Proteínas, ¿ángeles o demonios?

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Texto: Mariana Israel

La sola idea de pensar que se puede adelgazar con una dieta basada en carnes, huevos y quesos, puede ser muy tentadora. Increíble como parezca, no es un mito: las dietas híperproteicas y bajas en carbohidratos, como la Atkins, ayudan a perder peso. Si decides empezarla, debes saber que corres algunos riesgos y que puedes pagar un alto precio por bajar algunos kilos.

¿Por qué funcionan?

Normalmente, las proteínas representan solamente entre el 12% y el 18% de las calorías que ingieres diariamente. En una dieta híperproteica, este porcentaje se dispara y llega a rozar el 50%.

Este tipo de regímenes se basan casi exclusivamente en carnes animales, huevos y queso, y recortan los cereales, granos, frutas y vegetales.

¿Por qué funcionan? Porque en cuanto dejas de comer carbohidratos, pierdes agua –por ende, gramos– y al cabo de un tiempo, tu cuerpo comienza a quemar la grasa para obtener energía.

Proteínas problemáticas

Es genial que tu cuerpo queme grasas, el problema son los “efectos colaterales” de este proceso, entre los cuales figuran dolores de cabeza, náuseas, problemas renales y taquicardia. En general, si haces este tipo de dietas por poco tiempo, no tendrías mayores inconvenientes. Pero si la prolongas durante semanas o meses, puedes poner en jaque a tu salud. La Asociación Cardíaca Estadounidense desaconseja estas dietas, porque el exceso de grasa animal y de productos lácteos puede elevar tu colesterol y aumentar el riesgo de que padezcas enfermedades cardiovasculares.

El riñón y los huesos también pueden sufrir las consecuencias de un régimen mal hecho. A su vez, sumar proteínas y restar frutas y vegetales durante mucho tiempo, nunca tendrá resultados positivos para el organismo. La deficiencia de fibra, otro nutriente marginado de las dietas híperproteicas, te puede disparar problemas como constipación y diverticulitis.

Si decides hacer la dieta, sigue leyendo…

El primer consejo es que la hagas durante un corto período de tiempo. Segundo, que elijas bien los alimentos proteicos que serán los pilares de tu dieta: algunas opciones saludables son el pollo, el cerdo, el pescado, los huevos, los lácteos descremados, el tofu y los derivados de la soja. Los granos enteros y las habas también son excelentes aliados, porque no solo aportan muchas proteínas, sino que son ricos en fibra, así que te ahorrarás muchos problemas.

Por último, evita los extremos. Sigue comiendo frutas y vegetales, para no perder nutrientes esenciales. Recuerda consultar a tu médico antes de hacer cambios en tu alimentación, en especial si quieres empezar una dieta de estas características, y padeces alguna condición renal o cardíaca.

Fuentes consultadas: WebMd.com, Clínica Mayo (Mayoclinic.com)

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