Camas solares, los riesgos

La semana pasada me encontré con la vecina en la entrada del edificio. "¿A dónde vas con tanta prisa?", pregunté. Cuando me respondió que iba a su segunda sesión de bronceado mensual, me quedé con cara de ‘what?'. ¿Cómo es que una chica de escasos dieciocho años puede estar obsesionada con el color de su piel? ¿Acaso no conoce los riesgos?

Me quedé pensando en el caso de mi vecina y de muchas otras chicas que se tragan todo el cuento de la publicidad: a las morenas les venden cremas para aclararse la piel, a las rubias y castañas, cremas para verse bronceadas. ¿De qué se trata? ¿De unificarnos el tono, de vernos falsamente iguales para encajar en el estándar de belleza que permita a las empresas comercializar más productos con menos esfuerzo?

Además de las cuestiones "estéticas" -que, debo decirlo, encubren una de las tantas formas del racismo- están las cuestiones de salud, y éstas involucran no sólo a las jovencitas, también al resto de la población adulta que desea verse bronceada todo el año.

Vayamos a los hechos.

Según reportes de la Organización Mundialde la Salud (OMS), los índices de cáncer de piel aumentan considerablemente año con año, pero lo que más llama la atención es que cada vez se presenta en poblaciones más y más jóvenes. Esto se debe en buena parte a que existe la idea entre los adolescentes, sus padres y la sociedad, que verse bronceado es sinónimo de salud.

La ciencia médica explica que (por más que la guapa Bo Derek haya puesto de moda la pielecita dorada en "10,la mujer perfecta"), el bronceado no es sinónimo de salud. Cuando nos exponemos al sol, nuestro cuerpo, como defensa, produce melanina y pigmenta la piel, pero ésta es una protección muy leve. Ahora bien, cuando se somete la piel a bronceados constantes, se daña: se engrosan las capas profundas, se dificulta la irrigación de los vasos sanguíneos y se dañan las fibras de la piel de manera irreversible.

La traducción más optimista de todo lo anterior es envejecimiento prematuro, y la ecuación visible es la siguiente: entre más te sometas al bronceado, más envejecida se verá tu piel cuando pierda el tono cobrizo. El resultado es que la gente entra en un ciclo de bronceado permanente pues no tolera la idea de ver su rostro pálido y envejecido.

Por más que uno le busque, no hay medias tintas. La recomendación tanto de la OMS como del Centro Internacional de Investigación sobre el Cáncer, es evitar la cama de bronceado, pues diversos estudios han determinado que quienes la utilizan tienen cuatro veces más posibilidades de padecer cáncer de piel que quienes no la usan, sobre todo cuando se trata de la población menor a los 35 años.

Verdades a medias

A pesar de las advertencias sobre los daños que las camas solares pueden provocar, los usuarios habituales tienen buenas razones para defenderlas. Sin embargo, sus razones están generalmente fundadas en prejuicios o versiones parciales de la realidad.

"Mi bronceado me protege de los rayos UV". En condiciones óptimas de salud y en una piel que no se somete a constantes bronceados, esto sería, como ya dijimos antes, medianamente cierto. Sin embargo, una piel con rasgos de envejecimiento prematuro ya no tiene la misma resistencia a los rayos UV.

"Es algo seguro, si no lo fuera, las autoridades no lo permitirían". En el mundo ideal, donde la gente es honesta y cuidadosa, donde las empresas trabajan con ética, seguridad y prevención, esto sería cierto. Pero... ¿cuántas empresas cuentan con certificaciones confiables?, ¿cuántos de nosotros exigimos -directamente o a través de una institución reguladora- que se cumplan las condiciones de seguridad y mantenimiento de los servicios que solicitamos, incluyendo las camas de bronceado? El planteamiento es así de sencillo: si alguien te ofreciera subir a la montaña rusa sin sistema de seguridad, ¿lo harías? Bueno, ¿sabes que una cama mal calibrada o sin mantenimiento puede transformar con facilidad los rayos UVB en UVA? (Estos últimos generan daños más profundos que los UVB.)

"En tiempo de invierno, el bronceado me ayuda a tener más vitamina D". Esta creencia ha sido desmentida por la misma OMS: basta con una corta exposición a la luz solar, de apenas diez minutos, en la cara o las manos, para obtener toda la vitamina D que requerimos, incluso para combatir los cuadros de depresión estacional.

"Eso del cáncer les pasa a las escandinavas, yo soy latina". En los salones de bronceado, de manera obligatoria, deben hacer pruebas y preguntas a cada cliente para saber cuál es su fototipo y así aplicar el nivel de radiación adecuada a la piel. Sin embargo, estos cuestionarios no contemplan una indagatoria sobre nuestro historial de bronceados. Por ejemplo, los que nos pusimos unas rostizadas irresponsables en Acapulco entre los 16 y los 19 años, tenemos la piel tan susceptible al melanoma cancerígeno como una niña noruega de diez años. Así que, ojo con el historial.

Con todo, si aún hay quien quiera someterse a la sesión de bronceado tome las precauciones mínimas:

- Deben proporcionarle lentes especiales para evitar fotoqueratitis y fotoconjuntivitis.

- La sesión no debe durar más de doce minutos; entre más intenso el tono, más corta la exposición a la radiación.

- Limpie, desmaquille y exfolie la piel para evitar manchas.

- Evite perfumes, joyas, lentes de contacto.

- Hidrate la piel después de la sesión.

- Si está bajo tratamiento médico, consulte con su doctor si puede someterse a la sesión de bronceado.