Cuando la mujer transforma, nosotros temblamos
La mujer durante siglos ha despertado suspiros y romance en nosotros. Es decir, que su siempre deseable presencia y que se nos afeminen los modales transformándolos en delicadeza y cortesía cuando el objetivo es lograr la conquista del sexo opuesto.
Estos pequeños “delicados giros” en nuestros modales crean la aparente impresión para algunos de que el romántico, al montar una escena pasional, ha renunciado momentáneamente de su hombría, a su esencia varonil.
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Afirmo que tales transformaciones, los hombres las hemos asumido por y para ellas. Por ejemplo, convertimos nuestra virilidad en mansedumbre cuando nos arrodillarnos para “pedirles la mano”. También reemplazamos reciedumbre en flojera al cortar una flor para obsequiársela. Por ellas.
Puedo seguir enumerando, pero intuyo que cada uno puede ir repasando mentalmente todas las ocasiones en que ha resignado un poco de masculinidad al forzar un grado de delicadeza presumiblemente necesario en un esfuerzo por atraer a nuestra doncella.
Tantas concesiones realizadas deberían tener su contraparte de ellas. No es que entreguemos la galantería que tanto les gusta a ellas con la solapada finalidad de obtener algo a cambio. No actuamos de ese modo tan ruin.
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Pero la situación es totalmente diferente. Esa cándida sugerencia no ha sido direccionada con eficacia por nosotros y nuestra desidia de hombres ha resultado en una libre interpretación de lo que ellas entienden por transformación. Y lo instrumentan como les place.
Concretamente, consiste en un clásico de la vida en pareja, cuando ellas transforman lo que nosotros decimos, en algo que ellas “creen haber oído”.
Veamos:
—Liliana, hoy llego tarde! — Ellas lo transforman en: Me voy de parranda con unos clientes y seguro que regresaré ebrio y a altísimas horas. Por supuesto, esa libre interpretación traerá consecuencias. Nada bueno.
Otra:
—Cristina, me gustaría comer algo rico, — Y ellas lo transforman en: Se me antoja que vos cocines algo muy complejo de realizar, seguramente con ingredientes muy difíciles de conseguir. Demás está decir que luego de tal interpretación ella justificará su cara larga.
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No agrego otros casos, pues todos conocemos muchos más, porque hacerlo expone nuestra actual debilidad y nos abochorna otro poco.
Esta y no otra es la transformación que ellas inteligentemente han creado para nosotros y que los hombres hemos conseguido como contrapeso de la nuestra que sólo está, a su servicio.
Seguramente es momento de renegociar y rever los pactos existentes. Por ahora sólo está visto que el equilibrio y la reciprocidad son mercancías escasas y, sobre todo, esquivas.
@sebas4nier