Tener un hijo, ¿significa postergar?

A Daniela le quitaron el ascenso que se merecía. Se enteró cuando regresó de su licencia por maternidad. Alejandra no pudo continuar con su curso de Yoga (ya estaba por recibirse) porque se hacía grande para tener bebés y no quiso desaprovechar el tiempo del reloj biológico. A Valeria la ascendieron al puesto por el que tanto luchó en su trabajo, pero quiere tener hijos y no encuentra pareja. No se da la ocasión. Noemí dejó la pasión de su vida, que era la fotografía, para criar a los hijos y ahora que son grandes le cuesta insertarse en el mercado laboral. Juana ganó una beca para estudiar en Francia pero se enteró de que estaba embarazada y no se animó a irse… Tener un hijo ¿es sinónimo de postergación personal?

La pregunta del millón

Yo no lo veo tan así. Paso a explicar por qué. Es cierto que el lugar que nos toca vivir a las mujeres de este milenio no es nada sencillo. A veces la sociedad nos pone en un terreno de demandas muy intenso. Debemos poder con todo: tener éxito profesional, un marido contento, una hermosa casa, una esbelta figura, buena salud e hijos sanos y felices. Pero aunque nos empecinemos una y otra vez, todo no se puede. Las exigencias son demasiadas, entonces inevitablemente algo terminamos postergando. Y muchas veces nos confundimos y somos infelices porque pensamos que si no lo tenemos todo estamos incompletas.

Pero ¿por qué debemos tenerlo todo? Por qué no podemos ser un poco más conformistas con lo que hay, que en definitiva es lo que elegimos.

Muchas veces pienso que yo podría ganar más dinero si me pusiera en marcha para conseguir más empleos. Pero luego lo pienso dos veces y me doy cuenta de que, desde que trabajo en mi casam, disfruto de mis niñas como nunca. Es una elección que hago cada día y de la que no estoy arrepentida; porque ya me perdí demasiadas cosas mientras que estaba afuera tanto tiempo.

No quiero que esto se convierta en un discurso machista ("la mujer debe estar en la casa cuidando a los hijos"), sino que es simplemente la elección de una persona que hoy por hoy prefiere priorizar la crianza de sus hijas y encontró una manera de que la vida profesional se adapte perfectamente a ese modelo.

Y eso es lo que quiero decir. En una época en la que el género femenino está tan exigido (espero que algún día podamos relajarnos un poquito), es cierto que muchas veces terminamos postergando. Algunas más y otras menos, depende de la compañía que tengan. Pero tampoco hay que dramatizar porque postergar no significa perder para siempre. Eso dependerá de nosotras. Simplemente lo veo como una manera de colocar en la balanza o en la lista de prioridades cuáles son las cosas que deseamos realmente disfrutar en determinados momentos.

Aquella persona que elija tener hijos y quizá se aleje del ascenso laboral, debe saber que la elección fue propia y estar segura de lo que hizo, sin echar culpas a los demás, ni tenerse lástima a si misma. Y esa profesional que logró llegar al puesto más alto de la empresa, pero se siente sola en sus ratos libres porque no formó una familia debe pensar también que esa fue su elección.

No digo que nos toque vivir un momento sencillo. A simple vista parecía un poco más fácil el de nuestras abuelas, que eran educadas para estar en las casas, atender a sus maridos y criar a sus hijos. Tampoco creo que fueran felices del todo…

Pero por lo menos hoy tenemos la libertad de elegir, de postergar aquello que no nos resulta urgente y dedicarnos de lleno a eso que nos requiere, que atrapa nuestros corazones.

¿Postergar? Puede ser… (quizá, sólo por un tiempo) pero eso no es sinónimo de fracasar. De todas formas, como somos las mujeres seguiremos intentando por los siglos de los siglos tenerlo todo.

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