La horrenda sensación de cuando te roban el celular

Millones de celulares son robados al año, en todos los países y a toda hora.
Millones de celulares son robados al año, en todos los países y a toda hora.

A las grandes ciudades se les llama ‘junglas de asfalto’. Pero es un error: en la jungla no te roban el celular. Millones de celulares cambian de poseedor en forma ilegal al año, en todos los países, a toda hora. Las probabilidades y las estadísticas dicen que con certeza uno mismo, o algún conocido, sufrirá el hurto de su móvil. Pues la semana pasada, y de forma en que todavía no me explico cómo, pasé a engrosar esas estadísticas.

 

En América Latina, el robo de celulares suele estar acompañado de una amenaza armada, aunque en mi caso fue pura habilidad con los dedos. Llevaba un smartphone de alto rango que estaba testeando, un Moto X de segunda generación, en el bolsillo delantero del jean. Doy el modelo para indicar que es un equipo con pantalla grande, de 5.2 pulgadas. Es, en definitiva, un dispositivo que se siente en el bolsillo del pantalón y su ausencia se tendría que notar.

 

Sin embargo no fue así. Se volatilizó y solo me di cuenta cuando llegué a mi casa y lo busqué para apoyarlo en el lugar donde siempre lo dejo, sobre mi mesa de luz. Me lo robaron en el trayecto que hice al bajar del automóvil (allí lo tenía seguro) y entrar en mi edificio. En apenas diez metros, desapareció.

 

Enseguida lo busqué por internet a través del servicio Android Device Manager. Lo hice sonar y, por supuesto, no lo oí. Como ya preví lo peor, decidí borrar a distancia toda la información personal que había en él. La próxima vez que lo encendieran los ladrones o los que se quedaron con el celular, se borraría mi información. Por suerte siempre bloqueo las pantallas con una clave numérica o con un knock code. Una forma más de no hacerle fácil la vida a los delincuentes.

 

Luego utilicé el Location History del Google Maps. Allí queda registrado todo el movimiento diario del celular. Descubrí con horror que el equipo robado, luego de una voltereta por mi barrio, había terminado cerca de casa, próximo a una zona de viviendas tomadas. Luego, desaparecía el rastro gráfico. Adiós para siempre, en mi caso.

 

Según me prometieron los técnicos de la prestadora del servicio telefónico, con los recaudos que había tomado ya, el smartphone solo serviría, a partir de ese momento, como un costoso objeto de decoración. Un amasijo inservible de plástico y circuitos integrados. En realidad no estoy muy seguro de que sea así, siempre existe una contramedida a cualquier tecnología de seguridad que se invente. O por lo menos, tarde o temprano la habrá.

 

Aunque por ahora, lo que pretendo es que no profanen mis cosas íntimas, que es en definitiva lo que se vuelca mucho en un celular. Por ejemplo, ¿es válido tomar fotos con el móvil? Sí, pero lo que convendría hacer es que la foto obtenida se lleve a otro depósito, como podría ser una PC privada o un servidor remoto, y borrar la copia que hay en el móvil. La realidad es que este backup rara vez se hace. Y cuando uno se acuerda de hacerlo, quizás ya sea tarde.

 

¿Te ha pasado?

 

@castri2010

 

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