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El carrito o los brazos… ¿Qué es lo mejor para ambos?

La gente siempre da consejos, aunque nadie se los pida: “El nene tiene que acostumbrarse al cochecito”, “Lo mejor es tenerlo en brazos cada vez que lo necesite”, “Déjalo llorar que en algún momento se va a cansar”. Lo cierto es que lo único que logran cuando una es primeriza, es marearnos. Las mamás terminamos sintiendo que hacemos todo lo ‘incorrecto’.

El carrito o los brazos… ¿Qué es lo mejor para ambos? / Foto: iStockphoto
El carrito o los brazos… ¿Qué es lo mejor para ambos? / Foto: iStockphoto

Cuando el bebé es muy pequeño, uno de los dilemas que nos aqueja es: ¿debe estar en brazos o en su cochecito la mayor parte del tiempo? Entonces, como no sabemos qué hacer, acudimos a gurú de la crianza para que nos guíe. Es decir, el pediatra.

Lejos estoy de subestimar el mérito que tienen los médicos respecto de la salud de nuestros niños, pero lo cierto es que sus consejos muchas veces nos resultan imposibles de aplicar. Están aquellos que aseguran que lo mejor para el bebé es que no se vuelva tan dependiente de su mamá. Entonces, nos sugieren ir dejándolos de a poco en el cochecito, la cuna o el corralito, para que se vayan independizando. “No debe dormirse en tus brazos”, advierten. Sin embargo, salvo aquellos pequeñines (que no abundan) que parecen hijos de extraterrestres por su carácter apacible, la mayoría grita y llora cuando intentamos recostarlos un rato solitos.

Por otra parte, está aquella corriente que se inclina para el lado de que los bebitos deben estar siempre en brazos de sus madres. Cual siameses, como si fueran la extensión de nuestro propio cuerpo. Suena muy tierno, idílico; pero aún cuando estemos absolutamente abocadas a ellos habrá situaciones inevitables en las que deberán “despegarse” por la fuerza. Pensemos: cuándo tenemos que cocinar, cuándo nos damos un baño, cuándo tendemos la cama, cuándo tenemos otro hijo que necesita ayuda. El problema es que no estará acostumbrado a esa situación de desamparo (en esto tenía razón la abuela) y sabemos comenzará a los gritos.

Entonces, ¿qué es lo mejor, carrito o brazos? Lo cierto es que las mamás hacemos lo que podemos mucho más que lo que ‘supuestamente’ deberíamos hacer. Después de todo, esto no es matemáticas…

Por otra parte, ¿por qué tendríamos que optar por alguna de estas dos posibilidades?

Entre sollozos y lagrimeos

Mi prima Vanesa vivía con el bebé en brazos de la mañana a la noche. Incluso, se mofaba de que hasta lo tenía a upa cuando iba al baño. No sé cómo se las arreglaba. Pero puedo asegurar que el niño no se traumó, hoy es un joven totalmente normal, inteligente e independiente. Es decir, podríamos pensar que no estaría del todo mal criar al pequeño con apego, siempre que la madre lo disfrute.

Aunque no es necesario llegar a ese extremo, tampoco es bueno dejarlos llorar. ¿Por qué? Más allá de que alguna abuela diga lo contrario, hoy se sabe que no es positivo. Pensemos que cuando un bebé nace, aún está acostumbrado a sentirse protegido dentro del vientre de su mamá; conoce su voz, su olor. Pero una vez fuera de esa casita, en la que han vivido desde que se engendraron, no conocen el mundo y eso los hace sentir más vulnerables.

Nos sucede a nosotros cuando estamos en un lugar desconocido, en el que no solo no reconocemos nada sino que, además, no interpretamos los códigos. Pues bien, a eso sumémosle que la única forma de comunicarnos es a través del llanto. ¿De qué manera podrían expresarnos que tienen hambre, frío o, simplemente, miedo? Llorando. Entonces, ¿cómo ignorarlos? Aunque cuesta creerlo, hay gente que piensa que los chicos lo hacen porque quieren manipularnos desde que salen al mundo.

Dejemos los extremos de lado y pensemos en los grises. No hace falta forzarlos a estar todo el día en el carrito hasta que se acostumbren, ni llevarlos en brazos como si fueran tatuajes. Existen otras opciones como por ejemplo los portabebés; algunos permiten amamantar al tiempo que vamos caminando o cargar al niño en la espalda para sentir menos peso. Otra alternativa es colocarlos en el piso con algo que llame su atención (por supuesto que sin perderlos de vista). A los niños les gusta estar en el suelo, siempre que no los dejemos solitos de golpe. Hay que ir familiarizándolos poco a poco en los momentos que tenemos tiempo. Podemos jugar junto a ellos y hacer que verdaderamente disfruten de estar libres. Siempre con los reparos necesarios (que no haya nada peligroso cerca, que no tomen frío, que esté limpio, etcétera). Esa también es una forma de estimularlos.

Es muy sano y acogedor tenerlos en brazos pero también les sirve y disfrutan de ir variando de lugar, con cuidado y de acuerdo a la edad que tengan. Y a nosotras, las mamás, nos ayuda a descansar y poder poner la energía en algo más.

Lo más importante es que sientan nuestra presencia cercana. No es necesario cargarlos de la mañana a la noche, sino que perciban que su mamá está allí, que puedan visualizarla desde cualquier perspectiva. La clave es ir acompañándolos con juegos, canciones y caricias, a medida que dejamos que vayan conociendo y adueñándose de otros espacios. No tiene por qué ser el cochecito, ni tampoco nuestros brazos.

De todas maneras, si aún sientes que no lo logras no te preocupes. Todo pasa. En pocos meses ya estará deambulando por todos los rincones y tendrás que preocuparte por no perderlo de vista.