¿Contacto? Todo el que quieras. ¿Físico? No tanto

Llevar una relación de amistad a un nivel de pareja depende de las señasles que emiten y reciben ambos. / Foto: Thinkstock
Llevar una relación de amistad a un nivel de pareja depende de las señasles que emiten y reciben ambos. / Foto: Thinkstock

En cuanto a la forma en la que nos relacionamos los seres humanos no hay nada escrito. No hay reglas ni normas, todo es absolutamente relativo y depende de la combinación única de elementos que integran las partes interesadas. El resultado de su interacción es imposible de predecir, al igual que el tipo de lazo que se formará entre ellos.

Sin embargo, a todos nos ha pasado en un momento dado que, al escuchar la historia que nos cuenta otra persona, estamos seguros del desenlace de la misma.

Hace poco Ana, la mejor amiga de mi novia, nos contó un problema sentimental en el que se había enrollado. Ella es mucho más joven que mi pareja (y qué decir de mí). Creció en un mundo que yo presencié poco después de convertirme en adulto. Un mundo más libre y menos formal en donde las apariencias no eran tan importantes. Un tiempo en el que los niños crecieron alrededor de Internet.

Para ellos no hubo un cambio en la forma de comunicarse. Nacieron con los chats, por lo que aprendieron a expresar sus sentimientos a través de una pantalla de teléfono, en lugar de hacerlo en persona o, mínimo, con una llamada.

Aun así, los conflictos a los que se enfrentan en términos románticos son los mismos de siempre y desde el inicio del relato de Ana, con tan sólo una mirada, mi novia y yo sabíamos en qué iba a terminar.

Ella estaba pasando mucho tiempo con José, un chico de su escuela. Tomaban clases juntos, se veían en las tardes para hacer la tarea y se mandaban mensajes todo el tiempo. Una noche en la que bebió de más —con esa efímera valentía que regala el alcohol—, José le declaró su amor a Ana sin ningún tipo de censura, por supuesto, utilizando una herramienta digital.

Ana nos dijo que José la tomó por sorpresa y se preguntó de dónde había sacado la idea que algo pudiera surgir entre ellos, cuando sólo eran buenos amigos.

Yo opiné que era muy común confundir la amistad —esa que es pura, verdadera y que surge entre dos seres humanos afines, quienes disfrutan pasar tiempo juntos sin mayores consecuencias ni compromisos— con el amor. La equivocación es tan natural que es muy probable que a todos nos haya pasado alguna vez.

Diferenciar entre si lo que se tiene con otra persona es una relación amistosa o existe el potencial de llevarla a otra instancia en la que se involucren sentimientos más profundos depende de las señales que emiten y reciben ambos.

En ese momento, mi novia arremetió contra Ana y le dijo que había observado muchas manifestaciones de cariño entre ellos y que éstas rebasaban los límites físicos propios de la amistad. Los dos se abrazaban y acurrucaban cada vez que tenían oportunidad, ella lo tomaba del brazo para caminar e, incluso, alguna vez se quedó dormida en su hombro mientras veían una película. Ana no podía creer que estas razones fueran suficientes y explicó que ella se comportaba así con todos sus amigos.

Estuve de acuerdo con mi novia y señalé que los humanos, al igual que el resto de los animales que habitan en el planeta Tierra, somos seres que utilizamos los sentidos para percibir el mundo que nos rodea, y el tacto es uno muy importante. Cuando a alguien le gusta otra persona y ésta lo toca de cualquier forma, es muy fácil confundirlo con un interés sexual o, en muchas ocasiones, romántico.

Ana nos miró como un par de viejos que no sabían de lo que hablaban pero, en el fondo, la hipótesis no le pareció tan descabellada.

Es un lugar común acusar a las nuevas generaciones de estar enajenadas con los dispositivos móviles y demás interfaces de comunicación contemporáneas. Quizá lo estén, pero eso no los hace menos sensibles al contacto físico. Al grado que gente como Ana y José lo experimenten sin tabúes o hipocresías aunque, claro, de vez en cuando se preste a malas interpretaciones.

¿Te ha pasado?

@AnjoNava

Si quieres compartir tu caso escribe a: anjo.nava@yahoo.com

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