Aliado del feminismo

La misoginia no es privativa de un género; por más raro que suene, existen mujeres que se odian a sí mismas y a otras mujeres, de la misma manera que muchos hombres (y homosexuales también) lo hacen. La misoginia es una forma velada del odio hacia uno mismo –independientemente de los genitales con los que se haya nacido– y ese mismo odio es el origen de la violencia contra más de la mitad de la población mundial. El rechazo a la mujer y la segregación son la primera gran división de la humanidad; esa sola razón es suficiente para decir que necesitamos el feminismo. Si queremos que cualquier sistema funcione, tenemos que dejar de trabajar divididos.

El feminismo es una forma de humanismo / Foto: Thinkstock
El feminismo es una forma de humanismo / Foto: Thinkstock

Hace unos días el Huffington Post difundió en su página un artículo de Aaminha Khan, autora de jaythenerdkid.wordpress.com. Originalmente publicado en su blog, Aaminha escribió una suerte de decálogo para invitar a otros a participar en el movimiento feminista. Yo tomo ese post como inspiración y lo reescribo desde mi experiencia, con la intención de que hombres y mujeres evitemos la misoginia en el día a día y entendamos que el feminismo no es un movimiento de revancha contra el hombre, sino una forma de humanismo, una defensa de los derechos más básicos de todo ser humano, y una manera distinta de relacionarse con lo femenino.

Deja tu equipaje afuera. Es normal que tengamos prejuicios sobre el feminismo, pero para formar un criterio propio es necesario cuestionarlos. El feminismo es un movimiento basado, sobre todo, en experiencias de mujeres. Pero uno no tiene que ser mujer para empatizar con el feminismo, solo es necesario apoyarnos de la misma manera en que somos solidarios con causas que no nos afectan directamente. El feminismo se trata de comprender cómo las estructuras de poder afectan nuestra vida a través de mecanismos que parecen imperceptibles. En ese sentido, el feminismo es una manera de reflexionar, una invitación a mirar otras percepciones, a darles un lugar y un valor como experiencias de vida.

Prepárate para escuchar. Durante miles de años, las mujeres (los homosexuales, los pueblos colonizados, las “minorías” raciales, etc.) fueron privadas del derecho a hablar, a ser escuchadas, a recibir una educación acorde con sus necesidades, a desarrollar sus talentos... Más aún: fueron (y en muchos lugares todavía son) violentamente silenciadas al intentar denunciar el abuso, la mutilación, la segregación, la desigualdad. Escuchar las historias que tenemos que contar es una forma de dejarse tocar, de abrir los ojos para que el abuso y la violencia dejen de cometerse sistemática y veladamente.

No te dejes amedrentar por la desconfianza. En la historia del feminismo hay muchos hombres cuyo entusiasmo por el movimiento los llevó a tomar la actitud equivocada, como silenciar a las mujeres para hablar por ellas o usar el movimiento para alimentar su ego. Incluso, muchos se disfrazan de feministas para ganar la confianza de las mujeres y después abusar de ellas (p.e. Hugo Schwyzer). Es normal que exista un poco de desconfianza, nada que el tiempo y las actitudes solidarias no puedan cambiar.

No esperes un tratamiento especial. Los hombres que se quejan de que las mujeres no los tratan de manera especial tienen razón en sentirse así. Ocurre que como fueron criados con privilegios, reafirmados una y otra vez por el sistema de valores en el que vivimos, esos hombres dan por hecho que sus ideas y opiniones deben ser automáticamente reconocidas como las más importantes. Muchos hombres nunca se percatan de ese hecho sino hasta que están en un mundo más grande y con más consciencia de género. Y sí: apoyar el feminismo es renunciar a esos privilegios. Es estar dispuesto a cambiar, a ser confrontado, es aprender a hacer lo correcto sin que nadie te dé aplausos y medallas. Ese conocer el mundo de la equidad.

Apoyar al feminismo es renunciar a los privilegios de género / Foto: Thinkstock
Apoyar al feminismo es renunciar a los privilegios de género / Foto: Thinkstock

No hables por nosotr@s. El feminismo necesita tu apoyo, no tu representación. El feminismo es un espacio para compartir experiencias que permitan ampliar la visión de lo femenino. Cuando una mujer cuenta su experiencia, no hace falta que otro la interrumpa para darle cátedra, para decirle que tiene una mejor idea que ella o que sabe más sobre el tema; nadie ha sentido, vivido o experimentado lo que ella. Si quieres hablar, espera tu turno y habla por ti mismo.

