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No soy tu amiga, soy tu madre

"No quiero", se convierte en una respuesta habitual cuando nuestro vástago se acerca a la pubertad, esa edad en la que la revolución hormonal y otros asuntos comienzan a transformar la docilidad en rebeldía.

De pronto las mamás nos vamos enfrentando a los cambios de carácter de nuestro "bebé", que si antes aceptaba con resignación ciertas directivas de nuestra parte, ahora en cambio opone argumentaciones o silencios que no nos conceden espacio.

Es, para ellos y para nosotros, una etapa a la que habrá que adaptarse. Pero sobre todo, nosotras, sus madres, debemos ir tratando de equilibrar esa sutil línea que va entre el límite tajante —que suele ser resistido- y su necesidad de libertad, sin perder la comunicación con ellos ni el control.

El psicólogo alemán Erik Eriksson, en uno de sus estudios sobre esta etapa de la vida de los chicos, advierte: "Al mundo de los adultos es al que se enfrenta ahora el adolescente y, como si se volviera a nacer, necesitará confianza, seguridad, tiempo y conocimiento de sí mismo y de sus capacidades para iniciarse en ese nuevo mundo; necesitará que se le acepte como es; necesitará compartir su identidad difusa con sus iguales, es decir, con otros muchachos con los que se podrá revaluar como lo hizo de niño; necesitará de tiempo para atravesar la "línea de sombra" (Conrad), es decir, asimilar el pasado y confiar en el futuro."

Ok. ¿Pero cómo se hace? Yo he preferido recurrir otra profesional, la licenciada en psicología Laura Ferré, que me resulta más cercana, y encima tiene un hijo de 13 años. Laura me explica que tanto los límites como la comunicación profunda, que son importantes siempre, en esta etapa adquieren una relevancia mayor. "El contenido y la forma de establecer pautas necesita manejarse de una manera diferente de aquella usada durante los dorados días de la infancia, sobre todo si una no quiere que los adolescentes se pongan muy reactivos o resistentes —más de lo que suelen estar, ¡¡¡lo que ya es una tortura!!!-. Para la puesta de límites a estos personajes que viven cambios permanentes en todas las áreas vitales, una sugerencia: transmitir las consignas desde un lugar creíble y no culposo. Ejemplo: una puede explicar las razones por las que el chico debe estar en casa a tal o cual hora de forma breve y clara. Los enunciados del tipo: "todavía eres muy chico o la pregunta: ¿Quién te crees que eres?" sólo generarán resistencia y subrayarán las sensaciones de impotencia y desvalidez, tan frecuentes en esta etapa.

Pero, Laura, entonces, ¿cómo se lo digo? "Bueno, aquel refrán popular de: "Lo bueno, si breve, dos veces bueno" resulta útil en esta etapa. Los largos sermones logran que los adolescentes se dispersen con facilidad y ni siquiera aprovechen lo más constructivo del discurso. De todos modos, aunque el contenido del límite resulte claro, no hay que esperar que los chicos lo acepten con alegría y animarse a fijarlo sin remordimientos. Los límites, aunque no gusten, tranquilizan y ayudan a que los adolescentes se organicen. Estas mentes, todavía no tienen desarrollado por completo los mecanismos de autocontrol y tienden a excitarse, con las consiguientes vivencias de ansiedad y desconcierto."

Según muchos psicólogos, y Laura coincide, lo ideal es no dejar de tener actividades en común con nuestros hijos, y esos momentos en los que se dialoga sobre cualquier cosa mientras se hacen otras. Eso hará que no pierdan la confianza en nosotros. "A veces, acompañarlos en la realización de alguna actividad: caminar con ellos hasta la casa de algún amigo, intentar jugar un partido a la Play o atravesar juntos los laberintos cibernéticos vale tanto como una charla; es más, estas acciones pueden oficiar como prólogo para el diálogo. La presencia de pares en casa, también favorece el diálogo. Las palabras pueden surgir y afianzarse en la medida en que los ex niños se sientan aceptados, con todo su bagaje de dudas, miedos y mecanismos compensatorios con los que intentan convencerse y convencernos de que tienen todo bajo control."

Hablar sobre todos los temas, incluso los más ríspidos como sexo, alcohol, drogas, etcétera. Darles información sobre estos menesteres pero al mismo tiempo respetar sus espacios de intimidad. "Me parece —dice Laura- que el desafío es tratar de establecer una suerte de vaivén vincular. Por un lado, favorecer conductas autónomas y, por otro, ofrecer un sostén consistente. La idea es diseñar un conjunto de cuidados que puedan ejercerse desde una distancia prudencial, pero que impliquen contención."

Y mucho cuidado con pasarse al bando de sus amigos, de sus pares: "Como mamás —dice Laura-, podemos ser amorosas, estar presentes, pero habría que tener en cuenta que más vale estar junto a ellos que no revueltos."