Una distracción amorosa sin nombre

Es importante distinguir un crush de un enamoramiento real, aunque gozan de sintomatologías parecidas. / Foto: Thinkstock
Es importante distinguir un crush de un enamoramiento real, aunque gozan de sintomatologías parecidas. / Foto: Thinkstock

La lengua inglesa no es tan vasta como el castellano, pero a pesar de ello, es poseedora de una palabra a la que llevo años buscando una equivalencia. Antes de decir cuál es la describiré, esperando que evoque en ustedes ese término extraviado en el español.
 
Busco una palabra que describa ese enamoramiento súbito hacia alguien que ocurre por causas inesperadas y difícilmente identificables. Puede ser después de una plática intensa o un comentario inocente, de una sonrisa repentina o una carcajada involuntaria, de una mirada específica o el color de los ojos que la iluminan. No importa. Me refiero a esa sensación que se apodera de la actividad neuronal de todo individuo en un momento dado y a la que no puede oponer ningún tipo de resistencia. Me refiero a esa sensación que en inglés se describe como tener un crush.
 
Ya acudí a los diccionarios y, aunque existen traducciones oficiales, no he quedado satisfecho con ninguna. No hay palabra que me convenza, que tenga el mismo sentido y significado de la original, desde “encapricharse” hasta “embobarse”. Es increíble que una emoción tan universal no tenga una expresión única para nombrarla. En fin, por el momento, tomaré prestada la palabra crush para referirme a ella.
 
Tener un crush es algo parecido a perder la libertad. De pronto, cada hilo del pensamiento es interrumpido por la incisiva aparición de la persona por la que se ha caído y, con ella, la inmensa necesidad de elucubrar sobre las posibilidades de conquistarla.

Pero, hasta ese ejercicio suele fallar por la constante remembranza de las supuestas virtudes del susodicho, que no permiten, ni siquiera, el poder concentrarse para tomar un plan de acción. Digo supuestas porque durante un crush, estas cualidades se amplifican y, en algunos casos, hasta se inventan. Su inteligencia, buen humor, chispa, alegría, belleza, todas son producto de la misma ola de emociones desequilibradas de las que se es víctima.

Invito a quien está leyendo estas líneas a que haga un breve listado mental de todas las personas, al menos las más recientes, por las que se ha sentido así. Muchas, ¿verdad? No importa si se es o no enamoradizo, los crushes que uno desarrolla son caso a parte. Con los años he descubierto que ninguno de los que yo he sufrido me ha dejado nada bueno. Siempre afectaron otra parte de mi vida, ya sea el trabajo, algún proyecto pendiente por hacer e incluso la relación formal que pudiera tener en su momento.

Pero más importante, los crushes suelen ser un mecanismo de escapatoria a los que recurrimos para evadir una situación complicada que no queremos hacer frente. Resulta mucho más fácil idealizar a un nuevo prospecto romántico, admirarlo y fantasear con él, sufrir su desprecio o celebrar su aceptación en vez de atacar eso que realmente nos molesta. No hay mejor forma de evadir que enamorarse de alguien nuevo.

El problema de los crushes es que suelen ser efímeros. Cuando finalmente se extinguen, aquello que se estaba eludiendo regresará con mayor fuerza y bravura y, entonces, no habrá escapatoria. Determinar qué es eso de lo que se está huyendo es quizá lo más complicado de hacer. Es tarea de cada persona hacer un ejercicio mental para identificarlo con éxito, para inmediatamente después embestirlo.

Por eso es importante distinguir un crush de un enamoramiento real, aunque gozan de sintomatologías parecidas, lo que yace detrás de cada uno es lo que los separa de forma radical. Si tan sólo hubiera una palabra para describirlo, sería un buen primer paso para reconocerlo.

¿Te ha pasado? ¿Qué te parece?

@AnjoNava

Si quieres compartir tu caso escribe a: anjo.nava@yahoo.com

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