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El olor de la felicidad

Hace cuatro años lo noté con certeza. El olor de mi novio de entonces había cambiado radicalmente en el transcurso de una semana. Mi intuición me dijo que eso no estaba bien y le recomendé que fuera al médico o que se hiciera un estudio de química de sangre. No me hizo caso, pero semanas después, cuando ya no estábamos juntos, me llamó para contarme que se había hecho los estudios y resultó que tenía diabetes.

Un estudio muestra que la felicidad se comunica e incluso se contagia a través de la transpiración.
Un estudio muestra que la felicidad se comunica e incluso se contagia a través de la transpiración.

Desde niña aprendí a confiar en mi olfato; mi madre lo olía todo para saber si estaba limpio, en buen estado, rico o malo para comer. Además, siempre tomó como referencia el humor (ese olor personalísmo que aparece aún debajo de los perfumes) para saber si le agradaba o no la compañía de ciertas personas. Con el tiempo fui desarrollando mi propia codificación de aromas y he hecho consciente información olfativa que uno creería que pasa desapercibida (como el miedo, el nerviosisimo, la seducción), pero el cerebro siempre la registra y funciona de acuerdo a las señales. Ejemplo de ello es un estudio reciente que afirma que incluso las emociones positivas pueden detectarse y contagiarse a través del sudor.

El estudio fue publicado en el diario Psychological Science, y difundido en diversos medios. Investigaciones previas habían mostrado que cuando la gente experimenta emociones negativas, la composición de su sudor cambia. Así que los científicos de la Universidad de Utrecht, Holanda, decidieron comprobar si ocurría lo miso con patrones emocionales positivos.

“Cuando un individuo huele el sudor de alguien que está feliz, los receptores olfativos detonan una especie de simulacro de felicidad en su organismo y lo inducen a un estado emocional positivo”, señaló uno de los investigadores. Eso sugiere que cuando uno está feliz, infunde en quienes lo rodean una sensación de felicidad.

En la primera parte del experimento, los investigadores tomaron muestras de sudor de doce participantes hombres que fueron sometidos a distintos estímulos para inducir en ellos reacciones tan diversas como el miedo, la “neutralidad” y la felicidad. En la segunda parte, reclutaron a 36 mujeres; los científicos hicieron hincapié en que las mujeres tienen mejor sentido del olfato y son más sensibles a las señales emocionales de los hombres. Las mujeres olieron las distintas muestras de sudor de los hombres y se les pidió que definieran de qué estado emocional se trataba.

Por un lado, los primeros datos confirmaron que los estímulos visuales que habían recibido los hombres sí produjeron en ellos las emociones comunicadas, éstas quedaron de manifiesto en su transpiración y fueron percibidas por las mujeres. Al estudiar los gestos que hacían al oler las muestras, los científicos notaron que, por ejemplo, cuando fueron expuestas al “sudor de miedo”, mostraron más actividad en el músculo frontalis, encargado de producir gestos de temor. Cuando fueron expuestas al “sudor de felicidad”, se activaron los músculos de la “sonrisa de Duchenne”, característica de los gestos correspondientes a la alegría.

Curiosamente, las participantes no reportaron (gestual o verbalmente) si la muestra era agradable o intensa; lo que según los científicos sugiere una “sincronización” en el comportamiento entre el emisor y el receptor. Por otra parte, cuando las mujeres fueron expuestas a sudor feliz se mostraron más enfocadas en sus percepciones.

Estos hallazgos confirman la enorme importancia comunicativa que tienen nuestros sentidos. A pesar de que el habla y los medios audiovisuales ocupen un lugar privilegiado en nuestra cultura, los canales comunicativos más arcaicos persisten en nuestra especie y siguen jugando un papel determinante en nuestras relaciones. Por otra parte, no dejo de pensar en la forma en que los desodorantes, los perfumes y los antitranspirantes interfieren en esta comunicación tan sutil. Creo que el día que sepamos cómo las fragancias artificiales confunden al cerebro en su interpretación de las emociones, vamos a ser menos quisquillosos con los olores.

@luzaenlinea

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