Cómo hablar con los niños sobre la muerte

Según la etapa que estén atravesando, los niños y adolescentes no conciben que la vida tenga un final.
Según la etapa que estén atravesando, los niños y adolescentes no conciben que la vida tenga un final.

A la mayoría de los niños les preocupa e inquieta el tema de la muerte, aunque por algunos años esta cuestión pasa inadvertida.

Por muchas y diferentes razones, según la etapa que estén atravesando, los niños y adolescentes no conciben que la vida tenga un final. Pero al tomar registro de ello aparece el terror a desaparecer o a que sus seres queridos lo hagan.

El error más frecuente de los adultos frente a una pérdida cercana y al tener que dar explicaciones de ello es la poca claridad y las respuestas ambiguas como “Se fue de viaje”, “Se durmió” o frases similares que esquivan la realidad más cruda: “Se murió, no lo vas a ver más”.

Basados en el objetivo de evitar el dolor a sus hijos, los adultos muchas veces evitan enfrentar la verdad. Pero desconocen las malas consecuencias que esto genera en la confianza de los niños, al descubrir que lo dicho no es cierto y al no poder construir conceptos lógicos de la vida tan necesarios para el desarrollo, el crecimiento y la organización singular del mundo.

Asimismo, los adultos evitan enfrentar este tipo de conversaciones que bordean el dolor, la crudeza, pero también la verdad.

Obviamente, no se trata de evitar el dolor.

El sufrimiento es parte de la vida, como lo es su final, la muerte… e incluirla como parte de un proceso es, tal vez, la lógica más sencilla de abordar.

En esas situaciones, es útil comparar el proceso vital del ser humano –nacer, crecer y morir– con el de otro ser vivo cercano al niño, como una planta o una mascota, y así enfatizar la idea de un proceso que incluye la vida y la muerte.

¿Cuándo se preocupan por la muerte?

Hasta los cuatro o cinco años, en líneas generales, los niños solo preguntan sobre la muerte en caso de que algo de la realidad los acerque a esta temática, como la pérdida de algún familiar o de una mascota.

Pero a partir de los siete años, muestran fascinación por los detalles en torno a la muerte, tales como: “¿Qué aspecto tiene el cuerpo ahora?”, “¿cómo estará dentro de dos años?”. En esta etapa los niños construyen el concepto más ajustado, que seguirá complejizándose en las sucesivas etapas, pero ya logrando una base adecuada sin falsos conceptos.

Por ello es tan importante que los padres acompañen a organizar esta información, esencial para el desarrollo emocional de sus hijos.

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