Terminar una relación: el tiempo lo cura todo

Ser cortado dispara toda clase de sensaciones y pensamientos adversos que no ayudan al proceso natural de sanación. / Foto: Thinkstock
Ser cortado dispara toda clase de sensaciones y pensamientos adversos que no ayudan al proceso natural de sanación. / Foto: Thinkstock

Terminar una relación es una de las cosas más difíciles a las que —voluntariamente— nos exponemos las personas. Es un momento incómodo y desagradable para todas las partes, por lo que no existe salida rápida e indolora para concluir la hazaña y, menos, cuando uno está en el lado que está siendo terminado. De hecho, el ser cortado dispara toda clase de sensaciones y pensamientos adversos que no ayudan al proceso natural de sanación.

Quizá uno de los más típicos es el preguntarse, “¿Por qué yo?”. Una incógnita que se siembra en la cabeza como plaga en hortaliza, y el removerla se convierte en una tarea extenuante y compleja. Todo el mundo a nuestro alrededor nos asegura que el tiempo ayudará a cicatrizar las heridas; que con él vendrá un nuevo amor, más rico y delicado, que sabrá satisfacer la aplastante necesidad de cariño y que, más temprano que tarde, la persona que nos dejó será un mero recuerdo salpicado en la memoria.

Pero el tiempo pasa y no hay una mejora anímica; en cambio, empezamos a cometer actos erráticos e irresponsables. Creemos que la única forma de poder vivir en paz es sabiendo de primera fuente lo que hicimos mal, aquello que faltó y que nunca sucedió para que la persona que nos cortó pudiera entregarse en una relación épica y envidiable. Es así como la buscamos y enfrentamos, le escribimos y llamamos, y, en algunas ocasiones, acechamos y acosamos. En todos los casos el resultado es el mismo: excusas, mentiras y argumentos inconexos que terminan por drenar hasta el último dejo de dignidad que nos quedaba, sin obtener la explicación que creíamos nos hacía falta.

Pero quienes dicen que el tiempo lo cura todo, a pesar de ser uno de los clichés más resonados en la historia y una salida fácil a un problema que arde y lastima en el momento, tienen razón. Tan sólo hay que esperar a que se cumpla un plazo. ¿Cuánto? Imposible de saber.

Lo que en definitiva hay que esperar es que la vida misma proveerá de las explicaciones que tanto anhelábamos, aunque sea probable que, por el lapso transcurrido, ya no parezcan tan necesarias. Pero, lo son. Llegará un día en el que se haya alcanzado un entendimiento y aceptación tal del fracaso sentimental, que, por fin, se podrá ver en retrospectiva el mismo con absoluta claridad.

Finalmente será contestada esa pregunta, “¿Por qué yo?”, que, en realidad tendría que haber sido, “¿Por qué no yo?”. Sabremos de una vez por todas lo que estaba buscando en su momento la otra persona y por qué nos rechazó. Pero nada de eso importa, porque la conclusión más importante que obtendremos de la luz de información reciente que resplandece con fuerza sobre nosotros es que, aun cuando el otro no quiso intentarlo, fue el mejor favor y regalo que nos pudo haber hecho.

El tiempo lo cura todo porque pone en su justa medida lo acontecido en el pasado y revela el terrible lodazal emocional en el que se estaba sumergido. Pero no es sólo el pasar de los minutos, días, meses y años a los que me refiero, sino el tiempo que le dedicamos a nosotros mismos, a hacer cosas que siempre quisimos hacer, a leer, a ir al cine, a educarnos y desarrollarnos, porque es ese tiempo el que en el futuro nos dará las respuestas que hoy queremos extraer del ser humano menos indicado, el que prendió fuego a lo que pensamos era lo mejor que nos había sucedido.

Todas las incógnitas sobre por qué no funcionó una relación, encuentran solución en un solo lugar: la cabeza de quien se las pregunta. El secreto está en tener la valentía para conocerlas.

¿Qué te parece?

@AnjoNava

Si quieres compartir tu caso escribe a: anjo.nava@yahoo.com

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