Cuidado con lo que te dices a ti misma

Si pudiéramos grabar los monólogos de nuestras conversaciones internas, cambiaríamos nuestra autopercepción, seríamos menos duros, menos vulnerables al juicio ajeno, a la culpa, al drama, y ganaríamos en tranquilidad y sabiduría.

¿Qué te dices a ti misma cuando estás frente al espejo? / Foto: Thinkstock
¿Qué te dices a ti misma cuando estás frente al espejo? / Foto: Thinkstock

Un estudio realizado por el Dr. David Sarwer, director del Centro para el peso y los desórdenes alimenticios de la Universidad de Pennsylvania, mostró que el espejo es una de las primeras herramientas que usa con algunos pacientes. Los coloca frente al espejo y los pone a practicar ara que aprendan a hablarse con cariño y con un lenguaje más netural al momento de evaluar sus cuerpos. En lugar de decirse “mi abdomen es desagradable y grotesco”, Sarwer explica, “les pido a los pacientes que digan: mi abdomen es redondo y grande, un poco más grande de lo que me gustaría que fuese”. El objetivo de Sarwer es ayudar a remover términos negativos y peyorativos del diálogo interno. Lo interesante es que no basta con que el paciente pierda o gane peso sino que cambien la forma en que ven su cuerpo.

 

Tú no eres tu talla

Un estudio realizado en Holanda en 2013 notó que las mujeres con anorexia, cuando entraban en el laboratorio, se ladeaban y se comprimían aunque hubiese suficiente espacio para pasar. Según el Dr. Branch Coslett, neurocientífico de Universidad de Pennsylvania, eso se debe a que la representación interna (la perspectiva de su cerebro) que esas mujeres tienen de su cuerpo es mucho más voluminosa de lo que en realidad es.

Las mujeres con anorexia mujeres creen que su cuerpo es más voluminoso de lo que en realidad es / Foto: Thinkstock
Las mujeres con anorexia mujeres creen que su cuerpo es más voluminoso de lo que en realidad es / Foto: Thinkstock

Coslett añadió que este hallazgo no es totalmente nuevo: “Ya desde 1911, dos neurólogos (Henry Head y Gordon Morgan Holmes) habían explorado la conexión entre el cerebro e imagen corporal. Usaban el ejemplo de los sombreros con altas plumas que se usaban entonces; aún cuando las mujeres no los llevaban, se inclinaban al pasar por el dintel de la puerta”. Es decir que su yo mental estaba usando el cerebro, aunque su yo físico no; lo mismo que las chicas anoréxicas del estudio holandés.

Los neurocientíficos están tratando de averiguar cómo funciona la representación mental del cuerpo, ya que ese sistema de percepción es el que nos permite, por ejemplo, saber cuánto espacio ocupamos para no derribar objetos o realizar simples tareas como tomar un vaso con agua. Los científicos lo consideran un sentido interno muy poderoso y puede ser equiparado con lo que algunos llaman imaginación motora. Ésta consiste en una red neurológica utilizada tanto para imaginar el movimiento como para ejecutarlo. Imaginar el movimiento una y otra vez tiene el mismo efecto en nuestro cerebro que practicarlo, y puede llevar a los mismos resultados en la ejecución.

 

El otro yo

Hablarse a uno mismo por el nombre y en segunda persona demostró ser aun más útil / Foto: Thinkstock
Hablarse a uno mismo por el nombre y en segunda persona demostró ser aun más útil / Foto: Thinkstock

Lo que Coslett quiere entender es cómo la gente con desórdenes alimenticios construye su imagen corporal añadiendo centímetros donde no los hay. Este conocimiento permitiría ayudar a personas con anorexia, bulimia o simplemente baja autoestima.

Hasta ahora, la evidencia que señala que el diálogo interior puede cambiar la imagen corporal es bastante limitada, ya que el efecto que esto tiene en la fisiología del cerebro no ha sido suficientemente estudiado. Coslett considera que es probable que el diálogo interior –construido a partir de una serie de percepciones, como la intensidad del dolor, los sabores o lo que vemos– está fuertemente influenciado poropiniones, patrones culturales y creencias. Para los neurocientíficos, lo que nos decimos a nosotros mismos sería una manera de modelar la identidad.

Por otra parte, otros investigadores sugieren que cuando incluimos el “yo” en los diálogos internos añadimos estrés a nuestra percepción en lugar de generar ondas cerebrales ligadas al amor o la aceptación. El psicólogo Ethan Kross, investigador de la Universidad de Michigan, estudió los diálogos interiores y encontró que cuando una persona se habla a sí misma usando su nombre (en segunda persona en vez de en primera) el efecto en el comportamiento y la autopercepción son más positivos y compasivos.

Kross realizó un experimento y le pidió a un grupo de personas que preparara un discurso en cinco minutos. La mitad del grupo recibió la indicación de hablarse a sí mismos en primera persona (yo) y la otra mitad, en segunda persona (usando su nombre). El primer grupo reportó que en su diálogo interno había frases de inseguridad e insuficiencia, como “no voy a lograrlo, no soy capaz”, mientras que el segundo reportó un diálogo más positivo, neutral, sin drama. Incluso, muchos se veían a sí mismos dando el discurso sin ponerse nerviosos. La conclusión de Korss es que al tomar distancia de sí mismo, uno es tan amable y amoroso como lo sería con otra persona.

Lo ideal, sin embargo, no es disociarnos de quien somos sino integrar todas nuestras dimensiones, hacer a un lado la idea culposa de que somos insuficientes, y comenzar a cultivar la autocompasión a cada instante, en cada una de nuestras acciones y pensamientos.

@luzaenlinea

 

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