¿Dependes del sexo para relacionarte?

Todos, en mayor o menor medida, dependemos de algo o de alguien para estar bien. Parte de nuestro aprendizaje en la vida consiste en sobrellevar las dependencias de manera equilibrada, sin embargo, cuando estamos en periodos turbulentos, la dependencia puede tomar otro rostro y llevarnos hacia comportamientos destructivos.

El sexo es una de las cosas que comunmente se usan para intentar llenar un vacío existencial.
El sexo es una de las cosas que comunmente se usan para intentar llenar un vacío existencial.

Ejemplo de lo anterior es la dependencia al sexo. Recientemente conocí a un chico que cada fin de semana tiene sexo con una mujer distinta. Lejos de juzgarlo, entiendo que lo suyo es un comportamiento a través de la cual está tratando de llenar un gran vacío emocional.

Dice el Dr. Patrick Carnes, autor de Don’t Call It Love, que los hombres adictos al sexo objetualizan a sus parejas para no involucrarse emocionalmente. Este mecanismo está reforzado por nuestra cultura que, por un lado, dificulta que los hombres construyan vínculos íntimos (consigo mismo y con los demás) y por otro, premia la competencia y el individualismo.

Pensemos, por ejemplo, en un chico que tuvo muchas carencias emocionales en su infancia; conoce el sexo en la adolescencia pero no se vincula a profundidad porque tiene miedo de ser lastimado. Sin embargo, descubre que el sistema en el que vive lo considera un “campeón” por acumular nombres en su lista de encuentros sexuales. Pasa el tiempo y ese chico se transforma en un adulto incapaz de expresar lo que siente, desconectado de sí mismo, acostumbrado a tratar a sus parejas como objetos, dependiente de la opinión de los demás…

Hay mujeres que usan el sexo para tener poder, control o atención.
Hay mujeres que usan el sexo para tener poder, control o atención.

El caso de las mujeres es distinto. A muchas personas les cuesta aceptarlo, pero hay mujeres que usan el sexo para tener poder, control o atención. Para conseguirlo, suelen desarrollar habilidades de seducción para detonar fantasías, de negociación para obtener ventajas y de intercambio para dar placer e infligir dolor. Vistas de manera aislada, estas actitudes no califican como adicción al sexo; de hecho pueden ser entendidas como estrategias para transgredir un sistema donde los roles de la mujer se limitan al de ser amante (objeto de placer) o madre. En ambos casos, su deseo trabaja en función de otros.

Varias disciplinas del pensamiento han mostrado que en esta cultura, las mujeres son educadas (casi entrenadas) para ser codependientes sexuales; de formas más o menos inconscientes, la mujer recibe el mensaje de que su cuerpo es un objeto de transacción y que, independientemente de si desea o no tener sexo, debe ceder al deseo del otro para poder construir un vínculo.

Mientras que unos manipulan las relaciones para tener sexo, otras manipulan el sexo para tener relaciones, pero ninguno logra llenar sus vacíos o sanar sus carencias. Curiosamente, la dependencia al sexo ha sido más estudiada en los hombres que en las mujeres, quizás porque nuestra idea de la sexualidad femenina es tan superficial que las preguntas al respecto terminan por ser respondidas con juicios moralinos o puritanos.

Mientras que unos manipulan las relaciones para tener sexo, otras manipulan el sexo para tener relaciones.
Mientras que unos manipulan las relaciones para tener sexo, otras manipulan el sexo para tener relaciones.

Estas diferencias, dice Carol Gilligan, podrían entenderse como un desfase cultural. A los hombres se les impulsa desde pequeños para que construyan su identidad a partir de la autonomía, que se encuentren a sí mismos y solo después de “triunfar”, que generen vínculos de intimidad y desarrollen sus herramientas emocionales. A las mujeres, en cambio, la cultura insiste en decirles que primero deben asegurar sus vínculos para después poder encontrar la autonomía. Eso explica por qué muchas mujeres vuelven a estudiar cuando sus hijos han crecido, o que muchas jovencitas sienten “que aman demasiado” a sus novios, ocupados en forjar su autonomía.

Como dije al inicio, todos dependemos de algo o de alguien para funcionar porque somos vulnerables, nuestra naturaleza es la de los animales emocionales que evolucionaron en sociedad. Pero es importante que el sexo no se convierta en una dependencia patológica para evadir vínculos o “amarrar” relaciones.

@luzaenlinea

 

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