Anuncios

Monólogo interno, aprende a usarlo a tu favor

Críticas, proyecciones pesimistas, instrucciones, juicios y hasta fantasías que van de lo divertido a lo absurdo. Nuestra voz interior no es una sola, a veces se comporta como un coro desordenado que se transforma en ruido paralizante. No podemos deshacernos de esas conversaciones, pero sí podemos usarlas a nuestro favor si aprendemos a conocerlas. Según el investigador Antonis Hatzigeorgiadis, de la Universidad de Thessalay, existen cinco maneras de transformar nuestros monólogos internos en guías para ganar confianza y desarrollarnos mejor en nuestro día a día.

Transforma tus monólogos interiores en conversaciones constructivas
Transforma tus monólogos interiores en conversaciones constructivas

 

1. Escucha y evalúa. Nuestra voz interior está atravesada por emociones y sensaciones, por lo tanto, no fluye lógica o unidireccionalmente. De ahí la complejidad de nuestros comportamientos, creencias, actitudes y hábitos. Antes de actuar o decidir en función de lo que escuchas, haz una pausa e identifica desde dónde habla esa voz: ¿es ansiedad, decepción, enojo, nostalgia?

2. Toma distancia. La pausa en la conversación va acompañada de una pregunta, pero hacerla en primera persona puede aumentar nuestra ansiedad. Intenta formularla en segunda persona, por ejemplo: ¿por qué te sientes así, Juan, qué necesitas? Esto crea una distancia psicológica que permite regular la emoción y bajar la intensidad o el desconcierto que nos produce. Poco a poco, esa voz que a veces nos atemoriza se convierte en una señal de confianza.

3. Ajústala a tus objetivos. Cuando tengas conversaciones contigo mismo, considera hacia dónde quieres llegar con ello. Hatzigeorgiadis señala que hay distintos tonos para distintos objetivos. Por ejemplo, cuando estás tratando de mejorar una técnica o un proceso, puedes usar un tono más instructivo: “recuerda mezclar primero el azul y luego el amarillo”, “no hay que apresurarse en esta parte”. Cuando sientas que estás perdiendo la confianza o la fortaleza, evita alimentar a tu voz derrotista y recurre a tu lado optimista: “vamos, falta poco, ya casi lo logras”.

4. Habla contigo como lo haría un amigo. El monólogo denigrante, prejuicioso y negativo sólo hará que te sientas peor. Habla contigo mismo desde la compasión, igual como lo haría un amigo o una persona que te ama tal y como eres. En lugar de boicotearte con un: “nunca sabes qué decir, no sabes hacerlo”, qué tal un: “relájate, estás preparado, confía y abre tu mente”.

5. Sin lugar a duda. Hatzigeorgiadis, citando el trabajo de la académica Vanessa Patrick, señala que hay una diferencia importante entre decir “no lo haré” a decir “no puedo hacerlo”; la primera es determinante y muestra quién está a cargo de la situación, en la segunda, en cambio, habla de una limitación impuesta desde el exterior. Por ejemplo: “no me excedo en mis antojos”, “no puedo excederme comiendo postre”. En la primera no hay lugar para la duda, en la segunda hay una grieta que debilita tu fuerza de voluntad.

Las palabras son poderosas; así como pueden hacer daño, pueden reparar heridas o detonar cambios profundos. Aunque parecen pequeñas variaciones lingüísticas, en cada frase hay una programación, una intención y una posibilidad de hacer la diferencia.

@luzaenlinea

Tal vez te interese:

Cuidado con lo que te dices a ti misma

¿Por qué las mejores revelaciones ocurren en la ducha?

La diferencia entre autocompasión y autoestima