Amor por internet, ¿química digital?

Nadie sabe con exactitud qué es o de dónde proviene —aunque existan miles de teorías al respecto— pero indudablemente todos la hemos experimentado de alguna u otra forma, ya sea por lo latente de su fuerza o bien por su absoluta escasez. Al opinar sobre los factores que hacen que se geste una atracción entre dos personas, la gente suele apuntar a la química como la principal responsable.

En lo particular, siempre he dicho que para que una relación funcione se tienen que conjugar tres tipos de química, ya que no creo que exista una única rectora que ejerza sobre la compatibilidad entre dos individuos.

La primera es la química sexual, que tal vez sea la más evidente. Esa misma que desencadena las pasiones y los deseos. Desde una mirada que estremece el resto del cuerpo hasta cuando se consuma el acto sexual, este tipo de afinidad es fundamental para que trascienda un romance.

La segunda es la química verbal, es decir aquella que permite que fluyan las ideas entre dos personas a través de las palabras. Este lenguaje es una forma muy limitada de comunicación en el que pueden presentarse un sinfín de confusiones y malos entendidos. Parece increíble, pero hay veces que uno de nosotros trata de expresar un concepto como “rojo” y el otro entiende “azul”. La química verbal favorece la forma de hablar en una pareja y los pensamientos y opiniones se expresan y entienden con facilidad.

La tercera es la química no verbal, que justamente complementa a la anterior. La conforman todos los gestos, muecas, actitudes corporales, posturas, caricias y demás comportamientos que tienen la facultad de decir mucho sin emitir una sola palabra. Se puede dar el caso que uno de los miembros se sienta muy mal por algo y su pareja perciba su malestar a distancia e, incluso, sin estar en la misma habitación.

¿Cómo sucede o que órgano del cuerpo es el responsable parto para transmitir y recibir esta información? Lo desconozco, sólo sé que cuando ocurre, las cosas se ponen verdaderamente en marcha.

En los últimos años he tenido que actualizar mis teorías e hipótesis dadas las nuevas formas de interacción que existen entre las personas. En los tiempos en los que vivimos, ya no se mira más a los ojos durante una conversación, sino a una pantalla de cristal en un aparato electrónico. La era digital nos alcanzó desde hace muchos años y día a día se ha integrado más a nuestras vidas.

Miles de acercamientos y ligues se dan por Internet o por alguna de sus múltiples redes sociales. Es una situación que a varios aún les cuesta trabajo aceptar y otros prefieren negar, pero la realidad es que este tipo de aproximaciones ocurre mucho más seguido de lo que nos gusta pensar.

Al ser así, ¿existe entonces la química digital? ¿Gente para quien las palabras escritas le permiten fluir mejor, con las que puede ser sí misma, con las que parecieran haber nacido para acompañarnos el resto de la vida? Quizá.

Una de las características en el teatro de Shakespeare es que no escribía anotaciones en sus diálogos sobre cómo se deberían de interpretar, es decir, no existía ningún tipo de indicación sobre la intención que debían ejecutar los actores al momento de leer un texto.

Por eso, cada vez que una de sus obras se pone en escena, es labor del director decidir cómo será representada, dando pie a una gran cantidad de variaciones. De alguna forma, lo mismo ocurre cuando escribimos un mensaje de texto en nuestros dispositivos móviles.

Con excepción de los emoticones o la risa barata al acabar cada frase, uno tiene pocos elementos para juzgar el sentido que se le está dando a las palabras y, más o menos, intuye el tono general de la charla. Por esto mismo, los chats tienen un peligro característico en sus fundamentos y es que esas conversaciones pueden ser leídas con la intención y el tono que nosotros mismos queremos darles y no las que la otra persona les infundió. Confundir un ‘Hola’ o un ‘Me gusta’ por algo con una connotación más seria.

Supongo que, al igual que los otros tres tipos de química, la compatibilidad digital infiere un grado de imprecisión, volatilidad y esperanza que ponen al sujeto en una posición vulnerable. Lo mejor en estos casos es no esperar nada y conducirse con cautela a través del nuevo idilio y tratar de ser lo más objetivo posible al escudriñar un intercambio de mensajes, ya que podríamos juzgar como química a una simple fantasía.

¿Tú qué opinas? ¿Has conocido gente por internet? Cuéntanos tu experiencia.

@AnjoNava

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