eugenia sale con Arturo, un chico que le presentaron en una fiesta, celebrada en un restaurante de moda. Esa noche, después de una charla de varias horas, Arturo le confesó a Eugenia que el lugar era suyo y que, justamente, a eso se dedicaba, a abrir restaurantes en la ciudad. En ese momento Eugenia cayó rendida.

—No solo es guapo —me contó una tarde—, además es exitoso. ¿Cómo no me iba a enamorar?

—Demasiado rápido ¿no? —pregunté.

—Quizás, pero era una oportunidad que no iba a perderme —respondió—. El problema es que de repente me volví muy celosa. Él me jura que solo está saliendo conmigo, que me quiere y que está totalmente dedicado a mí. Aunque hay algo, que no sé exactamente qué es, que no me deja tranquila. Supongo que soy yo.

Conozco lo suficientemente bien a Eugenia para saber que no es ella. Nunca —incluyendo una relación de tres años de duración— había hablado de celos. Indagando un poco más, mi amiga me contó cuestiones del comportamiento de Arturo que delataron el origen de tales sentimientos. Por ejemplo, siempre que suena su celular, ya sea para contestar una llamada o ver un mensaje, espera hasta estar completamente solo para atenderlo; no habla de examores, ni noviazgos anteriores; hay días completos en los que tiene comidas o salidas misteriosas con “amigas” que hace tiempo no ve; y quizás la peor es que dada su apretada agenda social, no invita a Eugenia a la mayoría de sus eventos.

¿Es problema de Eugenia, como ella piensa? En lo personal creo que no. Las experiencias pasadas e inconclusas pueden ayudar a determinar una conducta celosa. Si alguien fue traicionado anteriormente por su pareja, tiende a incurrir más en la celosía. El sentirse menos y tener una pobre imagen de uno también es un instigador de los celos. Ninguno de los dos factores aplica Eugenia. En mi opinión, la culpa la tiene Arturo.

—Él no está al cien por ciento en la relación, aunque te diga lo contrario —le dije ese día—. Lo que creo que te pasa es que su comportamiento te genera inseguridad, además de mostrarse lo suficientemente lejano para sembrarte miedo a perderlo. Es obvio que estás enamorada y que te fascina, pero él no responde de la misma manera.

—¿Y qué puedo hacer?— me preguntó cabizbaja.

—Lo primero es no guardártelo —sugerí—. Habla con él y dile cómo te hace sentir. Estas situaciones suelen acumularse en la mente como la presión en una olla exprés. La honestidad es la mejor forma de liberarte y si no sucede, si él no cambia, piensa en una posible separación.

—Qué difícil —dijo resignada—. Me tranquiliza saber que no soy yo el problema.

Excluyendo a quienes tienen algún tipo de patología, para ser celoso se necesita un pretexto y a Eugenia le sobran.

Twitter: @anjonava

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