Cuando un padre insulta a un hijo

Puede ser en broma, en un momento de agresividad o cotidianamente, pero lo que es seguro es que en cualquiera de sus formas nunca se trata de algo beneficioso.

Aunque los padres sabemos que jamás hay que insultar a un hijo, muchos lo hacen y como si fuera algo normal. Entonces, ¿por qué? Será que en el fondo piensan que no es tan grave, que no hay que dramatizar la situación. O quizá, no saben cuál es la manera correcta de tratar a una persona que está creciendo… Pero ¿cuánto daño le puede causar a un niño ser insultado por las personas que, se supone, lo quieren más?

Para la licenciada Rosina Duarte, Coordinadora del Primer Programa Argentino de formación en Primera Infancia y Crianza, sin dudas, se trata de una influencia realmente negativa. "Las agresiones verbales son un tipo de violencia que tiene mucha resonancia negativa en un hijo. Afecta directamente su autoestima y su autovaloración".

Cuando un padre insulta a un hijo, sin darse cuenta le está enseñando que los vínculos afectivos deben ser a través de la violencia. En ese escenario se mezcla el afecto con la agresividad y es lo que los pequeños van absorbiendo, muchas veces con secuelas que no pueden borrar más. Por eso, es probable que luego repitan el modelo.

"Las palabras hirientes de los adultos hacia los niños producen huellas, marcas que influyen de manera profunda y negativa. No se trata de dramatizar o no, sino de ser conscientes de que ellos son los responsables de cuidarlos, protegerlos, acompañarlos y amarlos. Los menores necesitan que les brinden amor, comunicación, confianza, atención, contención, protección, escucha, sostén, límites claros y flexibles, y, de nuevo, mucho amor".

¿Por qué, si parece tan obvio que no lo debemos hacer, resulta bastante común escuchar ese tipo de trato?
"El insulto hacia un hijo, pequeño o grande, da cuenta del problema que tiene ese padre para manejar la situación que atraviesa. El adulto está ante su propio límite e imposibilidad de resolver lo que se le presenta. Los motivos que pueden estar tras el insulto pueden ser muchísimos, sin embargo, ninguno lo justifica".

¿Qué podemos hacer si observamos que nuestra pareja tiene esa actitud con nuestros niños? ¿Hay que dejarlos que se arreglen entre ellos?
"No. Es necesario poder dejar bien en claro cuál es la propia posición al respecto. Los padres deben cuidar y proteger a sus hijos, no dejar que se arreglen con otros adultos que tengan actitudes agresivas hacia ellos. Primero debe haber un consenso de la pareja con respecto a ciertas pautas de crianza, de vínculo y comunicación. Es preciso que lleguen a un criterio unificado y sean coherentes con lo previamente acordado".

¿Qué sucede con aquellos adultos que se creen que es gracioso hacerlo?
"Sería aconsejable que reconsideren el significado de 'gracioso' y sepan del daño que están causando a esos chicos. Deben buscar la manera de transformar ese modo de relación con ellos".

¿Cuál es el mensaje que está recibiendo un chico insultado?
"La señal que se envía es literal. Es decir, nada menos que la misma que se transmite: un mensaje agresivo, ofensivo y negativo".

¿Hay una edad en la que ya podemos empezar a tratarlos como pares, incluso diciéndoles malas palabras? ¿Qué pasa en la adolescencia?
"Los hijos siempre son hijos, no pares de los padres. En la adolescencia los jóvenes atraviesan un cambio profundo de su persona; crecen y se van acercando de a poco al mundo adulto (al cual pertenecen los padres). Las temáticas y vivencias adolescentes se parecen a las nuestras, por ello necesitan mucho de la ayuda incondicional y amorosa de sus mayores. Así, podrán transitar esta etapa de la mejor manera posible.

Hay situaciones en las que nos sacan de las casillas y puede que se nos escape algún agravio. ¿Cómo se puede poner límites sin necesidad de insultar?

"El insulto no es una forma de limitar. El insulto es una agresión. Los límites están relacionados con el amor. Hay que limitar de manera clara, confiada y flexible; nada de esto tiene que ver con insultar a los niños. Cada padre encontrará su propia manera de poner límites, pero es necesario recordar que sea con mucho amor. A través de la comunicación, la paciencia, la seguridad y la apertura se crían hijos felices, seguros, confiados y bien limitados".

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