7 maneras de darles el buen ejemplo

"A menudo los hijos se nos parecen, y así nos dan la primera satisfacción", decía Joan Manuel Serrat en su canción Esos locos bajitos. Y es cierto, más allá de que vayan a la mejor escuela, se rodeen de gente distinta o se revelen a determinada edad, siempre algo de lo que mamaron les va a quedar en su esencia.  Por eso es tan importante estar comunicados con ellos, pero por sobre todas las cosas, predicar con el ejemplo. Porque los hijos nos imitan. Lo que observen en casa seguramente algún día lo van a repetir en su futura vida. De nada valdría que les digamos que deben pedir perdón, si cuando nos ven discutiendo con alguien (incluso cuando cometemos errores con ellos) no lo hacemos. Así como tampoco sirve enseñarles que las mentiras no se dicen y luego faltamos a la verdad para zafar o sacar ventaja de determinadas situaciones.


Por esta razón, creo importante hacer un recuento de algunas de las normas positivas que no sólo tenemos que inculcarles a través de la palabra, sino también por medio de las conductas; lo que demuestra que somos buena gente.

1-    Ser solidarios: si hay una frase que repetimos constantemente a nuestros hijos es la de "no seas egoísta". Pero, ¿se nos ocurrió pensar en cómo actuamos cuando alguien se encuentra en problemas? Seguro, no se debe a que seamos malas personas, sino a que vivimos en una burbuja en la que nos queda poco tiempo para razonar y, mucho menos, si es por un inconveniente de quien está al lado. Quizás sea el momento de que nos planteemos si alguna vez donamos sangre, ayudamos a un ciego a cruzar la calle o bajamos la velocidad del carro cuando observamos que una persona tenía dificultades para caminar.

2-    Pelear por la justicia: no cabe la menor duda de que si nuestros pequeños ven que luchamos por una causa justa seremos sus héroes o heroínas. Aún cuando nos parezca que tienen muy corta edad para darse cuenta. Recuerdo cuando me quedé sin trabajo lo primero que me dijo mi abogado fue que yo podía pelear o no por lo que me correspondía, pero que pensara en cuál sería el ejemplo que yo quería darle a mis hijos. "Ellos absorben todo como esponjitas", me decía.

3-    Nunca defendernos con violencia: ya ni siquiera está en tela de juicio la temible portación de armas. Se puede ser violentos hasta con las mejores palabras. Los problemas se solucionan hablando y negociando sin lastimar ni agredir a quien tenemos en frente. Y esto cuenta tanto para con nuestros seres queridos como para la conducta que demostramos en la calle, las relaciones sociales y, por sobre todo, nuestros chicos.

4-    Valorar en vez de criticar: la exigencia aunque sea sólo con nosotros mismos no siempre resulta positiva. Es bueno tener en cuenta con la mayor objetividad posible cuáles son los aspectos favorables y cuáles hay que mejorar. Pero la crítica constante no es para nada constructiva. Y aunque la empleemos hacia nuestra persona, quizás algún día nuestros retoños nos imiten y demuestren con ellos la misma intolerancia; lo que sin dudas termina en un sentimiento de frustración constante. ¿Y qué padre desea eso?

5-    Demostrar atención cuando alguien necesita ayuda: quizás este ítem debería formar parte del primero, pero quiero destacarlo especialmente. Es cuestión de tomarse 5 minutos para escuchar a quien lo precisa. Recuerde que todo vuelve y seguramente un día queramos saber que contamos con nuestros hijos para que nos escuchen.

6-    No desvalorizar al otro: muchas veces asistimos a peleas familiares o de amigos en las que se sacan los trapos al sol. Sin darse cuenta de que lo único que se logra de esa manera es producir la humillación y como consecuencia el efecto contrario. Ninguna de esas variables pueden traer un resultado positivo. Las discusiones y los reproches siempre deben ser en privado, porque no hace falta avergonzar a nadie para que corrija un error.

7-    Hablar positivamente de los chicos: evitar las comparaciones, más si son entre hermanos. Ellos necesitan saber que son lo mejor de nuestra vida y aunque nos parezca que lo saben no viene mal refrescarles la memoria.

Seguramente se avecinan tiempos difíciles en los que los hijos querrán diferenciarse de los padres para cortar esos lazos tan fuertes que los mantienen unidos. Es parte de crecer. Pero en algún momento, cuando haya pasado la tormenta, algo de todo esto va a brotar nuevamente.