Por qué no me sale ser optimista

Cuando las malas noticias se acumulan, cuando vienen esas rachas de eventos negativos no encuentro la manera de tomarlo con optimismo. En cambio, veo a gente que lo consigue con singular facilidad, por más que esté en una situación catastrófica. A veces caigo en la tentación de pensar que mis reacciones son “anómalas” o “enfermizas”, por eso busqué en dónde estaría enraizado el optimismo y si todo el mundo puede detonar reacciones positivas solo con el poder de su voluntad.

Para ver el lado positivo de las cosas no basta con desearlo / Foto: Thinkstock
Para ver el lado positivo de las cosas no basta con desearlo / Foto: Thinkstock

Después de mucho buscar, me topé con un estudio neurocientífico realizado por el Dr. Jason Moser, de la Universidad de Michigan State, cuyos resultados sugieren que el optimismo o el pesimismo están fuertemente arraigados a procesos cerebrales. En el estudio participaron 71 personas, se les mostraron imágenes y se les pidió que les dieran un giro optimista. Mientras ocurría, se registró su actividad cerebral. Una de las imágenes, por ejemplo, fue la de un hombre encapuchado sosteniendo un cuchillo muy cerca de la garganta de una mujer; uno de los giros positivos sugeridos fue que la mujer escapaba y se liberaba.

Antes del experimento, los investigadores hicieron algunas pruebas a los participantes para identificar si tendían más hacia el pensamiento positivo o si eran más bien pesimistas o se sentían preocupados. Durante el experimento, la lectura cerebral de quienes eran más optimistas fue menos activa que la de los preocupones. Curiosamente, cuando se pidió a los pesimistas que bajaran la intensidad de sus emociones negativas o que lo vieran "con optimismo", su cerebro tuvo mucha más actividad, como si se rebelara a la petición. Eso explicaría por qué las personas como yo se ponen peor cuando les piden “piensa positivo” o “ya, no te preocupes, por algo pasan las cosas”.

De acuerdo con el autor del estudio, no sirve de nada pedirle a un amigo que piense positivo o que no se preocupe, al contrario, eso podría empeorar las cosas y generar ansiedad. “La opción que se vislumbra”, dice Moser, “es ayudarles a que miren el problema desde otra perspectiva, ni positiva ni negativa, simplemente una que sea distinta”. Una alternativa a largo plazo es poner en práctica pensamientos positivos en situaciones desprovistas de angustia o conflicto, de manera que la mente vaya trazando rutas y soluciones desvinculadas a la preocupación.

Yo he encontrado mis propias formas de tranquilizarme. Lo primero que hago es aceptar lo que me pasa en lugar de negarlo, asumirlo sin emitir juicios, verbalizarlo, expresarlo de alguna forma, escribiendo, caminando, cocinando como loca... Y sí, a veces hay que llorar en el baño o salir a dar una vuelta a la cuadra. Si la situación lo permite, tomar distancia, dejar que pasen algunas horas o incluso una noche. Solo entonces me siento más positiva. Tal vez, como dice el Dr. Moser, tengo que practicar más pensamientos laterales o positivos en situaciones cotidianas. Sea como sea, al menos ya no me siento en falta porque no puedo ser positiva ante la adversidad inmediata.

 

@luzaenlinea

 

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