¿Amor o guerra de egos?

“Tengo demasiadas discusiones con mi marido, peleamos por cualquier tontería, nos hacemos daño y, aunque nos amamos, no podemos parar de discutir. A veces pienso que esta relación ya no tiene sentido. ¿Tú qué harías en mi lugar?”, preguntó Marisa por el teléfono. Hace años que la conozco y nunca la había escuchado tan afectada. Le respondí que necesitaba un momento para responder porque no quería confundirla más, “no quiero que mi ego intervenga al momento de darte un consejo”. Corté la llamada y un par de horas después comprendí que el problema de Marisa con su marido estaba, precisamente, en el ego.

Casi todo lo que sabemos sobre cómo resolver (o detonar) conflictos tiene que ver con lo que hemos aprendido de manera inconsciente, a través de ejemplos y experiencias propias. A decir verdad, recurrimos a nuestras dos herramientas más arcaicas: evadir o atacar. Ocurre que esas nos sirven para defendernos de nuestros depredadores o de situaciones peligrosas, no para tratar con seres humanos a los que amamos.

La otra estrategia que usamos ante el conflicto es recurrir al ego en lugar de escuchar al corazón (el espíritu, la intuición, como quiera que gusten llamar a su voz interior). El ego tiene varias misiones: no permitir que nadie “te pase por encima” y buscar la manera de recibir amor. Así, para defendernos, el ego echa mano de las estrategias que conoce: manipulación, culpabilización, enjuiciamiento, resistencia, agresión, sarcasmo, venganza, falta de respeto, intolerancia, desconfianza, resentimiento... Pero, en lugar de ayudarnos a avanzar por el camino del amor y la comprensión, el ego se convierte en nuestro mayor obstáculo; los retos del amor terminan por convertirse en guerras de ego.

¿Qué ocurriría si, en lugar de reaccionar con agresividad o manipulación, acudiéramos a nuestro espíritu para resolver los conflictos? Las herramientas de nuestro espíritu son distintas: aceptación, sabiduría, intuición, compasión, compromiso, responsabilidad, creatividad, servicio, crecimiento, gratitud... La única misión del espíritu es amar; nuestro espíritu sabe que esa capacidad es infinita y que el simple hecho de existir nos hace merecer todo el amor del mundo. Así, sin manipulación.

Estamos tan acostumbrados a reaccionar desde el ego ante el conflicto, que nos cuesta trabajo identificarlo para limitar su mecanismo y así permitir que hable el espíritu. Según los terapeutas, estas algunas formas de identificarlo:

Si emites juicios, si criticas, si lastimas y ridiculizas al otro, es tu ego el que está hablando. Aunque no lo parezca, en el fondo, lo que busca es ser amado. Por cuestiones culturales, sociales y hasta familiares, ha aprendido que cambiar al otro es una forma de amor, de ahí la necesidad de controlarlo todo.

No escucharte, adoptar la abnegación como forma de vida es destruir todo eso que el otro ama de ti. El objetivo de tu ego es complacer al otro para atraer el amor. El problema es que cuando solamente buscamos la aprobación del otro nos perdemos a nosotros mismos y nos faltamos al respeto. Curiosamente, entre más alejados estamos de nuestros verdaderos deseos, menos amados nos sentimos.

Cuando entramos en esa etapa en la que no queremos despertar la ira del otro, cuando hacemos todo para pasar desapercibidos y no ser motivo de conflicto, parece que estamos tristes, que somos indiferentes, que hemos perdido interés en la relación. Llegar a ese punto es lo más parecido a la parálisis espiritual, y de ahí a la enfermedad o la depresión no hay más que un viento frío o un mal día.

La evasión, la negación y la agresión no son señales para cambiar de pareja. Puede ser que ocurra, pero no durará mucho si no desarrollamos las herramientas espirituales que nos ayuden a evitar caer en los mismos patrones de conducta. Para que una relación se sostenga, cada uno debe reconocer su propio valor; el autorreconocimiento es la base de la integridad, la aceptación, el amor, la responsabilidad y el respeto a uno mismo y al otro.

Finalmente, lo que le dije a Marisa fue: cuando sientas que se está gestando otra pelea, toma aire, conéctate con la voz de tu espíritu, recuerda quién eres y por qué te enamoraste de ese hombre. Si todo eso está ahí todavía, agradécelo y habla desde ese lugar. Elige bien tus palabras, las acciones y las decisiones que necesitas tomar.

@luzaenlinea

 

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