El sexo débil

Viejo problema, ¿no es cierto? Sin embargo, la batalla entre los sexos es una idea que sigue circulando en nuestro imaginario cultural. Hace algunos días, por ejemplo, se estrenó en México una teleserie llamada El sexo débil, que a pocos minutos de su estreno logró posicionarse entre los Trend Topics de Twitter (#elsexodebil) y acaparar la atención de otros medios de comunicación.

El planteamiento: "Mientras los hombres sigamos siendo machos, seremos el sexo débil". A primera vista resulta bastante atractivo, sin embargo, los primeros capítulos han estado llenos de lugares comunes y viejos paradigmas que, esperemos, sean abordados con inteligencia crítica a lo largo de la serie. Independientemente de lo que pueda aportar el programa, se agradece que alguien venga de vez en cuando a poner el tema sobre la mesa. Sin embargo, cabría preguntarse si vale la pena retomar el tema desde ahí. ¿Es necesario definir quién es el débil y quién es el fuerte?

Para la psicóloga canadiense Susan Pinker el asunto va más allá de recrear la antigua lucha de los sexos al modo de las feministas de línea dura. Según sus postulados, para terminar con estas divisiones hay que tomar en cuenta los avances de la biología que, a la par de la cultura, nos ayudan a entender que las diferencias entre sexos no implican necesariamente que éstas favorezcan a los hombres o sean una desventaja para las mujeres.

En su libro

La paradoja sexual, Pinker integra neurociencia, biología, sociología, psicología y estadística para mostrar que los hombres no son el sexo fuerte, por lo menos en sentido evolutivo. Sin embargo, lejos de polarizar el conocimiento para que la balanza favorezca a unos o a otras, la psicóloga va al fondo de los prejuicios para poder cuestionarlos objetivamente.

En una

entrevista realizada para terceracultura.net, Pinker pone en claro algunos de los planteamientos que han sido calificados como "transgresores" por la crítica:

1. Las tesis igualitarias del feminismo radical, ese que pretende que las mujeres imiten los comportamientos agresivos y competitivos del sexo masculino, son contraproducentes a largo plazo para las mujeres.

2. Hasta hace 40 años, la noción de éxito se aplicaba básicamente a disciplinas tradicionalmente masculinas, y no a aquellas áreas en las que las mujeres son más fuertes, como el lenguaje o las conexiones sociales. (Generalmente se habla de éxito cuando se menciona) a genios de la física, de la composición musical y la filosofía analítica, pero no se ha pensado en otros terrenos donde las mujeres tienen más posibilidades de dejar su marca, como la literatura o las artes escénicas. Tradicionalmente nuestra sociedad ha valorado más las carreras orientadas a las "cosas y los sistemas" que las orientadas a los "procesos humanos", donde los resultados son más difíciles de medir y donde predominan las mujeres.

3. La competencia en hombres y mujeres es distinta. Los hombres compiten abierta, física y visiblemente, las mujeres prefieren hacerlo de manera subterránea y matizada, recurriendo al sarcasmo o el diálogo; ellos prefieren los juegos eliminatorios del tipo "el ganador se lo lleva todo y el perdedor se queda con la humillación", mientras que las mujeres prefieren evitar ese tipo de competencias.

4. Los hombres compiten más y corren más riesgos por una cuestión biológica, profundamente enraizada en los instintos. Por un lado, hacen gala de su fuerza física para resultar atractivos a las mujeres, por otro, producir adrenalina y testosterona los hace sentir bien. Las mujeres, en cambio, corremos menos riesgos, también por una cuestión de conservación. Esto tiene sentido si pensamos que "en cualquier pueblo del mundo las mujeres en edad fértil son muy valiosas para poder perpetuar la especie", dice un comentario al final de la entrevista.

5. Las mujeres viven más, enferman menos, tienen objetivos más variados y, por ende, una noción más diversa del éxito. Prefieren trabajar media jornada para poder pasar más tiempo cuidando sus redes sociales (hijos, familia y comunidad), en cambio los hombres prefieren sostener una vida laboral más competitiva y buscan más remuneración económica que simbólica. Hoy se sabe que el tiempo que invierten las mujeres en cuestiones sociales o formativas es un tiempo bien empleado, pues contribuye a reforzar sus funciones cognitivas durante la vejez.

Neuronas, hormonas, genes, rasgos culturales, momento histórico, camino personal. La fortaleza o debilidad de un individuo no está determinada por su sexo, sino por una serie de factores bastante complejos. Aún así, hay que recordar que nuestro cerebro es flexible y que no somos seres determinados por estereotipos o estadísticas; nuestras circunstancias, en la mayoría de los casos, pueden modificarse.

Siguiendo a Susan Pinker, no se trata de establecer una igualdad entre los sexos, sino reconocer el valor de la diferencia para conformar un sistema de valores fundamentado en la equidad. Si aplicáramos sus posulados a la susodicha teleserie, quizás podríamos vislumbrar que aquellos rasgos biológicos que alguna vez funcionaron para elaborar un discurso machista, están siendo cuestionados por su contexto cultural y por los avances de la ciencia. En un panorama menos violento y más progresista de la cultura latinoamericana, podemos ver cómo las mujeres no solo están luchando por un reconocimiento a sus capacidades y aportaciones, sino por una reconfiguración del rol masculino a favor de toda la sociedad.

¿No creen que lo último que necesitamos ahora es continuar estableciendo divisiones o jerarquías?