8 factores para evaluar tus relaciones virtuales

La forma en que la comunicación virtual ha modificado nuestros vínculos no deja de impresionarme. En muchos casos, las llamadas por skype y los chats han estrechado los lazos y creado continuidad en relaciones familiares o amistosas; en otros, han servido para potenciar problemas emocionales o evidenciar conflictos que habían quedado sin resolver.

La comunicación a través de la tecnología puede construir lazos pero casi nunca resiste la prueba de la convivencia / Foto: Thinkstock
La comunicación a través de la tecnología puede construir lazos pero casi nunca resiste la prueba de la convivencia / Foto: Thinkstock

Hace años era difícil concebir que existiera un aparato como un smartphone, mucho más difícil era imaginar que nos mantendría conectados ininterrumpidamente con personas que jamás hemos tocado o visto en persona, o bien, con amigos y familiares que están del otro lado del mundo. Hoy sabemos que la comunicación a través de la tecnología puede construir lazos, pero, salvo honrosas excepciones, si éstos tienen que ver con una relación de pareja, no resisten la prueba de la convivencia cotidiana ni el encuentro cara a cara con las virtudes y las carencias del otro.

He vivido dos relaciones con hombres a través de la comunicación virtual, y a diferencia de otras personas que conozco, no pasaron la prueba de la presencia, quizás porque puse en ellas las expectativas equivocadas. A pesar de que fueron largas, honestas y armoniosas, creo que esta percepción estuvo fundada en una aparente “solidez”. A mi parecer, ésta se debe a que me enfrenté con varios factores o dinámicas de comunicación que me eran desconocidas.

Que yo recuerde, en la memoria colectiva, en los saberes que comparto con la gente de mi generación y de las dos que nos preceden, no existe un referente sobre cómo construir vínculos virtuales a partir de la proximidad, la distancia o la duración tan ambiguas que se dan en un chat, sobre todo cuando el vínculo surge en esa forma de comunicación y no hay un antecedente presencial.

La forma en que los chats y los smartphones están cambiando conceptos como proximidad, amistad, afecto e incluso el deseo, merece una reflexión. Más que juzgarla o satanizarla, es indispensable explorar sus aristas para no depositar en ellas expectativas que corresponden a otras formas de comunicación.

Los chats y los smartphones están cambiando conceptos como proximidad, amistad, afecto o deseo / Foto: Thinkstock
Los chats y los smartphones están cambiando conceptos como proximidad, amistad, afecto o deseo / Foto: Thinkstock

1. Dar y recibir respuestas en tiempo real genera una reacción fisiológica. La ansiedad, el nerviosismo y la expectativa de una respuesta inmediata no son virtuales, las expectativas permanentes nos ponen en un estado mental que, a su vez, produce químicos en el cuerpo. Eventualmente, nos hacemos adictos a ellos.

2. Una relación que se da a través de mensajes, sea de infidelidad o no, está hecha de fragmentos. Para quien teme la continuidad y necesita mucho espacio para sí mismo, es una dinámica ideal; para quien necesita más cercanía y apego, puede ser muy angustian.

3. Además de fragmentaria, una relación por whatsapp es intangible; le falta el calor, el roce, el olor, incluso el mal aliento por la mañana o la vibración de una presencia. El vínculo, tal y como hemos aprendido a formarlo, queda incompleto y tenemos que llenarlo con la imaginación. ¿Es que nos enamoramos de una persona o de nuestra maravillosa habilidad para llenar la ausencia con fantasías?

4. Hay un factor para el que sí tenemos cierta experiencia: la comunicación a distancia nos permite ocultar ciertos rasgos y potenciar otros. Eso lo sabemos desde las relaciones epistolares, pero había ciertas intenciones que quedaban impresas en la materialidad de la carta escrita a mano, en la caligrafía misma. Eso no ocurre con los mensajes de un chat.

5. Una relación virtual que se construye con mensajes de texto o correos es algo que se puede esconder o borrar fácilmente. Con un clic y un par de códigos de seguridad, esas conversaciones dejan de existir. Esto puede ser una enorme ventaja para quienes mantienen una relación de infidelidad. Sin embargo, el formato virtual, casi inmaterial de la comunicación no deja de producir cierta confusión entre la sensación y la emoción.



6. Una cualidad que ha pasado de la comunicación epistolar a la virtual es la facilidad que brinda para mostrar nuestro lado vulnerable. Si bien la interfaz permite esconder ciertos rasgos de personalidad, también funciona como un escudo que protege y permite forjar vínculos más profundos con mayor rapidez que una interacción presencial.

7. Los caminos a través de los que comenzamos a forjar una relación virtual se multiplican cada vez que descargamos una nueva aplicación o nos vinculamos a una red social. Cada día son más, cada vez son más atractivas, tanto que pueden sustituir o replicar las situaciones presenciales.

8. ¿Límites? Sí, probablemente el meollo del asunto está en la manera en que ponemos límites, tanto en nuestras relaciones presenciales como en las virtuales. Si no sabemos poner límites, quedamos expuestos a los miedos del otro y abrimos la posibilidad de que nos lastimen. Y si en lugar de límites levantamos murallas o abrimos abismos de indiferencia, estamos condenando al otro a buscar cobijo en otro sitio, sea virtual o real.

El meollo del asunto está en la manera en que ponemos límites / Foto: Thinkstock
El meollo del asunto está en la manera en que ponemos límites / Foto: Thinkstock

Antes que juzgar una forma de comunicación o satanizar la tecnología, es mejor reflexionar de qué manera ésta potencia o replica actitudes, temas sin resolver o modelos de comportamiento que venimos heredando desde hace siglos. Estos espacios son ideales para explorar nuestra perspectiva y compartir nuestras experiencias, porque sólo así aprenderemos a usar la tecnología para mejorar la calidad de nuestras relaciones.

@luzaenlinea

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