Fidelidad, ¿es posible?

Basta con abrir una revista o un periódico para enterarse: deportistas, personajes de la farándula y la política se ven constantemente envueltos en escándalos de infidelidad, un fenómeno fácil de juzgar cuando se trata de una figura pública, pero difícil de afrontar cuando se trata de un caso cercano, o de uno mismo.

Aburrimiento, necesidad de seducir, reafirmarse o tomar venganza: son muchas las razones para ser infiel. Y aunque se argumente que no es sino una aventura carnal, algo pasajero que no traiciona al amor, lo cierto es que el sentimiento de culpa está ahí, acechando como una sombra. La infidelidad, que había sido impulsada por un deseo de liberación, se convierte en una especie de cárcel secreta.

Las paradojas de la fidelidad

La regularidad con la que escuchamos historias de infidelidad podría hacernos pensar que engañar a la pareja es fácil, algo que se hace sin pensar en las consecuencias. Sin embargo, la socióloga francesa Charlotte Le Van, quien ha estudiado durante más de diez años este fenómeno, afirma lo contrario. "Excepto por aquellos a quienes pueden considerarse como ‘infieles por principio' y que practican una concepción hedonista de la vida, la gente se lo piensa dos veces antes de ser infiel. No es algo que se haga injustificadamente. Incluso, para muchos, la infidelidad es casi un bote salvavidas", concluye Le Van.

Esta idea de la infidelidad es muy reciente, ya que apenas hace algunos años se despenalizó el adulterio. Lo curioso es que, aunque las instituciones sociales se han modificado, en lo individual sigue estando presente el matrimonio monógamo. Simplemente para matizar el asunto, valdría la pena mirar hacia otras culturas donde la poligamia no se considera una práctica negativa, sino que es una institución moralmente aceptada y regulada por la ley.

La complejidad de este fenómeno y sus distintos matices nos llevan más allá de la cultura a explorar en la naturaleza de nuestra especie. Al igual que el resto de los primates, el género humano es de naturaleza polígama, pero funciona cultural, social y moralmente como monógama. A pesar de las muchas investigaciones que existen al respecto, este dato sigue levantando ámpula en aquellos que consideran a la infidelidad como una desviación con respecto a la norma.

La lucha interior

Esta serie paradojas entre cultura y natura toman forma en el individuo a través de la culpa. El hecho de transgredir un principio social que no será penalizado por la ley, hace que el sujeto busque la explicación (y quizás también la expiación) en sí mismo. Así, termina por vivir en una batalla interna entre el deseo y la razón.

Pero algo es cierto: las pulsiones y los instintos no pueden permanecer amordazados por siempre. Es por ello que la infidelidad aparece para algunos como una forma de dar voz a su instinto de supervivencia, una voz tan potente que puede justificar casi cualquier transgresión.

Justamente, a partir de las razones para ser infiel que cientos de individuos manifestaron a Charlotte Le Van, la investigadora los clasificó en cuatro tipos de infieles:
1. Los de orden íntimo: como los que declaran "Ya no lo amo", "Estoy aburrido", "No me escucha", "Ya ni siguiera me toca".

2. Los infieles instrumentales: aquellos que lo hacen por venganza o por provocar la ruptura.

3. Los infieles por experiencia: como los que se casaron muy jóvenes y tienen necesidad de experimentar algo más.

4. Los infieles por sistema: aquellos que sólo pueden concebir su vida en pareja si tienen una relación paralela; o bien, aquellos que son infieles por principio, ya que viven en un hedonismo anarquista.

¿Traicionar los acuerdos?

Más allá de las clasificaciones sociológicas, en el centro de la discusión se encuentra un espacio en el que cohabitan el amor y el deseo, dos fuerzas vitales que actúan en el individuo de manera muy curiosa: nunca son opuestas ni excluyentes; cuando falta uno, el otro entra en acción; cuando uno flaquea, el otro toma las riendas.

El deseo es fuego, es impulso, es una fuerza de transformación que va y viene. En cambio, el amor es una construcción, un vínculo profundo entre dos seres que se conocen en esencia. Es ahí donde el sujeto puede resguardarse de la infidelidad; cuando se tiene una relación honesta y respetuosa con la pareja, es posible vivir la experiencia del amor y el deseo en toda su dimensión, gozo y dificultad. Sin embargo, cuando no se tiene una relación así, la curiosidad y el instinto toman la palabra y llevan al individuo a traicionar los acuerdos de fidelidad establecidos con base en el amor.

Ante un tema tan complejo resulta difícil dar una sola conclusión. Hoy en día, muchos de los frenos externos han desaparecido: la infidelidad no es penalizada por la ley, el divorcio es muy fácil de conseguir, la infidelidad se ha vuelto una historia de lo más común, los seres humanos somos curiosos y polígamos por naturaleza... Todo parece indicar que sólo nos restan los acuerdos hechos con la pareja y los principios que cada individuo lleva en su interior.

En un panorama así, ¿crees que aún es posible la fidelidad?