Hombres y mujeres de compras en el súper, ¿qué tan diferentes somos?

Desde Adán y Eva, aun antes del pecado original, el hombre y la mujer han hecho evidentes sus diferencias. No me refiero a las discrepancias que puedan aparecer en la cotidianidad de la relación (para algunas féminas, la sal de la vida), sino a otras que surgen de observar nuestros comportamientos. Del examen visual que aquí plantearé quedará evidente, una vez más, que las reacciones masculina y femenina no son idénticas frente a los mismos estímulos y situaciones.

Si bien a estas alturas de la civilización ya se han realizado infinidad de estudios con invalorable rigor científico llevados a cabo por psicólogos, sociólogos, neurólogos y demás especialistas, propongo aplicar un criterio más llano. Se trata de un eficiente método de comprobación que se encuentra al alcance de todos, frente a nuestros propios ojos inquietos.

Todos nosotros, alguna vez en la vida, hemos tenido que ir al supermercado a realizar las compras mensuales. Esta actividad es, lisa y llanamente, la mejor manera de demostrar cómo pensamos los hombres y cómo lo hacen ellas.

Pónganse cómodos y vayan al súper más cercano a su domicilio. Al llegar al establecimiento, notarán que de inmediato se nota la primera diferencia: al elegir los carritos.

Las mujeres seguramente, sin mayor trámite, tomarán el que está más a su alcance, es decir el último que esté en la fila o el que encuentren al extender el brazo. En cambio, el hombre se detendrá unos segundos y los usará para probar con dos o tres carritos. Revisará si se desliza fluidamente y si sus ruedas están correctamente alineadas. Y lo hará con toda la razón: nadie querrá conducir un carrito bastante cargado y que se transforme en algo ingobernable a la mitad del paseo de compras.

Ya inmersos entre las góndolas comprobamos el segundo contraste. Se trata de la ruta que seguirá cada género. Mientras los hombres trazamos un mapa mental en el que coinciden la existencia de los víveres con la exacta ubicación geográfica del los mismos dentro de la gran tienda, las damas desarrollarán un recorrido más “aleatorio” y azaroso, y serán definitivamente arrastradas por el impulso de su inquebrantable intuición.

Conclusión: El carro masculino al final de la prueba habrá transitado alrededor de 2,5 kilómetros; en tanto que el carro conducido por la fémina, algo más que 7 kilómetros (casi el triple). Arribamos a este punto aclarando que estos datos corresponden a mi observación personal. Confieso que mi profesión de muchos años como publicista me ha llevado a desarrollar este método empírico, que comparto con ustedes con el objeto de saber cómo se comportan quienes más tarde deberán rendirse a la creatividad publicitaria al servicio de las ventas.

[Relacionado: Conoce qué es la feminidad masculina]

Todavía en el supermercado, podemos hacer un ejercicio más para señalar las diferencias entre ambos sexos. Detallaré en las siguientes listas ocho productos que, elegidos por ellos, nunca fueron seleccionados por ellas y viceversa:

Cosas que un hombre pone en su carrito y una mujer no

1. Salami de Milán.

2. Queso Brie.

3. Aceitunas rellenas.

4. Cerveza negra.

5. Anchoas en vinagre.

6. Paté de jabalí.

7. Jabón de tocador básico.

8. Lubricante para maquinaria.

Cosas que una mujer pone en su carrito y un hombre no

1. Arroz Yamani.

2. Yogurt descremado.

3. Arándanos.

4. Gaseosa dietética.

5. Queso fundido dietético sabor cheddar.

6. Galletas de arroz.

7. Jabón de tocador con esencia de miel y almendras.

8. Desodorante para sanitarios.

Para que quede como corolario de este humilde análisis, opino que si tenemos como objetivo lograr una compra plena y balanceada, convendrá que la lista de productos goce del visto bueno de ambos géneros y que sea fruto del consenso.

[Relacionado: Que los niños no griten (en el centro comercial)]

Y tú, ¿qué productos sueles colocar en tu carrito del súper?

@sebas4nier