Masculinidad, ¿cómo ha cambiado en el tiempo?

Nuevos hábitos pueden poner en jaque los ejes profundos sobre los que se asienta la masculinidad. / Foto: Thinkstock
Nuevos hábitos pueden poner en jaque los ejes profundos sobre los que se asienta la masculinidad. / Foto: Thinkstock

Un periodista inglés allí por 1994 inventó el término 'metrosexual', con el cual trascendió una práctica de la masculinidad al estilo del siglo XXI, cuyo símbolo más notable ha sido el futbolista David Beckham. Define al varón narcisista urbano que cuida su imagen y cuerpo con esmero.

La historia registra antecedentes de situaciones culturales semejantes con la aparición del dandismo del siglo XVIII, cuyo refinamiento y nuevos valores en relación con la sobriedad han persistido aún cuando muchos lo daban por extinguido.

En nombre de la transgresión y la modernidad, los cambios de hábitos y costumbres pueden poner en jaque los ejes profundos sobre los que se asienta la masculinidad.


La situación recuerda, estableciendo un paralelo arbitrario entre modernidad y tecnología, a una frase que se le atribuye a Albert Einstein que dice algo así: “Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad…”. En este sentido, hoy podemos ver cómo las nuevas comunicaciones virtuales, emergentes de la tecnología, reemplazan las maneras de vincularnos más tangibles.

Del mismo modo, la modernidad ha creado nuevos paradigmas y prototipos de la masculinidad. Como en todo cambio, con la aparición de flamantes parámetros comienzan a eclipsarse los anteriores, algunos de ellos arquetipos durante décadas.

Así como han desaparecido los sombreros sobre las testas varoniles —de vez en cuando surgen modelos de boinas y sombreretes que las mudanzas radicales de la moda terminan por defenestrar— también han cerrado sus puertas numerosas fábricas que confeccionaban aquel accesorio que lucieran gallardos Humphrey Bogart y Robert Taylor.

También, gracias a la nueva información que nos trae la modernidad sobre nuestra salud, el cigarrillo que se consideraba un artículo más de elegancia, hoy es observado como un elemento dañino, mortal. Es la misma modernidad que nos indica que en la acción de rasurarse, en honor a la practicidad, se ha olvidado el uso de la brocha enjabonada y la navaja. Hoy usamos afeitadoras de plástico similares a las que utilizan las mujeres para depilarse sus piernas. La diferencia: las de ellas son de color rosa.

Otra ceremonia masculina que hemos subido al cadalso es la del lustrado de zapatos de cuero con betún o pomada, trapo y cepillo. ¿Cuántos de ustedes conservan en sus casas la vieja caja de madera que contiene todos los utensilios, a la vieja usanza?

Por último: “una camisa bien planchada hace que un hombre se destaque entre la multitud”, ha sentenciado el diseñador. El verdadero hombre plancha sus camisas, pues no necesita depender de alguien para lucir presentable. Es poco probable que hoy hallemos un hombre “planchador”. Al igual que los soldados que se aprestan para entrar en batalla, el caballero usaba el “apresto” para que sus camisas pudieran ganar la batalla del día a día.

Está bien no renegar del progreso, los cambios culturales y el futuro, pero no deberíamos dejar de transmitir las viejas tradiciones que aunque más no sea, forman parte de la referencia que nos indica hacia dónde estamos yendo.

@Sebas4nier

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