Las vacunas y el autismo, ¿realidad o ficción?

Texto: Mariana Israel

Son las malas de la película. Cada tanto, alguna teoría conspirativa cobra vuelo y coloca a las vacunas en el banquillo de los acusados. Una de las teorías más calientes de los últimos tiempos acusa a la inmunización de causar autismo.

La Dra. Nora Grañana, neuróloga infantil del Hospital Durand y especialista en neuropsicología del Hospital Universitario Austral en Argentina, explica aYahoo Mujer que todo comenzó con una polémica investigación publicada en 1998 en la prestigiosa revista científica The Lancet

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El autor principal del estudio, Andrew Wakefield, se basó en los datos de 12 niños con un determinado tipo de autismo, ocho de los cuales desarrollaron signos de esta condición después de haber recibido la vacuna triple viral (contra sarampión, paperas y rubeola). ¿La conclusión? Estas inmunizaciones causaban autismo.

Poco importó que las autoridades británicas le prohibieran a Wakefield practicar la medicina en Inglaterra en el año 2010, tal como recopila el periódico The New York Times. Tampoco pareció influir demasiado que la propia revista The Lancet publicara una retractación del trabajo científico, en la cual afirmaba que contenía “elementos incorrectos”. El mal ya estaba hecho. “Los datos eran engañosos, Wakefield fue despedido y se tuvo que ir de Inglaterra a los Estados Unidos, donde colabora en una fundación provacunas, pero la noticia se viralizó por Internet y nunca pudo ser retirada”, lamenta Grañana.

La polémica sigue vigente hasta el día de hoy. Un informe de marzo de este año, publicado en la revista científica JAMA Internal Medicine, reveló que el 20% de los estadounidenses creen que los médicos y el gobierno saben que las vacunas causan autismo, mientras que el 36% no tiene una postura definida al respecto. ¿Por qué se cuestiona tanto a las vacunas? ¿Y cuáles son los riesgos de erradicarlas de nuestras vidas?

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El controvertido timerosal

Para empezar a entender por qué estas “teorías conspirativas” cobran fuerza, cabe pararse en los zapatos de una madre de un hijo con autismo. Primero de todo, tal como afirma el sitio Medline Plus de los Institutos Nacionales de la Salud de EEUU, se desconocen las causas exactas de este trastorno ligado a anomalías cerebrales.

El sitio admite que “algunas personas creen que una pequeña cantidad de mercurio (llamada timerosal), un conservante común en vacunas multidosis, causa autismo. Sin embargo, los estudios no han mostrado que este riesgo sea cierto”.

“Los gobiernos de EEUU, Inglaterra y Japón, entre otros, estudiaron la prevalencia de autismo, que resultó igual entre niños vacunados y no vacunados, lo cual demuestra que las vacunas con o sin timerosal no aumentan la frecuencia de esta condición. Lo que sucede es que los niños completan su esquema de inmunizaciones antes de los 2 años, y el autismo se diagnostica alrededor de los 3. No hay una relación causa-efecto, solamente una cercanía en edad”, ilustra Grañana.

De acuerdo con Medline, la Academia Estadounidense de Pediatría coincide en que ninguna vacuna ni sus componentes son responsables del número de niños que actualmente están siendo diagnosticados con autismo.

Sin embargo, como medida de precaución, en 1999 el timerosal fue removido o reducido de las vacunas para niños menores de 6 años, tal como confirma el sitio de la Administración de Alimentos y Medicamentos de EEUU. Aun así, la Dra. Dyan Hes, pediatra y directora del centro de pediatría Gramercy de la ciudad de Nueva York, señala a Yahoo Mujer que “desde que se redujo el timerosal de las vacunas, la incidencia de autismo ha aumentado en lugar de disminuir”.

Del lado de una madre

La Dra. Grañana opina que si bien Internet resulta una herramienta muy valiosa para obtener información, “no hay control sobre la seriedad de lo que está escrito”. Si a esto le sumamos una condición de causa incierta y padres desesperados por encontrar respuestas, la combinación es explosiva.

Hes cuenta que tuvo un paciente autista de 13 años, cuyos padres invirtieron miles de decenas de dólares para “limpiar su cuerpo de mercurio”. Cuando la terapia corporal no surtió efecto, un grupo de médicos sugirió que el mercurio estaba en el cabello del joven. “Los padres me rogaron que le quitara un pelo de raíz. Lo envié para que fuera analizado en un laboratorio, y los resultados corroboraron que el chico no tenía mercurio en su cuerpo. La familia estaba devastada. Muchas personas cayeron en esta falsa esperanza”, relata la experta, convencida de que el pediatra de cabecera “debería ser la voz de la razón” que guíe a los padres.

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Beneficios que superan los riesgos

No vacunar a un niño no solo no evitaría el autismo, sino que podría exponerlo a graves riesgos. “Un chico no inmunizado en un grupo vacunado es más vulnerable a las enfermedades, como si se tratase de un pararrayos que las atrajera de manera especial”, advierte Grañana.

La Dra. Hes avisa que las vacunas “reducen la mortalidad infantil”, propia y ajena: “Un niño que no ha recibido vacunas no solo presenta un riesgo de muerte mayor, sino que pone a otros en peligro, al esparcir la enfermedad. Lo estamos viendo con la coqueluche, que está en auge entre las poblaciones no inmunizadas”. Agrega que hoy en día en los Estados Unidos se ven brotes de sarampión y de paperas, enfermedades que atribuye a las filosofías antivacunas.

La especialista argentina concluye que la información errónea sobre las vacunas y el autismo sigue produciendo mucho daño, a pesar de que ya han pasado 16 años del estudio Wakefield. “Los padres deben tener un pediatra de confianza que les dé contención y explicaciones”, concluye.

Entrevistas con: Nora Grañana, neuróloga infantil del Hospital Durand y especialista en neuropsicología del Hospital Universitario Austral; y con Dra. Dyan Hes, directora médica del centro de pediatría Gramercy en NY, y profesora asistente de pediatría en la Escuela de Medicina Weill de la Universidad Cornell.

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