Yahoo Estilo Jícama, raíz de salud y frescura
En México y Centroamérica, chicos y grandes aman la frescura y la versatilidad de la jícama. Hasta hace poco, era prácticamente imposible conseguirla en otras latitudes. Sin embargo, gracias al espíritu emprendedor de cocineros amantes de lo fresco y lo saludable, ya puede encontrarse en otros mercados del continente. Conoce sus usos y beneficios para la salud. Y si la ves por ahí, no dudes en probarla.
La jícama (pachyrhizus erosus) es una raíz que se cosecha cuando mide unos diez centímetros de diámetro. Las hojas y los tallos se desechan por considerarse tóxicos para el ser humano. Su corteza es café, es blanca por dentro y su textura es crujiente debido a la gran cantidad de agua que contiene. Los amantes de los jugos desintoxicantes la adoran por su frescura y la sutileza de su sabor, pues combina muy bien con vegetales y frutas.
Cien gramos de jícama cruda contienen menos de 35 calorías. Para preservar todas sus propiedades, cómela cruda; basta lavarla bien al chorro del agua, pelarla, partirla en cubos o rallarla, añadir limón, sal y un poco de chile en polvo.
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La jícama es altamente valorada porque alcaliniza al cuerpo (por lo que previene enfermedades como el cáncer) y es rica en fibra y nutrientes. Una taza de jícama contiene 24 mg (40% de la ingesta diaria recomendada) de vitamina C, además de minerales como fósforo, vitamina E, calcio, hierro, zinc y magnesio. Como su fibra es fácilmente soluble, ayuda a bajar los niveles de colesterol, estabilizar el azúcar en sangre y regular la digestión.
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En algunos lugares de Asia se le llama yacon o sengkwang; se pela y se come cruda como si fuera una manzana o una pera, o bien, cocida en guisos con vegetales, cilantro y jengibre, o en ensaladas con cítricos y aceite de sésamo. En China e Indonesia, a la gente que padece problemas de la piel y de los vasos capilares, le recomiendan que tome un jugo de jícama –sin colar– por las mañanas.
¿Cómo elegir una buena jícama? Fíjate que sea firme, pesada y que no tenga arrugas o hendiduras. Las más chicas son más “dulces” y tiernas, las más grandes tienen más agua y su sabor es más herbáceo. Al llegar a casa, lávala, pélala y córtala en cubos o en rodajas. Para conservar su frescura, guarda los pedazos en un molde con tapa o en una bolsa resellable en el refrigerador. Si se seca, puedes remojarla en agua hasta que recupere su forma y textura.
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En la cocina contemporánea se ha comenzado a utilizar la jícama para enriquecer la textura de los ceviches y las ensaladas de frutas. También se usa como sustituto a las tortillas de maíz o la pasta de harina de trigo o de arroz. Para ello, hay que cortar la jícama en lajas muy delgadas y ponerlas a remojar en agua caliente para que se ablanden. Después de unos minutos, se les quita el exceso de agua y se pueden rellenar de mariscos o vegetales frescos y rallados.
@luzaalvarado
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