Cómo diferenciar el amor del sexo

Cómo diferenciar el amor del sexo / Foto: Thinkstock
Cómo diferenciar el amor del sexo / Foto: Thinkstock

Conocer a alguien es toda una experiencia. Es un momento en el que el corazón se acelera y nuestro cuerpo recurre a una serie de comportamientos de cortejo como cualquier otro animal en el planeta. Al igual que los pavo reales despliegan sus coloridos plumajes, los elefantes machos en África emiten sonidos de baja frecuencia para encontrar hembras receptivas o las arañas viudas negras hacen "bailar" a sus pretendientes elaboradas coreografías por varios minutos antes de permitirles acercarse, los seres humanos tenemos nuestras formas de comunicarle a alguien que estamos disponibles e interesados. Desde dilatar las pupilas, meter la panza, sacar el pecho y asumir una postura erguida, hasta sentir que las palmas de las manos se nos humedecen.

Sin embargo, a diferencie de las otras especies que tienen muy definido lo que buscan obtener con estas acciones, los humanos somos un tanto más complejos y las opciones que resultan de un ritual de apareamiento pueden terminar en cuanta cosa imaginemos exceptuando el apareamiento mismo. Una persona que actúa seductora con otra no necesariamente busca llevarla a la cama, quizá solo desea darle un ligero levantón a su autoestima, vengarse de su pareja por algo que no le gustó, reafirmar sus encantos o jugar para ver qué pasa.

Para fines prácticos, omitamos todas éstas y concentrémonos en las dos que más nos interesan: conocer a alguien con la intención de averiguar hasta donde puede llegar en términos de una posible relación o pasar uno o varios encuentros de placer con ella.

Hace algunas noches mi amiga Natalia festejaba el cumpleaños de uno de sus primos en un bar de la ciudad. En el lugar había unos quince invitados, de los cuales ella conocía a la mayoría. Se sentía cómoda y desenvuelta mientras saltaba de una conversación a otra. De repente, cayó a un pequeño grupo donde estaba un tipo que nunca había visto en su vida. Entre la novedad y el hecho de que le pareció atractivo, se presentó de inmediato. "Soy, Natalia", dijo al tiempo que extendía su mano con educación. Según me dijo mi amiga, tenía ya unos tragos encima que hicieron más fácil la presentación. Platicaron varias horas y durante ese lapso, Natalia no dejó de especular sobre el sitio sentimental al que se dirigía.

—Cuando estás en una situación así, en la que hablas y coqueteas con alguien, ¿cómo sabes hacia dónde va? —me preguntó Natalia unos días después.

Le contesté que hasta donde yo me había informado, la telepatía y el poder leer mentes aún es una habilidad exclusiva de aquellos ilusionistas cuyos otros dones también incluyen el aparecer conejos de un sombrero. Pero si ponemos suficiente atención al tipo de lenguaje y la selección de palabras que utiliza el otro, podemos tratar de inferir qué está tratando de conseguir.

Por ejemplo, si carga su interés a aspectos tangibles o hace halagos corporales y, hasta cierto punto, superficiales, se podría asumir que está palpando el terreno para llevar el encuentro a terrenos físicos. En cambio, si hace énfasis y muestra una atracción genuina hacia lo que nos gusta hacer, a lo que nos dedicamos, a las películas y libros que nos han cambiado la vida o algún otro tema un poco más profundo, entonces no es tan absurdo suponer que esa persona no está esperando terminar desnuda esa noche.

La actitud también debe tomarse en cuenta, en especial, qué tan descarado o introvertido es el individuo. Si realiza cualquier tipo de insinuación sobre "hacer algo después", refiriéndose a esa misma noche, es un hecho que quiere tener sexo, en cambio, si propone un posible plan para el corto plazo, como ver juntos una película, conocer el restaurante que está recomendando, ir a andar en bicicleta el domingo o alguna otra posibilidad que suene a cita, entonces parece que busca justo eso.

No obstante, lo más importante es saber con exactitud lo que queremos. El poder identificar nuestras propias necesidades, expectativas y deseos. Aquella noche, mi amiga Natalia terminó emborrachándose y encontró junto a su conquista un rincón cómodo en donde se pudieron entrelazar sus lenguas sin ser molestados.

—Me preguntó si quería ir a su departamento —me dijo esa vez.

—Y, ¿qué respondiste? —le pregunté.

—Que no. Yo quiero un novio, no un amante —dijo enfática.

Al ser coherente con nuestros propios deseos e inquietudes mejoramos las probabilidades de hallar lo que nos hace falta. Si es un noviazgo lo que se busca, la cama de un desconocido resulta un lugar poco viable para encontrarlo.

Twitter: @anjonava

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