La pareja es un accesorio

La pareja como un accesorio / Foto: Thinkstock
La pareja como un accesorio / Foto: Thinkstock

En definitiva ésta es la entrada más superficial que he escrito y que, muy probablemente, vaya a escribir. Es sobre una idea que me surgió hace tiempo y que tiene un cierto matiz controversial. Estoy convencido de que no hay nada más falso que la creencia popular que dicta que “el camino más corto hacia el corazón de un hombre es por su estómago”. Sin ánimo de menospreciar a ninguna chef, cocinera o similar, declaraciones así son una inocente forma de tapar un problema mucho más grande; uno de atracción física.

He escuchado tantas veces, a tantas personas decir que quieren que las conozcan por dentro y se oponen a ser juzgadas por su aspecto, que no se dan cuenta de que para querer conocer un interior, te tiene antes que gustar su exterior. Es a partir de lo que perciben los ojos, que nace el deseo de acercarse a alguien.

Los hombres somos seres visuales y creer que cualquier otro sentido puede remplazar a la vista —a menos que se carezca de ella— como el origen de la atracción es solo una fantasía o un bonito deseo. Cuando conocemos a una mujer, los hombres la recorremos de pies a cabeza, algunos con mayor discreción que otros, y hacemos una pequeña evaluación inconsciente con cartones numerados, como si se tratara de calificar un clavado desde la plataforma de diez metros.

El criterio de apreciación es el que cambia de persona a persona, volviéndolo un elemento completamente subjetivo. Eso que es encantador para uno, puede ser aberrante para el otro y viceversa. El problema radica en querer estandarizar la belleza y, de eso, la culpa la tienen los medios: la televisión, el cine, los anuncios, las revistas y todos esos lugares en donde aparecen supuestos modelos, que por definición son un “arquetipo o punto de referencia para imitarlo o reproducirlo”. ¿Según quién?

Meterse a estas alturas con la industria de la belleza y la moda sería un esfuerzo un tanto ocioso y fútil, en cambio se le puede tratar de dar la vuelta. En mi opinión, lo primero que se debe de hacer es dejar de satanizar las superficies y empezar a sacarles provecho. Acaso, ¿hay mejor carta de presentación que nuestra propia apariencia?

El secreto es evitar los prejuicios y dejar que las preferencias y los gustos hagan su trabajo. Es un hecho que hay para todos, pero para que haya una correspondencia física entre dos o más personas, el exterior debe representar exactamente lo que se quiere ser; que al mirar al espejo, el reflejo produzca algo que nos guste y sea motivo de orgullo, independientemente de complexiones, tonalidades, estaturas y demás variantes fisonómicas. La individualidad es una cualidad que define a la gente y se explota fácilmente en la imagen.

Una vez trabajado el exterior es el turno de encontrar con quién compartirlo. Imaginemos por un segundo que la pareja es un accesorio más de la personalidad que tratamos de proyectar, al igual que un sombrero, un tatuaje o unos aretes. Al seguir por esa misma línea de pensamiento, el accesorio ideal es aquel que mejor va con el conjunto de elementos que conforman la apariencia, por lo que mientras más afín sea, mejor combinará. Ese debería de conformar uno de los principales criterios al buscar pareja y las mejores coincidencias se darán por sí solas. No tengo forma de comprobarlo, pero me gusta pensar que así se forman aquellas relaciones que catalogamos como una ‘bonita pareja’; son sujetos que coordinan entre sí.

Parece que la imagen no es tan superficial como se podría pensar.

Twitter: @anjonava

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