Embarazo después de los 30, ¿carrera a contrarreloj?

Tengo más de 30 años y no he tenido hijos. Como muchas de mis amigas están en esa misma situación, no es raro que el asunto del reloj biológico y las presiones sociales sean parte de nuestras conversaciones. Nunca falta la tía o la compañera de trabajo entrometida que nos cuestiona: "¿Y tú para cuándo? Dicen que después de los 30 es bien difícil embarazarse, y luego los niños nacen mal”. Esta idea persiste en hombres y mujeres de todos los niveles sociales, culturales y económicos. Sin embargo, pocas veces nos preguntamos cuáles son los factores que determinan ese rango de edad o de dónde se obtiene la información con la cual se construyen las estadísticas que circulan por ahí.

Embarazarse después de los 30, ¿una carrera contra el tiempo? / Foto: thinkstock
Embarazarse después de los 30, ¿una carrera contra el tiempo? / Foto: thinkstock

Buscando información al respecto, me encontré con un artículo que publicó hace unos días la psicóloga e investigadora Jean Twenge, en The Atlantic. El artículo parte con un pregunta crucial: ¿hasta cuándo se puede esperar para tener un bebé? La autora, que también sintió el pánico de la edad y la presión social, se dio a la tarea de investigar qué tan cierto es que las mujeres de 30 años solo tienen un 20% de probabilidades de embarazarse en cada ciclo menstrual (porcentaje que baja hasta un 5% después de los 40).

Lo que encontró Twenge es que los estudios a partir de los cuales se establecieron esas estadísticas se hicieron con datos recopilados entre el siglo XVII y el siglo XIX (!!), cuando las expectativas de vida eran mucho menores y el ser humano era más vulnerable a epidemias y hambrunas. Por otro lado, Twenge muestra que los miedos relacionados con la edad no parten de condiciones exclusivamente fisiológicas, sino también de la disposición que tienen las parejas hacia el sexo conforme evoluciona una relación.

La investigación de la psicóloga también explora la idea de que a mayor edad, más riesgos genéticos. Lo que Twenge encontró en varios estudios (hechos en Europa y Estados Unidos) es que el 99% de los fetos de mujeres entre los 30 y los 35 años son sanos y normales genéticamente hablando; en el caso de las embarazadas entre 40 y 45 años, corresponde a un 97% de fetos normales y sanos. Y aún a los 45 años, cuando se supone que las mujeres ya no pueden embarazarse, el 87% de los fetos son normales y no corren riesgo de pérdida.

Por otra parte, Twenge –que fue madre por primera vez a los 35 años– muestra un estudio del doctor David Dunson en donde se registran las probabilidades de embarazo por edades. La pongo en un cuadrito sencillo:

Edad

Relaciones sexuales

Probabilidad de embarazo

19-26 años

3 días antes de la ovulación

29%

27-29 años

3 días antes de la ovulación

42%

35-39 años

2 días antes de la ovulación

29%

Estos datos mostrarían que los óvulos de las mujeres mayores de 35 tienen menos días de fertilidad, pero la diferencia no es tan dramática como se piensa popularmente. Citando al Doctor Rothman, especialista en fertilidad, Twenge señala que para aumentar las posibilidades de quedar embarazada después de los 30 hay que hacer algo tan obvio como tener sexo en los días fértiles. Por ejemplo, si una mujer de 35 años quiere embarazarse más fácilmente debe considerar tener una vida sexual tan activa como la que tenía a sus veinticuatro años, además de reconectarse con sus ciclos de ovulación y aprender a monitorear sus días más fértiles.

Otro estudio recopliado por Twenge, publicado en la revista Fertility and Sterility, señala que el 78% de las mujeres entre 35 y 40 años que tienen relaciones durante los días fértiles se embaraza sin dificultad alguna; en las mujeres que tienen entre 20 y 34 años, este porcentaje aumenta sólo seis puntos porcentuales (84%).

La conclusión a la que llega Twenge es que buena parte de los estudios a partir de los cuales se construyen las estadísticas se han hecho con mujeres que tienen problemas de fertilidad. Y más aún, muchos estudios no toman en cuenta que el 50% de la “tarea” corresponde al hombre. La psicóloga sugiere mirar otro tipo de estudios y estadísticas, es decir, aquellos que no se hacen basándose en individuos con problemas de fertilidad. Pero ojo: las cifras no son garantía de nada, sólo son un indicador que funciona en una realidad determinada (en el caso de Twenge, países desarrollados).

Estudios en mujeres sin problemas de fertilidad dan nuevas perspectivas / Foto: thinkstock
Estudios en mujeres sin problemas de fertilidad dan nuevas perspectivas / Foto: thinkstock

Calidad de vida VS estadísticas

El artículo de Twenge me dejó pensando qué ocurre en América Latina, donde hay poblaciones tan disímiles en casi todos los aspectos (idiosincrasia, alimentación, condiciones de salud, etcétera). Pienso en quienes viven en una isla cerca de la Patagonia chilena; sus condiciones de vida son muy distintas a las de una zona minera del norte de México o a las de una zona industrial y urbanizada en Colombia, por mencionar algunos ejemplos. Las estadísticas, tomadas al pie de la letra, suelen ser tan engañosas como los prejuicios.

A mi modo de ver, la calidad de vida es un factor determinante en nuestra fertilidad. La calidad de vida se entiende como una cuestión integral que abarca desde las cuestiones más tangibles (comida, horas de sueño, contaminación ambiental, estado de salud, estrés) hasta lo más intangible (creencias, nivel de conciencia, formas de relacionarse con el cuerpo y con la pareja, etcétera).

Es cierto que la medicina, la higiene, la educación y la disponibilidad de alimento han ampliado nuestras expectativas de vida y, por ende, el periodo de reproducción. Sin embargo, no podemos ignorar que esos y otros factores, al menos en nuestra realidad, también nos han perjudicado. Ahora hay muchos alimentos, pero su calidad nutricional es cuestionable desde el momento en que han sido cultivados o criados en terrenos desgastados por la explotación, modificados genéticamente, inyectados con cantidades absurdas de hormonas y antibióticos, rociados con pesticidas o adicionados con sustancias supuestamente “nutritivas” o “conservadoras”, pero que están asociadas al cáncer y la infertilidad.

Por otra parte cuando una persona vive en un medio hostil y tiene que lidiar con niveles altísimos de estrés, el desgaste físico y emocional aumenta exponencialmente, por lo que conscientemente está menos dispuesto al sexo, e inconscientemente, a la reproducción.

Me encanta el artículo de Twenge porque me lleva a pensar en el embarazo post-30 no desde el miedo a la infertilidad sino desde la salud y el bienestar. A mi parecer, la salud pasa por cuestiones sociales, ideológicas y económicas que pocas veces tomamos en cuenta.

Twitter: @luzaenlinea

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