Espiritualidad para evitar la depresión

Esta época le ha dado tanta atención al cuerpo que ha desplazado al espíritu. Uno de los grandes vacíos de nuestro tiempo es la espiritualidad, y con ella me refiero a un sentido de trascendencia y un vínculo con lo sagrado. La espiritualidad no debe confundirse con el fanatismo religioso ni con el sectarismo, fenómenos que se caracterizan por explotar la fe de las masas para construir fortunas o afirmar grupos en el poder.

Espiritualidad para evitar la depresión / Foto: Thinkstock
Espiritualidad para evitar la depresión / Foto: Thinkstock

Tener una práctica espiritual es tan importante como lavarse los dientes después de comer. Y es tan trascendente como darle una educación ética y cívica a los niños. Una práctica espiritual nos permite establecer un diálogo con un otro que al mismo tiempo está dentro y fuera de nosotros; ese otro trasciende las dimensiones humanas y nos permite expandir lo que creemos que es la vida.

Sí, esto es algo que rompe las leyes de la lógica racional y precisamente por eso es tan importante y necesario. ¿Para quien? Para todos los seres que habitan este planeta, pero como eso es inabarcable, quedémonos en el ámbito individual y vayamos a lo concreto: una práctica espiritual es necesaria para el bienestar y la salud del cerebro.

Como admiradora de la neurociencia me encanta leer y difundir la información que encuentro. Al respecto de la espiritualidad, en estos días encontré en la revista Jama Psychiatry una investigación que reafirma cuán eficaz puede ser la espiritualidad para prevenir y curar la depresión, uno de los males de nuestro tiempo.

Según el estudio, practicar la meditación u otro ejercicio espiritual permite que el cortex se engrose, protegiendo al individuo de la depresión. Esto es doblemente sorprendente: por un lado, se supone que el cortex (la “corteza” del cerebro donde se encuentra la materia gris) deja de crecer alrededor de los ocho años. Por otro, en el cortex se concentra una buena cantidad de conexiones complejas entre células nerviosas (lenguaje, atención y memoria, entre otros). De manera que un cortex más grueso tiene conexiones más sofisticadas y, por tanto, una mayor neuroplasticidad, un envejecimiento cerebral mucho más lento y más capacidad de procesar los pensamientos y la comprensión que implican las crisis y las situaciones emocionales complicadas.

El estudio recién publicado incluyó a 103 adultos que, basados en su historia familiar, tenían tendencia o riesgo de depresión. Las imágenes de la resonancia magnética mostraron que los participantes con mayor interés o desarrollo espiritual tienen un cortex más ancho que aquellos que no tienen interés por ninguna práctica espiritual. El hallazgo más llamativo es que el grosor del cortex se puede ver en las mismas regiones del cerebro que se adelgazan cuando una persona está deprimida o tiene riesgos de depresión.

Los expertos señalaron que en estudios anteriores también habían visto que la depresión, en personas con antecedentes familiraes, disminuía en un 90% cuando los participantes se concentraban en alguna práctica espiritual. Aclararon también que no se trata de ir al templo sino de creer y cultivar un vínculo con alguna entidad trascendente o a tener un sentido de lo sagrado.

Este estudio está relacionado con otros similares. Por ejemplo, la investigación del Havard Medical School ha demostrado que la meditación modifica la estructura neuronal del cerebro, lo que incrementa el grosor del córtex y mejora las funciones cognitivas, cambios que evitan el envejecimiento del cerebro.

Como occidentales del siglo XXI confiamos más en las demostraciones científicas que en la intuición o el conocimiento tradicional (no científico o “mágico”). Esta resistencia ha hecho que perdamos tiempo negociando con la razón en lugar de poner en práctica vías de sanación y conocimiento que han demostrado su eficacia durante siglos. Afortunadamente, la ciencia ha encaminado sus esfuerzos para tender los puentes necesarios.

@luzaenlinea

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