Depilación: ¿a quién le importa?

A menos que una mujer tenga acceso a una depilación laser, el asunto de quitarse los vellos es una verdadera monserga. No importa si es con rastrillo, crema, pinzas, hilo o cera, la depilación es, ha sido y será una lata. En algún momento de nuestra vida nos hemos quejado de ello, pero no lo reflexionamos, mucho menos hacemos algo para cambiar el estado de cosas, porque estamos dispuestas a continuar haciéndolo, un poco por vanidad y un mucho por temor a ser rechazadas.

La historia de nuestras costumbres es apasionante, un vaivén de principios a veces absurdos y a veces no tanto. Lo cierto es que el concepto de belleza, en prácticamente todas las culturas, tiene muy poco de "natural", y la depilación, que quede claro, no es natural. Pero tampoco es algo nuevo, pues se sabe que desde la antigüedad griega y egipcia se practicaba. Lo que es difícil saber es si las mujeres lo decidieron o si lo asumieron como una de las tantas reglas de belleza y diferenciación que han sido impuestas por los hombres a lo largo de nuestra historia.

Es curioso que los tiempos cambien y que ciertas costumbres permanezcan. Es por eso que me pregunto si a los hombres en verdad les importa que una mujer esté perfectamente depilada. Para tratar de responder, me di a la tarea de entrevistar a cinco hombres entre 26 y 40 años, todos profesionistas de clase media. Estas fueron sus respuestas:

"Hemos aprendido que la feminidad, no, más bien la sensualidad se define por curvas y pieles suaves, tersas, inmaculadas, depiladas. Al menos toda la mercadotecnia que vende belleza lo dice así y hay quienes lo creen y peor aún, lo demandan", dice Álvaro (subdirector de ventas, 40 años).

Para Andrés (ingeniero en sistemas, 33 años), la piel femenina es aquella que no tiene vellosidad, sin embargo, le parecen sexys esos delgados vellitos que se ven dorados con la luz del sol, "como si fuera un durazno". Lo que le parece intolerable es que una mujer no se depile las piernas, las axilas, el bigote, la barbilla, el pezón o el empeine.

Raúl (periodista, 26 años), confiesa un gusto especial por las chicas que se depilan todo lo que haya que depilarse, pero reconoce la influencia que el cine y la pornografía ejercen sobre los gustos masculinos: "disfruto mirar cada fragmento escondido y la lisura de la piel. Esto es muy erótico, lo confieso. Sin embargo, no sé si dicha predilección tenga que ver más con las chicas que aparecen en las películas pornográficas que con la vida real, y, por lo tanto, mi apetencia esté sesgada a causa de esta influencia cinematográfica".

El testimonio de Genaro (gerente de marca, 30 años) coincide con los anteriores, pero pone énfasis en la cuestión del aspecto ‘limpio' que da la depilación: "creo que es realmente importante que las mujeres se depilen, que se vean aseadas, y hay áreas como las piernas, axilas y la cara que son fundamentales".

Hasta aquí no veo grandes variaciones con respecto a lo que ya se sabe. Incluso, podría afirmar que muchas mujeres coinciden con dichas opiniones, aun cuando padezcan las consecuencias. Quizás valdría la pena reflexionar en torno al concepto de "aseo" o "limpieza" que se relaciona al hecho de no tener vellos. ¿Por qué una mujer con pelos es "sucia" y un hombre con pelos no lo es? ¿En dónde radica la cuestión de la higiene, en la apariencia o en la asepsia? ¿Con qué argumentos se construye la idea de "lo limpio" o "lo bello"?

Cada quien su gusto

El otro tema que se presta a debate es la influencia que ha ejercido el cine porno (o el medio privilegiado de cada época) sobre lo que se entiende como sensual, erótico, perverso, etc. En el asunto de las vellosidades, la atención se traslada necesariamente al área del bikini, o más específicamente, al pubis.

"El área del pubis es como la manzana de la discordia", afirma Álvaro, "muchos piensan que debe estar al natural, dejarse crecer libremente mientras otros consideran eso una falta de respeto, se inclinan por el afeite total y alaban el acabado tipo porcelana".

Sin embargo, Álvaro prefiere el estilo "green de golf", como él mismo lo llama, "que no depila sino mantiene muy corto el terreno, dándole un aspecto bien cuidado pero sin ser fuente de molestias. Por otro lado, está el corte de rayita, que deja una línea más o menos ancha y más o menos alta, pero requiere de más mantenimiento. Imagino que es un estilo un poco más difícil de mantener."

Andrés coincide con Álvaro: "que sea recortado, bien delineado, que se note que se lleva un programa de mantenimiento del área. Aquí el depilado sería un crimen, aunque algunas llegan a hacerlo".

Genaro, en cambio, se muestra más abierto: "en gustos de rompen géneros, estoy seguro que cada hombre tiene su clasificación". Finalmente, quien se aferra a la estadística para sostener su opinión es Raúl, cuya predilección es por un pubis completamente liso: "una mujer con el pubis depilado obtiene el doble de sexo oral que cualquier otra, según una encuesta de Women's Health".

Está bien, entiendo que en gustos se rompen géneros, y que el gusto es una cuestión fundamentalmente subjetiva. Sin embargo, nuestra subjetividad no es algo que viene de la nada, no se trata de una inspiración divina, sino que ha sido construida a partir de muchas ideas que nos llegan de todas partes a lo largo de la vida, ideas de temporalidades y orígenes tan distintos como la familia, la religión, la publicidad, la pornografía, la ideología, la literatura o la historia del arte.

No se puede volver al pasado para preguntarle a la primera mujer que se depiló cuáles fueron sus razones. Ignoro si se pueda o se quiera cambiar una costumbre tan arraigada. Lo que creo es que las mujeres no hemos reflexionado mucho el por qué de este hábito tan engorroso.

¿Es una imposición que parte de la mirada masculina? ¿Es algo que asumimos como coquetería, entre nosotras, para nosotras y desde nosotras mismas?