La topografía de las lágrimas

Hay lágrimas de tristeza, alegría, placer, dolor. Están las provocadas por una basurita en el ojo. También las originadas por culpa del ácido de una cebolla o de un gas. Todas saben a sal, son tibias, translúcidas. Y aunque parezcan iguales, ¿sabían que no lo son? ¿Que su composición química no es la misma? ¿Y que varía de acuerdo a su motivación original?

¿Sabías que hay tres tipos de lágrimas? / Foto: Thinkstock
¿Sabías que hay tres tipos de lágrimas? / Foto: Thinkstock



A esta conclusión llegó la apesumbrada alma de una fotógrafa que, tras pasar por una situación límite que la hizo “llorar a mares”, decidió emprender una investigación fotográfica pero llevando consigo también un microscopio. Rose-Lynn Fisher, este es su nombre, extrajo lágrimas de distintas situaciones, las secó y las puso bajo la óptica de un potente instrumento de barrido para observarlas con detenimiento.

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Según informó el diario español ABC, a partir de su trabajo titulado "La topografía de las lágrimas", la artista pudo observar que existen tres tipos de lágrimas: "las causadas por emociones extremas como la alegría, la tristeza, la euforia y el rechazo, entre otros; las basales -generadas para mantener la córnea lubricada (de 0,75 a 1,1 gramos cada día) y las reflejas -causada por cebollas o gas-, motivadas como respuesta a un agente externo".

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Y vio también más allá. Distinguió que cada una de ellas, aunque conservan una composición básica común, tiene algún componente que la distingue, que la convierte en única. Así las lágrimas que son producto de las emociones, tienen más hormonas y leucina encefalina (componente que se libera cuando el cuerpo está en una situación de estrés). Es más, según asegura el sitio Banco de lágrimas, gracias a esta composición que se logra eliminar, “salen del cuerpo los efectos adversos químicos de la emoción contenida”.

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Sobran razones ahora para asegurar que “llorar es salud” y alivia el cuerpo, aunque duela y nos deje los ojos y el alma borrosos. Es más, puede ser que hasta nos dificulte la visión por un buen rato, pero, sin duda, habrá valido la pena si logramos que nuestras penas hayan rodado por las mejillas para perderse en la comisura de los labios o en algún pañuelo. Así, y solo así, estaremos listas para ver la vida con mucha más claridad.