El corsé del siglo XXI

Hace dos meses fui con mi sobrina de 10 años a un museo donde había una exposición sobre indumentaria del siglo XVII al XIX. Observábamos fascinadas los vestidos bordados y las telas, cuando le mencioné la palabra “corsé”. Mi sobrina no sabía lo que era. Le conté que se trataba de un instrumento que usaban las mujeres hace trescientos años, que estaba compuesto de varillas, telas y cordones para comprimir la caja torácica, estrechar la cintura y –dependiendo de la moral en turno– levantar u ocultar los senos. La idea era modelar la silueta de las mujeres y exagerar sus curvas para hacerlas más deseables a los ojos masculinos, sin importar lo que hubieran de padecer.

¡Pero qué incómodo, cómo aceptaban ponerse eso, no se puede ni respirar!
¡Pero qué incómodo, cómo aceptaban ponerse eso, no se puede ni respirar!

Mi sobrina puso cara de interrogación, ni la palabra ni la referencia existían para ella. Enseguida le mencioné aquella escena de la película Piratas del Caribe donde la delgadísima Keira Knightley, sofocada por el calor y la presión del corsé, se desmaya y cae al agua. ¡Ah, sí, ya me acordé!, respondió mi sobrina, y cuando vio el corsé de cerca, exclamó : ¡Pero qué incómodo, cómo aceptaban ponerse eso, no se puede ni respirar! Me sentí aliviada por la reacción de mi sobrina. Salí contenta del museo pensando que, al fin, ciertas prácticas de “belleza” habían quedado en los anales de la historia como lo que eran, medios de tortura y prácticas de manipulación tan eficaces que incluso las mismas mujeres las integraban a su vida como algo necesario para reafirmar su condición femenina.

Keira Knightley - Foto: Daily Mail
Keira Knightley - Foto: Daily Mail

Pero las celebrities siempre tienen sorpresas reservadas, tanto que su popularidad es capaz de revivir e incluso normalizar el uso de instrumentos tan retrógradas y nocivos como la “faja entrenadora de cintura”, algo muy parecido al corsé. Su portadora es Kim Kardashian, quien la presume con orgullo en su cuenta de Instagram.

Me pregunto por qué una mujer como ella usa un corsé en pleno siglo XXI. Hasta cierto punto, me parece comprensible que las mujeres ligadas al mundo de la farándula usen fajas para modelar los vestidos de diseñador en la alfombra roja. Es una situación excepcional; cuando le dedicamos dos minutos de reflexión, sabemos que todo el oropel y el artificio que se muestra en la alfombra roja no es más que un montaje.

Sin embargo, cuando la faja deja de ser un recurso excepcional y se convierte en prótesis diaria, siento que estamos retrocediendo muchos siglos, que alguien perdió el suelo y ese alguien no es cualquier persona. Kim Kardashian es una de las celebridades más imitadas en el mundo y su influencia es más poderosa de lo que pensamos: en las últimas dos semanas he visto a tres chicas en el gimnasio que hacen ejercicio con su faja entrenadora de cintura.

Hay mujeres que después de dar a luz recurren a vendajes y ropa ajustada para ayudar al cuerpo a recuperar la forma que tenía antes del embarazo. Sin embargo, el cuerpo es más sabio y tiene sus mecanismos: cuando una madre amamanta a su hijo, su organismo usa la grasa disponible y produce movimientos (casi imperceptibles) que contraen los músculos, regresan los órganos a su lugar y la grasa se redistribuye de manera natural, a un ritmo que no tiene que ver con las exigencias del mercado.

La doctora Mary Jane Minkin, de la universidad de Yale, afirma que no hay forma de “entrenar” al cuerpo para reducir la cintura. “ Cuando te quitas la faja, tu cuerpo retomará su forma. No sólo es incómoda, también restringe tus movimientos, y si la usas demasiado apretada, dificulta la respiración y puede provocar daños en las costillas” . Los pulmones necesitan expandirse totalmente cuando haces ejercicio, si no, no hay manera de oxigenar correctamente los músculos y el cerebro. Por otra parte, hay quienes piensan que es bueno usar una faja porque aumenta la transpiración, pero lo que usa Kim Kardashian difícilmente deja espacio para que la piel transpire.

En otras palabras: puedes engañar a tu mente, pero no a tu cuerpo. Incluso puedes hacerle creer a otros que tienes silueta de botella, pero cuando llegue la hora de la verdad, cuando te desnudas, ¿cómo vas a esconderte de ti misma? Las fajas “entrenadoras” solo comprimen los órganos y reubican la grasa, pero no la desaparecen.

Cuando veo a las chicas del gimnasio entrenando con la faja puesta, no puedo evitar preguntarme para qué o para quién están modelando su cuerpo, porque los costos psicológicos, físicos y emocionales de cumplir con las expectativas ajenas son muy altos.

Después miro hacia atrás: veo muchos años de lucha por la equidad y el respeto al cuerpo de la mujer. Pero también observo el presente y encuentro una industria que nos vende inseguridades para que compremos los productos que prometen desaparecerlas. El mecanismo es perverso y si no reflexionamos al respecto, seguirá vigente cada vez que Kim Kardashian aparezca enfundada en un corsé del siglo XXI y alguien le dé “like”.

@luzaenlinea

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