Un poquito de diversión

Para aminorar el estrés, durante un tiempo tomé clases de yoga. / Foto: Thinkstock
Para aminorar el estrés, durante un tiempo tomé clases de yoga. / Foto: Thinkstock

Cualquiera que haya sostenido una conversación con un norteamericano puede darse cuenta de que en esas latitudes utilizan una escala universal para evaluar sus experiencias. No es complicada y aplica a prácticamente a toda situación. Es un concepto del que incluso se han hecho miles de canciones y hasta un grupo —Fun— se llama así. Al hacerles preguntas sencillas como “¿Qué tal estuvo la fiesta”, “¿Cómo te fue de vacaciones?” o “¿Qué te parece tu nuevo trabajo?”, ellos siempre contestarán en términos de qué tanto entretenimiento obtuvieron. Pareciera ser que los gringos solo quieren divertirse.

Aunque pudiera sonar simplista, la diversión es una actitud que en general nos hace falta explorar en Latinoamérica. Con tan solo ver las temáticas de nuestro cine, literatura o cualquier forma de creación, la tendencia suele ser el recordarnos lo miserable que es nuestra existencia, lo mal que están las cosas y lo poco prometedor que resulta el futuro. Si algo hemos aprendido de la historia es que recordarla es la mejor manera de que no vuelva a repetirse, pero esto no implica que no se pueda —y deba— balancearla con cierto esparcimiento.

Si lo analizamos, en el terreno de las relaciones amorosas pasa lo mismo. Padecemos más de lo que disfrutamos y nos divertimos, sin importar en qué etapa del idilio estemos: durante el ligue dejamos que la soledad nos merme y nos angustia el no recibir una llamada, el momento de hacerla, el escribir un mensaje por Whatsapp, ver que ha sido recibido satisfactoriamente y esperar a que el otro individuo lo responda. En una cita nos inquieta el no decir una bobada o algo incorrecto, o quedarnos con un pedazo de comida entre los dientes, después de cenar. Más tarde, en el noviazgo, tememos al tiempo que durará la relación o si superaremos nuestras marcas personales, si el regalo que hemos escogido será del total agrado de la pareja o si su compañero de trabajo le coquetea demasiado. Al formalizarse aún más la relación, la gente tiende a llevar sus problemas al hogar y, en lugar de tratar de olvidarlos, se los achaca al cónyuge en algún grado, desde una simple reclamación hasta auténtica violencia física.

Mi madre cree que el mundo es lo suficientemente asqueroso para sufrir también por amor. Con solo prender la televisión o navegar por el muro de noticias de Facebook nos empapamos de malas noticias, de gente que maltrata animales, compañías que degradan a otras personas o al planeta, personas que están muriendo de alguna enfermedad terminal. Tras una decepción amorosa, creo que es perfectamente válido el derramar unas cuantas lágrimas mientras llega la sanación, sin embargo, en cualquier otro caso, el amor debería de ser un refugio ante tanta miseria.

El asunto está en disfrutar de los instantes en los que no hay problemas, poder identificarlos y sacarles el máximo provecho, en lugar de inventar nuevas preocupaciones que sumen a las calamidades que ya plagan nuestras vidas.

Hace muchos años, cuando creía saber lo que era el estrés, me metí en clases de yoga para tratar de aminorarlo. Para ello, tenía que cruzar la ciudad entera en plena hora pico, acumulando una mayor cantidad de contratiempos, lo que hacía un poco irónico el hecho en sí. El punto es que una de las principales cosas que aprendí en esa época fue el poder llevar a un plano de absoluta conciencia un momento en específico. Cerrar los ojos y sentir cada una de las extremidades del cuerpo, cualquier distracción o afección, percibir uno a uno los ruidos que emitía todo tipo de persona o animal que estuviera a la redonda. Aislarse y dejar ir todo para estar en el ahí y ahora.

En el amor tendríamos que hacer lo mismo, igual que en la meditación, deberíamos tratar de abstraernos, cerrar los ojos, y aprovechar que estamos con alguien más, sin importar por qué periodo pase la relación. Disfrutar su presencia, su existencia, su compañía y, como hacen los gringos, pasarla bien.

Twitter: @anjonava

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