Traductores en línea, ¿qué tan efectivos son?

Debemos discriminar entre la traducción automática y la traducción asistida por ordenador.
Debemos discriminar entre la traducción automática y la traducción asistida por ordenador.

“La llama (camélido de América del Sur) llama (tercera persona singular del verbo llamar) a la llama (f. Masa gaseosa en combustión que se eleva de los cuerpos que arden y despide luz de variado color)”. Una frase en español que cuando la ponemos en el traductor automático de Google para llevarla al inglés arroja “flame flame flame”. En el conocido servicio online Babylon conseguimos “The flame to the flame”. ¿Qué quiero decir con esto? Que todavía está verde la posibilidad de prescindir de los traductores humanos.

Sí, coincido con ustedes que la frase elegida es, pese a ser sencilla, muy ambigua. Y hasta engañosa. Solamente por el contexto comprenderemos qué es lo que correspondería colocar. Pero el contexto lo ve el humano. Vayamos a otro ejemplo.

“Este mañana no viene”. Recordemos que este no lleva tilde según la nueva normativa de la Real Academia Española. Pero sigamos con la traducción hecha por un software. En Google Translate luego surge “This morning there comes”. En Babylon, “This morning is not”. Pierde el sentido. Entonces, ¿es buena o mala la tecnología de traducción automática por software?

Para empezar, deberíamos discriminar entre la traducción automática y la traducción asistida por ordenador TAO o CAT, por sus siglas en inglés. En la primera de ellas, puede llegar a servir si la utilizamos entre dos idiomas muy parecidos o de la misma raíz. Tal vez esos ejemplos casi cómicos del primer párrafo no pasarían entre el español y el gallego o el catalán. De lo contrario, si quisiéramos traducir del español al alemán o al ruso, lo único que lograríamos en muchos casos sería una larga serie sin sentido de palabras traducidas literalmente, con algunas de sus acepciones que tenemos en un diccionario.

Si elegimos un programa comercial con la tecnología TAO, lo que ocurrirá es que la aplicación irá aprendiendo de nuestros propios errores o decisiones que vayamos tomando. Supongamos tener que traducir una carta comercial del italiano al búlgaro, el traductor humano buscará en la base de datos que incluye el software un texto similar. Cambiará seguramente algo, ya que nunca un mensaje escrito es igual a otro (ni tiene por qué serlo) y estas alteraciones quedarán incorporadas al programa. La próxima vez que se tenga que llevar del italiano al búlgaro una carta comercial, se buscarán estructuras similares y se traducirá influenciado por lo resuelto anteriormente.

Pero vemos entonces que en algún momento necesitaremos con seguridad un traductor profesional o por lo menos un idóneo con muchos conocimientos para retocar lo que hace la máquina.

Por supuesto, hasta aquí hablamos de traducciones que no requieren la delicadeza de llevar a un idioma extranjero a un Cervantes, a un Shakespeare o a un Borges. La traducción literaria es una obra artística en sí misma. ¿Cómo volcar la belleza de las letras de un clásico, o de un escritor consagrado, y que no se pierda la emoción de su lectura en el camino? Es un trabajo de orfebre en donde cada sustantivo o adjetivo mal elegido puede hacer variar la intención del autor. Por el momento, el arte de las sutilezas no es para las computadoras.

¿Qué te parece?

@castri2010

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