Mi vagina no necesita tus productos de "higiene femenina". Y tampoco huele a chicle de fresa.

Un mal entendido concepto de higiene puede hacer mucho daño.
Un mal entendido concepto de higiene puede hacer mucho daño.

El otro día en el gimnasio vi algo que me sacó de mis casillas. Una marca que vende productos de “higiene femenina” elaboró un cartel promocional en el que induce a las mujeres a pensar que el olor que se desprende de nuestros genitales cuando hacemos ejercicio es desagradable y, por lo tanto, hay que bloquearlo. Obviamente, la “solución” es usar un jabón que ellos ofrecen sin costo en la zona de duchas del gimnasio.

No, no y mil veces no. La higiene femenina, esa que venden en frascos de jabón y compresas aromatizadas, es una de las ideas más asquerosas y torcidas que existen. Estoy verdaderamente cansada de ver cómo proliferan productos antiolores llenos de fragancias disrruptivas y sustancias tóxicas. La vagina no es un campo de manzanilla ni un chicle de frambuesa, tampoco debe oler a menta y menos a talco de bebé. La vagina es un microecosistema dentro del cuerpo de un animal, por lo tanto, tiene bacterias y levaduras y hongos y pelos y secreciones y tejidos. Y huele a lo que tiene que oler. Y cuando sangra, huele a sangre. Y cuando suda, huele al animal que somos. Y cuando conocemos esos olores en un estado de equilibrio, sabemos que un cuerpo sano no huele a jabón azul "manantial de frescura". Y cuando hay algún desequilibrio, sabemos reconocerlo por el olfato; el gesto menos saludable es encubrirlo, hay que restaurar ese ecosistema respetuosamente.

Así que ya estuvo bueno: no necesitamos "higienizar" nada, señores vendedores de productos “femeninos”, sus argumentos de venta son ridículos en comparación con los millones de años de perfeccionamiento evolutivo y conocimiento intuitivo del que somos depositarias. Lo contrario a la higiene femenina –si acaso fuera necesario nombrar una de las formas de cuidado por una misma–, es la salud vaginal. ¿En que consiste? En inteferir lo menos posible con los procesos del cuerpo y cuidar su equilibrio con gestos apegados al sentido común y a los materiales naturales. Por ejemplo:

 

Lo contrario a lo que promueven como 'higiene femenina' es la 'salud vaginal'.
Lo contrario a lo que promueven como 'higiene femenina' es la 'salud vaginal'.

Ropa interior. Hasta ahora no se ha inventado una tela más amigable con nuestro cuerpo que el algodón. Este material permite que la piel respire, no acumula humedad y cubre con suavidad la piel delicada de los genitales. Las telas sintéticas y las tangas de “hilo dental” producen rozaduras e irritaciones. Muchos médicos recomiendan dormir sin calzones y con pijama de algodón, evitar las prendas ajustadas, usar falda una o dos veces a la semana y sobre todo, no ir al gimnasio sin ropa interior de algodón.

En vez de usar jabones olorosos, sería más benéfico hacer ejercicios de Kegel, indispensables hoy en día para las mujeres que pasamos mucho tiempo sentadas. Al fortalecer los músculos del suelo pélvico, evitamos pérdidas de embarazos y vejigas perezosas, aumentamos la sensibilidad al momento del coito y, sobre todo, mejoramos la irrigación sanguínea de toda el área pélvica.

La alimentación es uno de los pilares de la salud vaginal. Si consumes exceso de carbohidratos, harinas refinadas, grasas hidrogenadas y comida industrializada cambiarás el pH de tus mucosas. Las levaduras y bacterias que forman parte de tu flora vaginal verán su medio alterado, y al igual que ocurre en los macroecosistemas cuando una especie domina a la otra, el desequilibrio y las enfermedades aparecen. Come sanamente, consume alimentos verdaderamente nutritivos e integra los fermentos a tu dieta.

 

En lo que toca a relaciones sexuales, lo que manda es el sentido común

Usa tu sentido común para evitar problemas de salud derivados del sexo.
Usa tu sentido común para evitar problemas de salud derivados del sexo.

1. Evita tener sexo sin lubricación, el roce del coito puede generar quemaduras y llagas interiores y aunque sean diminutas, pueden causar infecciones que ponen en riesgo tu salud a largo plazo. No importa cuánto insista tu pareja, si no hay lubricación, no hay diversión. Ahora bien, si la sequedad es recurrente, probablemente necesitas poner atención a algún asunto emocional. Por algo tu cuerpo está diciendo que no.

2. Para poder explorar con confianza, hay que lavarse las manos siempre, y para no meter bacterias donde no van, nunca pases del sexo anal al vaginal sin cambiar de condón.

 

De una vez por todas: olvídate de las duchas vaginales. Aunque no te lo hayan enseñado en tus clases de biología o no lo sepas, tu vagina tiene la capacidad de limpiarse a sí misma y está mucho más limpia que tu cavidad bucal. Además, numerosos estudios han mostrado que el uso de productos de “higiene” intravaginales aumenta el riesgo de infecciones pélvicas, inflamaciones y enfermedades de transmisión sexual. Geles, jabones y otros productos pueden resecar la vulva y la entrada de la vagina al grado de dejarla expuesta a infecciones. Lo único que necesitas para lavarte a diario es agua tibia, si acaso, un jabón neutro y muy suave.

Si vas a consumir antibióticos, acompáñalos de un tratamiento de regeneración de flora bacteriana.
Si vas a consumir antibióticos, acompáñalos de un tratamiento de regeneración de flora bacteriana.

Si vas a consumir antibióticos, acompáñalos de un tratamiento de regeneración de flora bacteriana puesto que ese tipo de medicamentos, así como matan a las bacterias que te hacen daño, también barren con la población de bacterias (como los lactobacilos) que mantienen la salud de tus mucosas. Todo tratamiento antibiótico va acompañado de un tratamiento de compensación.

@luzaenlinea

 

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