Las leggins y la imaginación del hombre

Los leggins, por su comodidad y versatilidad, han llegado para quedarse... aunque dejen poco a la imaginación. / Thinkstock
Los leggins, por su comodidad y versatilidad, han llegado para quedarse... aunque dejen poco a la imaginación. / Thinkstock

“La realidad no existe si no hay imaginación para verla”
Paul Auster

Aunque suene demasiado terrenal, últimamente la imaginación masculina se ha visto recortada, obstruida por un elemento que la moda ha impuesto.

No hay proceso mental más inspirador que el “imaginar” algo. Sucede cuando la imaginación toma de la percepción los hechos reales y los transforma en ideales. Con la imaginación, muy visual en los hombres, logramos “ver sin ver”. La imaginación no tiene límites y de alguna forma, por no tenerlos, podemos generar arte a través de ellos. Sin la imaginación no podría existir la expresión artística.

Las mujeres han “viralizado” desde hace poco tiempo el uso de una prenda que hoy en día se ha convertido en una mercancía genérica, en un producto básico.

Definitivamente los leggins o calzas como se le dice corrientemente en Argentina, han dejado sin posibilidades creativas a la imaginación del hombre. Como si fuera una segunda piel, extremadamente adheridas, los leggins copian con desvergonzada precisión los contornos de las mujeres que las usan a diario. La desfachatez con la que se marcan los detalles de la figura femenina es escalofriante. De noche, la oscuridad y la media luz juegan con lo visible y lo que se insinúa de su cuerpo, pero a plena luz del día los leggins logran revelarlo casi todo.

No es por pacatería, pues ningún hombre en su sano juicio rechazaría la oportunidad de ver deambular a damas enseñando desde la cintura hasta el tobillo; es que a veces el criterio de algunas mujeres que las usa no logra discernir entre los beneficios y los perjuicios que los leggins logran en su humanidad. En esos casos la exposición es mayúscula y aumenta exponencialmente si el color de la prenda es blanco o en la gama de los tostados.

No creo que sume elegancia o refinamiento el que se distingan —en demasía— ciertas partes de la anatomía femenina que requerirían una exhibición más prudente. Si se muestra todo, ¿qué es lo que queda reservado para la imaginación?

Hace poco en un colegio estadounidense de la localidad de Easton en Illinois, se eliminó a los leggins de su código de vestimenta para los alumnos. Aún con la insatisfacción de algunos estudiantes, se mantuvo la regulación dentro de las instalaciones educativas. El motivo aducido por la casa de estudios fue que aparentemente la prenda de la discordia distraía a los alumnos durante las clases.

Podrían publicarse un sinnúmero de argumentos en contra y a favor referidos a este artículo de moda, que las mujeres actualmente consideran un “básico” dentro de sus guardarropas. Lo que podría reclamársele a dicha prenda es que destruye la tensión entre lo que se puede ver y lo que la imaginación construye en la mente masculina. Si se muestra mucho, aquella develación extingue la fantasía y con ello no habrá margen para la ilusión.

Por otro lado, el modo en que se lucen unas leggins traza una frontera entre lo que es sexy y lo que se considera sexual. Como decía el naturalista Charles Darwin: “No puedes depender de tus ojos cuando la imaginación está fuera de foco”.

Los leggins, por su comodidad y versatilidad son una alternativa de moda que evidentemente ha llegado para quedarse. Ahora bien, si ellas lograran estimular la imaginación adicionarían un valor extra. Pero si lo que se quiere es poner prematuramente “toda la carne en el asador”, cuidado, no vaya a ser que la vulgaridad esté tocando a la puerta y por ella huya, perturbada, la imaginación.

¿Qué te parece?

@Sebas4nier

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