La mujer, como el buen vino

Muchas veces hemos observado cómo cerca de nosotros en el bar o en el restaurante, alguien que dice saber de vinos o al menos parece que sabe. Hemos visto cómo alza la copa de vino y la mira atentamente como si intentara ver las moléculas flotando en el líquido. Aunque parezca extraño, esa acción es una de las formas de catalogar un vino. Comenzamos así a poder definir sus características más sobresalientes, las que nos harán pasar un buen momento.

Como ocurre con el vino, el equilibrio puede lograr maravillas.
Como ocurre con el vino, el equilibrio puede lograr maravillas.

Cuando iniciamos una “cata” o, simplemente, cuando vamos a degustar un vino, se deberá que prestar mucha atención y despertar todos los sentidos. Tomaremos nota de tres cosas especialmente: la limpidez, la intensidad y la textura.


La Limpidez. Con este término se intenta calificar a un vino de forma determinante. Un vino puede estar límpido (limpio, claro y sin ningún “cuerpo” extraño flotando en el líquido) o no. Al igual que a una mujer que hemos conocido hace instantes hay que intentar distinguirsi es una chica de sentimientos puros o esconde algo turbio en su personalidad.


Cuando exprimimos un racimo de uvas obtenemos mosto, que es el jugo de las uvas junto con muchas partículas de la pulpa, el hollejo y algunos otros elementos más diminutos que están en la piel de la uva.


Si dejamos fermentar el mosto que proviene de exprimir un racimo de uvas obtenemos el mosto, en el que aparecen muchas partículas de la pulpa, el hollejo. Estas flotarán y después de un tiempo caerán al fondo de los depósitos. Del mismo modo, en los principios de la conversación con una dama aparecerá materia impura, que quizás no agrade en los prolegómenos. Para eliminar las moléculas indeseadas y dejar el vino limpio, se realiza la clarificación, que consiste en añadir algún compuesto “físico” (no químico), por ejemplo clara de huevo o gelatina para lavar las impurezas.


Del comportamiento de la fémina que nos acompaña habremos de sutilmente aplicar filtros para separar la paja del trigo, y así llegar al fondo de su corazón sin obstáculos.


La intensidad de color. Si ponemos tres copas juntas con vinos jóvenes elaborados con la misma variedad de uva y de tres zonas distintas, de un vistazo podremos ver la diferencia, variarán los matices, aunque el tono sea más o menos el mismo. Cuando abrimos nuestra libreta de teléfonos de soltero y enfrentamos la disyuntiva de elegir a qué muchacha llamaremos primero, debemos elegir en base a una escala. Todas nos pueden resultar bonitas, pero hay una que nos hará latir más fuerte el corazón.


En el maravilloso vino esto es debido a que el tono depende, sobre todo, del elaborador, pues la intensidad del color se obtiene de las pieles de las uvas y depende de cuánto tiempo hayan estado en contacto con el mosto durante la fermentación. Cuanto más tiempo, más color. Con las mujeres es mucho más difícil la decisión. Las más jóvenes tienen una intensidad que proviene del arrebato inexperto, las más maduras seguramente sorprenderán con la maestría de su experiencia. Con la que se ha formado en la intelectualidad sucumbiremos embrujados por su profundidad de pensamiento. Pero la deportista menos instruida nos cautivará con su dulce vitalidad.


En este caso, como con el vino, el equilibrio puede lograr maravillas. La exacta combinación de elementos de elaboración combinadas y todas la serie de particularidades que pueden hacer que el vino quede mal elaborado, con mucho de algo y poco de otra cosa, o lo que es peor, con mucho de todo. Proporción y armonía son puntos importantes a tener en cuenta para una relación completa, fuera esta efímera o de larga duración.

La Textura. Vamos a denominar textura (visual) a lo que percibimos observando el vino si prestamos atención cuando se sirve en la copa. Observaremos y escucharemos cómo cae teniendo así una primera idea de la densidad, de su “cuerpo”. Al agitar la copa suavemente en círculos, vemos si el vino es más o menos “aceitoso” y en las paredes de la copa, las gotas caen más o menos rápidas, eso es lo que normalmente se denomina lágrima.


En las sucesivas salidas o encuentros con una mujer, percibiremos si la “textura” de su compañía nos produce esa sensación de gusto y entusiasmo que sólo nos provocan alas cosas que nos hacen bien. Sucede eso cuando “tenemos piel” con alguien. Cuando su textura es compatible con la nuestra y en su roce sólo produce bienestar. Esa es la señorita con la que disfrutaremos la compañía.


Catar bien significa saber apreciar. ¡Que vivan las mujeres y el buen vino!

@Sebas4nier

También te puede interesar:

La primera novia, esa enemiga
Ejercicio de a dos, mucho mejor
Infidelidad masculina. Ellas ya lo saben