Vitamina N y los baños de bosque

En últimas fechas he escuchado varias veces el término “vitamina N”. No se trata de una sustancia recién descubierta sino de una experiencia difícilmente medible con las herramientas de la ciencia más clásica. La vitamina N es una forma de definir el efecto positivo que la Naturaleza tiene en los principales ámbitos de nuestra vida: salud, bienestar, emociones, relaciones humanas, creatividad, etc.

La 'vitamina N' es el efecto positivo de la naturaleza en nuestra vida / Foto: Thinkstock
La 'vitamina N' es el efecto positivo de la naturaleza en nuestra vida / Foto: Thinkstock

Filósofos, educadores ambientales, sociólogos y psicólogos, ocupados en resolver los problemas de la vida urbana, han vuelto la mirada hacia la naturaleza en busca de respuestas. Eso no es nada nuevo. Tras la industrialización y la modernización de la vida en el siglo XVIII, el romanticismo volvió a la naturaleza buscando la magia que se había perdido con la abrupta urbanización de la vida. Hoy, el calentamiento global, las crisis alimentarias y las enfermedades también nos están llevando de regreso a la naturaleza, pero los motivos y los hallazgos son distintos.

De acuerdo con naturalistas y científicos, nuestra generación tiene un déficit de "vitamina N". Durante cinco millones de años dependimos de la naturaleza para todo: comida, refugio, ciclos de sueño y reproducción, etc. Pero en los últimos cincuenta años esta situación ha cambiado de manera tan acelerada que no hay proceso de adaptación que pueda ir a ese ritmo. Científicos y conservacionistas como Richard Louv afirman que el ser humano es biofílico, es decir, que tenemos una atracción y una conexión innatas hacia la naturaleza y que nuestra supervivencia como especie depende enteramente de ese vínculo.

Menos conexión con la tecnología, más contacto con la naturaleza / Foto: Thinkstock
Menos conexión con la tecnología, más contacto con la naturaleza / Foto: Thinkstock

El doctor Louv, después de décadas de estudiar las relaciones del hombre y la naturaleza, y luego de entrevistar a cientos de familias en diversos países, acuñó el término “desorden por déficit de naturaleza”. A partir de ello y en diversos libros, ha mostrado cuán necesario es que los niños dejen de conectarse a la tecnología para conectarse con la naturaleza, porque su vida y su salud dependen de ello.

Basta hacer algunas búsquedas en internet para descubrir la gran cantidad de estudios que se han realizado al respecto desde diversas disciplinas. Todos concluyen algo similar: entre más se está alejado de la naturaleza, hay más pobreza en términos de salud. Otros estudios sugieren que el aumento en los niveles de alergias y enfermedades autoinmunes pueden ser causados, en parte, por la falta de contacto con las bacterias saludables y otras sustancias que se encuentran en la naturaleza. Ejemplo de ello son las fitoncidas, presentes en los aceites esenciales de las plantas que sirven para protegerlas de la putrefacción y el ataque de ciertos insectos.

Las fitoncidas entran en nuestro cuerpo a través del aire y al parecer juegan un papel muy importante en nuestro sistema inmunológico. Y es que no podemos pensar que nuestra especie evolucionó en una burbuja de cristal, durante millones de años convivimos con los seres micro y macro de la naturaleza, y nuestros mecanismos de equilibrio y superviviencia funcionan CON ellos.

Baños de bosque

Uno de los estudios más vanguardistas sobre los desórdenes provocados por el déficit de “vitamina N” se está realizando en Japón, un país densamente poblado, con serios problemas de depresión y suicido. Los científicos están midiendo los efectos físicos de los llamados “shirin-yoku” o “baños de bosque”. En un estudio se descubrió que después de una caminata de 15 minutos en un prado arbolado reduce notablemente los niveles de cortisol (hormona del estrés), además de regular la presión sanguínea y estabilizar el ritmo cardiaco. Otro estudio realizado en mujeres detectó que después de un par de horas en el bosque se incrementa en un 37% el número de células que sostienen las funciones del sistema inmunológico, es decir, las células que combaten virus y evitan la formación de tumores. Lo más sorprendente es que los niveles se mantienen invariables durante una semana.

Baños de bosque / Foto: Thinkstock
Baños de bosque / Foto: Thinkstock

“Nuestras acciones multitareas producen una sobredemanda cerebral en zonas que involucran la supresión de distracciones, el pensamiento creativo y el sentido de identidad”, señala el doctor David Strayer, especialista en neurociencia. “El contacto con la naturaleza permite que esas partes del cerebro se reestructuren, se reordenen y se regeneren adecuadamente”, concluye. Y es que en un estudio que Strayer realizó recientemente, encontró que después de pasar varios días de excursión en la naturaleza, la gente es 50% más creativa. Incluso después de una hora de caminata en una zona arbolada, se puede medir un incremento en los niveles de atención y concentración.

Otros estudios muestran diferencias abismales entre hacer una caminata en un centro comercial y hacerla en un bosque. Suena obvio, incluso parece absurda la comparación, pero ¿cuántas veces al mes vamos a un bosque o al campo en comparación a las veces que vamos a un centro comercial? La “satisfacción” que brindan las compras en un centro comercial es similar a la comida chatarra, nos llena temporalmente pero en el fondo hay una sensación de vacío y de frustración –porque uno no puede comprar todo lo que ve, porque uno no se ve como las fotos de las revistas–. La satisfacción que brinda la naturaleza es completamente distinta: en principio, no se ponen en juego relaciones de consumo o de estatus, no hay tensiones sociales que detonen estados depresivos. Un estudio realizado por la Universidad de Essex revisó esa diferencia. Después de caminar en un parque, el 90% de la gente reporta mejor autoestima y el 71% se siente menos depresiva. En cambio, 50% de la gente que camina en un mall se siente peor de como entró e incluso reportan sentirse deprimidos.

Algunos médicos han puesto a prueba las evidencias. En lugar de recetar medicamentos o mandar a sus pacientes al diván, les recetan terapia de naturaleza para complementar los tratamientos y prevenir enfermedades como la diabetes, la depresión o los daños cardiovasculares. Las recetas parecen instructivos salidos de una obra literaria: además de rutas de caminata, incluyen mapas de parques o rutinas como “dar dos vueltas al lago” o “sentarse a mirar el bosque media hora al día”. Por increíble que parezca, los doctores señalan que la “naturoterapia” es muy poderosa, que los pacientes la siguen al pie de la letra y con mejor disposición y disciplina que otras, porque pueden hacerla donde sea, es gratuita y sus beneficios se perciben de inmediato. En el caso de la psicología, también existen estudios serios que recurren a la ecoterapia para reconectar al ser humano consigo mismo y con su entorno.

Twitter: @luzaenlinea

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