¿Quién debe pagar la cuenta?

Para muchos hombres y mujeres, que ellos deban pagar la cuenta sigue siendo un detalle de cortesía. / Foto: Thinkstock
Para muchos hombres y mujeres, que ellos deban pagar la cuenta sigue siendo un detalle de cortesía. / Foto: Thinkstock

A mí me educaron a la antigüita. Soy producto de una formación en la cual el hombre tendría que ser responsable de la manutención y provisión de bienes en el hogar, mientras que a la mujer se le asigna la tarea —casi exclusiva— de cuidar a los hijos, así como la administración de los suministros diarios.

En la práctica operaba igual: mi papá llevaba el dinero a la casa y mi mamá se aseguraba que éste rindiera y cubriera todas las necesidades de la familia. Debo confesar que fue un modelo eficiente mientras duró aunque, con esto, no quiero decir que lo avale o recomiende; sólo afirmo, porque lo viví, que a mis padres les funcionó por muchos años.

Mi papá aprovechaba cada oportunidad para afianzar la enseñanza. Incluso, cuando yo tenía una cita, me ofrecía más dinero con tal de reforzar mi entrenamiento. Durante este tiempo, fue como un dogma indiscutido la noción que cuando un hombre y una mujer salen a alguna parte, sin importar la relación o posible futuro de la ésta, es el hombre quien debe de hacerse cargo de la cuenta al momento de pagar.

En ese entonces no puse en entredicho los roles que me estaban inculcando y, la verdad, es que nadie a mi alrededor lo hacía. Producto de una época, todos mis amigos vivían bajo la misma creencia. No fue hasta que en una de las tantas reuniones familiares con motivo de las celebraciones decembrinas que escuché a mi primo Ricardo —varios años más grande que yo y quien siempre ha disfrutado de ser la oveja negra de la familia— decir: “Yo no pago nunca, dejo que ellas me paguen a mí”.

Ante el terrible desacato mi padre, su padre y otro tío, se erizaron como gallos de pelea a punto de entrar a un ruedo letal y, al cuestionarlo, mi primo respondió argumentando con una sencillez y cinismo verdaderamente exquisitos. Solamente dijo dos palabras: “Muñeco, cuesta”. Los tres hombres mayores se estremecieron en sus lugares y, cual manifestante que arroja una bomba molotov a un grupo de granaderos, explotó en la mesa una discusión de antología.

Yo, que nunca me he distinguido por ser un fiel seguidor de las reglas, repetí en más de una ocasión la osadía de mi primo, teniendo el mismo resultado que en aquellas navidades. Recuerdo que el sitio donde mayor efecto surtió fue con mis compañeras de la universidad, un grupo excepcionalmente brillante, grandes estudiantes, pero de ideas limitadas. Sucedió a finales de los noventa, un momento en el que la obsolescencia de ciertas tradiciones se hacía cada vez más evidente.

Sin embargo, a pesar de mi subversiva actitud, yo seguí —y sigo— pagando la cuenta. De alguna forma fue una lección que quedó arraigada en las profundidades de mi psique, aunque claro, mi postura frente a la misma se hizo más flexible. Siempre he puesto las cartas sobre la mesa y expresado que creo en la división igualitaria de los gastos en una relación.

Soy un firme creyente de la equidad y me gusta pensar que si pago una cuenta es por tener un gesto o un detalle hacia la persona con la que estoy, y no porque sea mi obligación, deber o papel hacerlo. Tampoco es determinante del género, puedo invitar a cenar a un amigo querido o cobrarle su parte a mi hermana. Da lo mismo.

Es un hecho, al final de una cita, cuando llega el ticket con la suma del total de lo consumido, envuelta en una carpeta de vinilo negro, las partes involucradas suelen descubrir algunos de los principios con lo que fueron educados. Unos se muestran indiferentes y esperan a que su acompañante lo subsidie, otros tratan de desenfundar su tarjeta de crédito lo antes posible, mientras que unos cuantos activan la calculadora en sus celulares para contabilizar lo que debe cada uno. Lo que es un hecho es que pagar la cuenta no debería de ser tan caro en el presupuesto de una salida.

¿O tú qué crees?

@AnjoNava

Si quieres compartir tu caso escribe a: anjo.nava@yahoo.com

También te puede interesar:
#CuestiónDeAmor: “¿Qué hago con la amiga incómoda de mi pareja?”
Una distracción amorosa sin nombre
Dime qué te pones y te diré con quién andas