Carnívoro o vegetariano: ¿por qué un niño revivió la polémica?

Imagino que a estas alturas de la semana ya todos vieron el video del niño brasileño que no quiere comer pulpo. Para los que no, pueden abrirlo en este link o verlo más abajo.

Los motivos de Luiz para no comer pulpo/ Foto: Regiando Monterrey: YouTube
Los motivos de Luiz para no comer pulpo/ Foto: Regiando Monterrey: YouTube

El video, que muestra un diálogo entre el pequeño Luiz Antonio y su madre, ha despertado la incomodidad de los carnívoros y la esperanza de los vegetarianos. Entre los primeros abundan comentarios que denostan al pequeño, llamándolo “ridículo” y “pobre infeliz”, mientras que otros sospechan que la madre adoctrinó a su hijito para después grabarlo. Por su parte, los vegetarianos y veganos han tomado el video como estandarte de campaña, entablando acaloradas discusiones con otros usuarios y motivándolos a cambiar sus costumbres.

¿Cómo es que un niño, desde la cocina de su casa, con operaciones lógicas acordes a su edad y con una sensibilidad que parte de la compasión, puede detonar la furia de unos y el espíritu militante de otros?

El discurso del pequeño Luiz ha adquirido trascendencia debido a dos factores:
a) Por lo que vemos en el video, Luiz es un niño cuyos planteamientos están desprovistos del sesgo institucional (hasta donde sabemos, ninguna organización auspicia el video). Aún cuando la madre lo hubiese “entrenado”, hay que reconocer que la elaboración de su razonamiento es impecable.
b) Los videos virales que desatan este tipo de polémica tienen algo en común: traen a la superficie tabúes y problemas mucho más complejos, revelan las contradicciones de nuestra cultura, remueven ideas que parecen incuestionables y muestran los vacíos éticos de nuestro tiempo.

El video de Luiz Antonio nos pone a pensar en el principal fundamento de nuestra cultura alimentaria: matar para comer. Y ojo, no hay que confundirse: Luiz no cuestiona las condiciones en que viven o mueren los animales, no habla de explotación ni de hacinamiento ni de maltrato. Simplemente reconoce la condición vital de los animales y no le parece que esté bien matarlos para comérselos.

Tal vez, lo que provoca el extrañamiento de muchos es que Luiz, a su corta edad, renuncia al derecho de matar animales para comerlos, y lo hace a partir de una operación lógica infalible (el silogismo). Luiz no es ningún genio, sólo está descubriendo algo que, probablemente, muchos de nosotros pensamos alguna vez, pero cuando lo expresamos, fuimos reprimidos con un “¡Te lo comes y punto!”.

A diferencia de lo que ocurrió con muchos de nosotros, la madre de Luiz no obliga al pequeño a comerse el pulpo sino que le encuentra sentido a la petición y le da un lugar. Tan es así que el video ha trascendido el ámbito de lo privado y se ha convertido en tema de discusión.

Lo interesante sería que, en vez de reaccionar desde la negación o el fanatismo, pudiésemos reconocer que en esa escena cotidiana hay aprendizajes y planteamientos sobre los cuales necesitamos profundizar, ya que implican temas de convivencia, educación, respeto, conservación, etcétera.

Estas son algunas reflexiones para comenzar:

1. Si al niño le gusta o no le gusta el pulpo es algo secundario, lo trascendente es que tiene la capacidad de elaborar su propia elección de una forma clara, honesta y legítima, y que su madre le da un lugar a esa elección, lo escucha e incluso lo apoya. Lo que ese niño aprendió es que si en el futuro expresa sus necesidades con claridad (sean alimentarias, sexuales, formativas o afectivas), éstas serán respetadas.

2. Lo más probable es que la madre de Luiz tenga que hacer un esfuerzo extra para apoyar a su pequeño, pero lejos de empobrecer su alimentación, la llevará a abrir su mirada y a buscar otras opciones nutritivas lejos del mundo animal. Hoy, quien tenga la voluntad y la posibilidad de hacerlo, cuenta con información suficiente para darle a sus hijos otras opciones de alimentación.

3. Nuestras costumbres alimentarias están fundadas en convenciones culturales. Por ejemplo: un grupo de personas se reúne, argumenta que es “bueno” comer carne de res y es “malo” comer carne de caballo. Así, establecen una convención, un paradigma cultural que se convierte en costumbre alimentaria. Mientras tanto, en otro lugar del mundo, otro grupo de personas con distintos argumentos puede señalar todo lo contrario. En otras palabras, no hay tal cosa como una moral “universal” dentro de la alimentación.

El reconocido antropólogo Marvin Harris explora este tema en muchas de sus investigaciones. Libros como Nuestra especie y Bueno para comer:enigmas de alimentación y cultura, muestran que en cada sociedad las elecciones alimentarias responden a valores religiosos, económicos, políticos y ambientales, y la cultura occidental no es la excepción. Lo que ocurre con Luiz es que, a su corta edad, está cuestionando una convención social que se estableció hace muchos siglos, tantos que la asumimos como “lo normal”, sin cuestionar sus fundamentos éticos.

4. Luiz Antonio no está haciendo ninguna campaña en pro del vegetarianismo y, por lo que se puede interpretar en el video, la madre tampoco tiene esa intención. A mi parecer, si la madre permitió que se subiera el video es porque Luiz está marcando una diferencia. Cuando el video pasa a las redes sociales provoca reacciones. Y son esas reacciones las que hablan de nuestra capacidad para acoger, comprender, reconocer y respetar el valor de esa diferencia.

5. Pensar que el mundo se divide en “buenos” y “malos” es un pensamiento maniqueo, pobre y retrógrada. No hay tal cosa como la “pureza” racial o sexual, y mucho menos en el caso de las posturas alimentarias. Aunque en el discurso defendamos una idea (a favor o en contra de comer animales), todo el tiempo estamos haciendo concesiones en ese ámbito o en otros, vivimos negociando con nosotros mismos y con los demás, adaptándonos y modificando nuestras actitudes de acuerdo a la información que recibimos.

6. Enfocarnos solamente en el producto que está en el plato (animal/vegetal) es limitar nuestra percepción; carnívoros, veganos, vegetarianos, frutívoros... las etiquetas son señales que, si bien nos orientan en lo cotidiano, están muy lejos de otorgarnos una “superioridad moral” (social o económica) con respecto a los demás.

Si algo he comprendido a partir del video de Luiz (y de las reacciones que éste ha suscitado) que todavía nos falta mucho para comprender que detrás de cada decisión alimentaria hay una decisión ética (política, económica, social) en la que persisten o se cuestionan condicionamientos culturales. Más allá de carnivorismos o veganismos, creo que la mesa está puesta para comenzar a hablar desde otro lugar: el omnivorismo responsable.

Twitter: @luzaenlinea

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