Anuncios

Cómo rediseñar la mente

Hace varios años los neurocientíficos descubrieron que el cerebro puede rediseñarse y curarase a sí mismo a lo largo de la vida. Esta capacidad innata, mejor conocida como neuroplasticidad, permite al cerebro reestructurar la materia gris. Lo que resulta más sorprendente aún es que este rediseño puede hacerse de manera consciente y voluntaria si cambiamos nuestras respuestas ante distintas situaciones de la vida, incluyendo los estados emocionales.

La neuroplasticidad es una capacidad innata del cerebro - iStockphoto
La neuroplasticidad es una capacidad innata del cerebro - iStockphoto

Los neurocientíficos entienden las emociones como moléculas que transmiten mensajes sobre determinadas experiencias. Dichos mensajes se integran en el cerebro y generan patrones de pensamiento-respuesta. Tras estudiar las adicciones, los desórdenes postraumáticos o compulsivos, se ha descubierto que muchos de nuestros problemas emocionales tienen que ver con la rigidez de patrones de pensamiento (ideas arraigadas, creencias, prejuicios), y que casi todos están asociados a una respuesta ante el miedo. En otras palabras: el miedo hace que nuestro cerebro vaya perdiendo su flexibilidad y, por ende, su capacidad de adaptación. La buena noticia es que neuroplasticidad se puede recuperar.

Reescribir la mente

Hay momentos en la vida en los que sólo nos queda asumir con humildad que no podemos cambiar una situación. Sin embargo, lo que sí podemos hacer es cambiar la forma en que ésta nos afecta o nos hace crecer. Modificar patrones de pensamiento no es como ir a la farmacia y tomarse una pastilla, hay que dedicarle tiempo y paciencia pues se trata de un proceso que puede tomar meses. De acuerdo con la Doctora Athena Stike neurocientífica y reputada terapeuta, existen cuatro formas de flexibilizar nuestra mente para adaptarnos mejor a las situaciones de la vida:

1. Mira tus patrones de respuesta como estrategias aprendidas

iStockphoto
iStockphoto

La verdadera salud mental no es la carencia de problemas sino la habilidad para resolverlos. De hecho, nuestra mente necesita tener conflictos que resolver para brillar. Detrás de cada "problema" hay una creencia o un patrón de conducta. Se trata de estrategias que nuestra mente aprendió en algún momento para protegernos y permitirnos interactuar con los demás. Estas estrategias se integran a nivel inconsciente desde la infancia. Conforme crecemos, repetimos comportamientos e ideas hasta que pensamos que ellas definen nuestra identidad. Pero llega un momento en que esas ideas no coinciden con lo que estamos viviendo y nos generan conflictos en distintos ámbitos de la vida. Usualmente se trata de ideas afincadas en el miedo pero, como ideas que son, pueden desaprenderse. Lo primero que hay que saber es que no estamos atados, sino que somos libres de elegir los pensamientos, las acciones y las emociones que expresen nuestras necesidades reales.

2. Toma distancia

 iStockphoto
iStockphoto

Imagina que tu mente es tierra fértil, que las ideas que rigen tu vida son semillas que fueron plantadas hace tiempo y germinaron hasta convertirse en patrones de pensamiento-respuesta. Esos patrones no definen quién eres sino la manera en que reaccionas ante ciertas situaciones. Hacerlo consciente te permite tener una visión más clara de lo que puedes cambiar y lo que no.

La manera en que pensamos acerca de nosotros mismos es un buen punto para comenzar el desaprendizaje. Por ejemplo, un día algo o alguien te hizo pensar: "Soy un fracaso", y comer un kilo de chocolate te dio cierta sensación de mejoría. Tu mente asoció el pensamiento con la acción y construyó una estrategia de sobrevivencia. A partir de entonces, ese comportamiento se ha activado automáticamente, pero en el fondo no te ha permitido superar la frustración. Hay que ir al origen de esa idea y plantear lo opuesto para que, de manera consciente, se instale en la mente otro principio. Parece fácil, pero es todo un reto. Se trata de tomar las riendas de nuestro pensamiento y nuestros estados emocionales para poder cambiar nuestras respuestas ante la vida.

3. Enfoca tu visión: prioridades y valores

 iStockphoto
iStockphoto

Es común que en ciertos periodos de la vida no tengamos muy claro hacia dónde vamos, qué queremos o cuáles son nuestras prioridades. Es ahí cuando se vuelve más necesario hacer una introspección. No es algo que nos enseñen en la escuela o en un taller de verano, por eso necesitamos recurrir a los elementos que tengamos a mano: historias, películas, recortes, experiencias y todo aquello que nos ayude a formar una imagen que nos muestre lo deseamos ser, lo que nos importa realmente, lo que queremos y lo que no queremos, y también lo que valoramos tanto en nosotros mismos como en los demás. Ante todo, es un ejercicio de honestidad. Visualizar lo que queremos es la gasolina del subconsciente; esa imagen moviliza toda nuestra energía para crear nuevas rutas de pensamiento y acción. De hecho, esta capacidad no es opcional sino que el cerebro está diseñado para trabajar de esa forma.

Reescribir o rediseñar nuestra mente también implica planear rutas prioritarias y alternativas. Es importante que cuando visualices esa imagen, lo hagas integralmente, con todos tus sentidos, que sepas cómo se ve, cómo sabe, cómo huele, cómo se escucha, y sentirlo como si fuese una realidad presente. Esas sensaciones no son una simple decoración, sino que funcionan como estímulos que le dan a tu inconsciente el material necesario para modificar las rutas de pensamiento y generar nuevas asociaciones. Por eso es importante imaginar y soñar despierto, porque abre caminos para que la mente sustituya una estrategia ligada al miedo por otra ligada a la voluntad y la afirmación.

4. Acciones que expresen tu compromiso


 iStockphoto
iStockphoto

El cuarto paso es el más difícil, es un cambio real de comportamiento. El principio de la neuroplasticidad es, precisamente, abandonar lo viejo por lo nuevo, lo conocido por lo desconocido. Y es en la acción donde ocurre el cambio químico del cerebro y surgen nuevas rutas de pensamiento. Cuando hacemos consciente un comportamiento distinto y lo ponemos en práctica, el inconsciente deja de reaccionar defensivamente, porque aquellas ideas que nos hacían ver ciertas situaciones como amenazas, se integran en nuestra mente como aprendizajes. Las viejas ideas que nos hacían actuar por temor al rechazo o al abandono, dejan de funcionar para dar paso a respuestas más reflexivas y afirmativas, lo que también se traduce en decisiones más libres y conscientes.

Finalmente, hoy la neurociencia reconoce que los cambios conscientes en la forma de pensar también producen cambios físicos en la estructura del cerebro. Reacciones compulsivas, obsesivas o adictivas pueden modificarse progresivamente para sanar nuestras relaciones.

Artículos que pueden interesarte:
Sinestesia: escuchar los olores, mirar los sonidos
La clave de la felicidad
¿Te traicionan tus intenciones?