Cómetelo tú

Los adolescentes son una máquina de pedir y de esperar. La vida gira en torno a ellos, con lo cual, no entienden ni conciben que las cosas no sean a su manera. Para ellos, el No nunca es una opción, sino más bien un obstáculo que lentifica aquello que desean. Sólo es cuestión de patalear un poquito cuando esta traba se presenta.

Pero mucho más difícil que decir No a un adolecente, es sostenerlo. Un trabajo arduo, y sobretodo, muy ruidoso.

Hay veces que creo que los efectos colaterales de mis intentos por educarla son peores que directamente renunciar a su educación. Uno debería tirar los guantes en esta etapa de la vida de sus hijos, y volver al ring pasados estos años. Creo que todos seríamos más felices de ser así.

Hablando de egos heridos, paso a relatarles una escena tragicómica. El sábado a la noche mi heladera estaba vacía, asi que nos fuimos todos a comer unas hamburguesas. Mi hija mayor estaba en entrenamiento, con lo cual, se perdía el programa, pero quedamos en comprarle una hamburguesa para su regreso.
Mientras estábamos en el restaurant recibo una llamada de mis padres, así es que al terminar de comer me dispuse a llamarlos. Esto nos distrajo. Conclusión: Nos olvidamos todos de la hamburguesa de mi hija. Culpa de mis padres, claramente, con lo cual se corrobora la teoría de que los padres son siempre los responsables.
La cosa es que recién al entrar a mi casa me acuerdo de la bendita hamburguesa. Con mucha congoja, porque sabía lo que me esperaba, me puse a hacer malabares con la nada que había en la heladera. Le dejo preparado el plato en la cocina y me voy a dormir. La pesadilla pronto habría de comenzar.
Me despierto con una puerta que se abre de par en par y la luz que entra de lleno abruptamente. Pasos embravecidos que se acercan a mi cama. Estoy semi dormida y no veo nada, solo una silueta sosteniendo un plato. Estoy por infartar cuando me aturde con  su voz ensordecedora
¿Ésta es mi hamburguesa? Llego agotada y muerta de hambre de entrenamiento, solo quiero la hamburguesa  que me prometieron, y me encuentro con este plato incomible.  ¿Te parece mamá?  ¿Sabés quéeee? ¡Comételo tú!
Me deja el plato toscamente en la mesita de luz y se va con su andar furioso.
Tengo que aceptar que el choque entre la hamburguesa que esperaba y mi milanesa de soja con arvejas fue demasiado drástico. Casi que la escena me dio gracia. Como si todo hubiera sido parte de una venganza pendiente, como una picardía que le hacemos a la maestra que no queremos.
¿Y saben qué? De vez en cuando está bueno que vean que el mundo no gira alrededor de ellos. Y que uno puede, simplemente, darse el lujo de olvidar alguna vez.  Me olvidée, ¡y a toda honra!

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