No te quedes callado ante el sexismo. Supongamos que tus amigos cuentan chistes sobre violaciones; tú te sientes incómodo pero no dices nada porque no quieres ser “aguafiestas”. Tampoco dices nada cuando ves que un hombre trata con desprecio a una mujer. O en una discusión con tu novia te vas a los insultos sexistas, aunque esa no fuera tu intención. Sí, tienes que ponerte un alto. Apoyar el feminismo es saber reconocer las situaciones de sexismo y decir BASTA. Tu vida cotidiana es un buen lugar para comenzar. Dile a tus amigos que los chistes sobre violaciones no son divertidos, confronta a quien habla pestes de las mujeres a sus espaldas, o a quien ofende a una chica en la calle. No repitas falacias como “ella se lo buscó por andar vestida así”, y cuando escuches que alguien lo hace, avísale que no hay absolutamente nada que justifique la violencia de género. No te quedes en silencio, ayúdanos, usa tu voz y tu fuerza.

“No me expliques mi vida”. El término en inglés para ello es “mansplaining” y se refiere a la forma en que un hombre "le explica" a una mujer por qué su realidad es como es, sobre todo en situaciones de abuso. Suena absurdo pero es más común de lo que pensamos. Una mujer no necesita que le vengan a explicar su experiencia, no tiene una tara mental, no es un perro en entrenamiento ni un niño de cinco años. Y tampoco necesita que un "tutor" venga a explicarle cómo debería ser el mundo, su mundo. Ella lo sabe. Por eso, cuando un hombre (que vio un documental sobre el tema y ya cree saberlo todo) viene a darle a una mujer lecciones sobre su propia vida, está cometiendo una falta de respeto. Aunque lo haga con buenas intenciones.

No pidas que lo tomemos con calma. Cuando un hombre alza la voz en defensa de una causa, se le llama “valiente” o “apasionado”. Pero cuando una mujer lo hace, se le pide calma y la llaman “loca furiosa”. Y si bien se trata de una pasión, una fuerza necesaria para cambiar el mundo, los juicios que se hacen son distintos. Es verdad: resulta perturbador que una mujer desborde su fuerza y muestre agresividad; durante siglos nos dijeron “calladita te ves más bonita”. Pero el silencio, lejos de producir "belleza", genera violencia y muerte. Dicen que una persona razonable se adapta al mundo, pero cuando el mundo está regido por un sistema irracional que fomenta la desigualdad, ser razonable equivale a ser sumiso. La agresividad en la mujer también es la manifestación de su fuerza; hay que mostrar los dientes cuando es necesario.

Amplifica los alcances. Compartir historias conmovedoras y casos interesantes sobre la equidad de género es una manera de cambiar el mundo. Por eso, si encuentras un post sobre los derechos de las trabajadoras sexuales, compártelo. Si encuentras una campaña sobre la equidad que te parezca trascendente, dialoga sobre ella con tus amigos y tu comunidad. Conocer otros puntos de vista es reconocer valor en la experiencia de otros y dar paso a la empatía. Nunca podremos experimentar lo que sintieron otros, pero el hecho de que esa historia no pase de largo la convierte en un conocimiento significativo para que el dolor no se repita y la equidad encuentre un lugar.

Aunque sea duro, no te rindas. Ser aliado del feminismo implica una gran dosis de valentía porque uno tiene que reevaluar todo lo que sabe acerca de los géneros, incluso de sí mismo. Es darse cuenta de que existen experiencias de vida completamente ajenas pero igualmente valiosas. Y algo que uno tiene que saber desde el inicio es que, si bien la equidad de género es un ideal colectivo, no puede darse si el proceso no se da a nivel personal. Sobre todo, ser aliado del feminismo es un proceso de apertura, es un ir y venir, cuestionar y responder y volver a cuestionar lo que ha estado fijo durante siglos. Una vez que se abre esa compuerta es difícil nadar entre tantas corrientes, pero el mundo realmente cambia cuando hacemos conscientes las discriminaciones en las que participamos, igual que cuando dejamos de pensar que, por su genitalidad, su origen, su historia o sus decisiones de vida, existen ciudadanos “de segunda clase”.

Twitter: @luzaenlinea

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