¿Cuál miedo al compromiso?

Aunque haya quienes sí tengan una auténtica fobia al compromiso, son la minoría de quienes dicen tenerla. / Foto: Thinkstock
Aunque haya quienes sí tengan una auténtica fobia al compromiso, son la minoría de quienes dicen tenerla. / Foto: Thinkstock

Alguna vez hablando con mi padre, quien es un recalcitrante psiquiatra freudiano, me explicó con una analogía muy sencilla lo que significaba la angustia. “Es una sensación parecida a la que te produciría tener un león hambriento, rugiendo y salivando, frente a ti”, me dijo en esa ocasión; “pero, con la angustia, no hay león”. El Dr. Nava expresó que este malestar es irracional e indefinido y puede aparecer en cualquier instante, dejando a su víctima paralizada y perpleja.

Yo, que tengo una predisposición a angustiarme —quizá porque soy hijo de un psiquiatra—, puedo afirmar que es una aflicción difícil de identificar en el momento en el que está sucediendo, ya que uno está demasiado ocupado con la sudoración, taquicardia, escalofríos y el resto de los malestares que se presentan durante la misma. Síntomas que todos hemos sufrido, porque el componente principal de la angustia es el miedo.

Saco esto a colación porque hay una idea que no me ha dejado tranquilo últimamente y es que la gente apela a esta emoción para justificar la aversión a formalizar las relaciones que tiene con sus respectivas parejas. ¿Es miedo lo que sienten de vivir juntos, formar una familia o dejar de tener relaciones sexuales con cuanto personaje pase por su camino? Creo que no. Pero es más fácil expresarlo así, un argumento que la sociedad acepta sin mayor discusión que decir la verdad. Lo que no entiendo es ¿por qué preferimos un cobarde a un cínico? ¿En qué momento empezamos a elegir el temor sobre la honestidad?

Aquella vez que mi padre me dio esa pequeña lección sobre la angustia, también la relacionó con las fobias, ese terror irracional que se pueden manifestar en las cosas más estrafalarias, desde el poliestireno, pasando por los aviones o las aglomeraciones hasta las ratas.

Según mi papá, las fobias ocurren como un mecanismo de defensa cuando se experimenta una angustia. La mente, al no saber con exactitud lo que está desencadenando los signos de preocupación, se lo atribuye a algo físico y real, aunque éste no represente un verdadero peligro. Es mucho más sencillo temerle a una araña que a un trauma de la infancia.

Aunque haya individuos en el mundo que —por las razones que sean— sí hayan desarrollado una auténtica fobia al compromiso, son la minoría de quienes dicen tenerla. El resto son personas que simplemente no quieren comprometerse, o bien, que no creen en este tipo de acuerdos. Pero en estos tiempos, en los que tenemos que darle una explicación a todo, en la que no se puede ser independiente y libre, el rechazo al dogma de que se debe estar con una sola persona resulta una insolencia, por lo que es mejor callar o justificarlo con un lugar común como el sentir temor.

Así que la próxima vez que alguien arremeta con excusas incoherentes durante una ruptura sentimental con un supuesto miedo al compromiso, es muy probable que no haya tal; que quien esté dando ese argumento no está lo suficientemente enamorado como para dejar su soltería. Puede ser una cuestión de credos, pero no de fobias, porque uno no le tiene miedo a lo que no cree.

¿Qué te parece?

@AnjoNava

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